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jueves, 31 de julio de 2025

Valores que nos enseña el evangelio fundamentales y esenciales para nuestra vida que nos hacen mantener la serenidad y la paz y nos llenan de sabiduría

 


Valores que nos enseña el evangelio fundamentales y esenciales para nuestra vida que nos hacen mantener la serenidad y la paz y nos llenan de sabiduría

Éxodo 40,16-21.34-38; Salmo 83; Mateo 13,47-53

Seguramente todos nos hemos llenado de impaciencia más de una vez, con ganas de entrar a fuego con todo, por decirlo de alguna manera, ante la revoltura de cosas, de actitudes, de manera de entender las cosas, de maldad de tantos quizás en nuestro entorno; quisiéramos algo así como un mundo perfecto, donde todos siempre fuéramos buenos, donde no existiera la maldad, donde hubiera desaparecido la injusticia y la violencia; es cierto que es a eso a lo que aspiramos, esa sería también nuestra tarea el conseguirlo, pero nuestro mundo es un mundo revuelto donde se entremezcla el agua cristalina con el barro y las basuras que nosotros mismos vamos arrojando en ese mar.

Quisiéramos quizás limpiarlo de un golpe, aunque fuera con la violencia, nos queremos convertir en inquisidores de los demás y vamos repartiendo condenas por doquier, queremos hacer desaparecer a los que nosotros consideramos malos; pero quizás tendríamos que pensar ¿por qué consideramos que son más malos que nosotros si también nos llenamos de violencia para quererlos arrasar?. Pero, recordando otro momento del evangelio, también tendríamos que preguntarnos, ¿quién puede tirar la primera piedra?

Hoy Jesús nos habla de una red repleta de peces. No todos son válidos, no todos son comestibles, pero ahí está esa red sacada del mar. Quizás observamos esa red y nos pudieran parecer todos iguales o todos comestibles. Será el sabio pescador el que al final podrá escoger los que son válidos, mientras los otros son arrojados de nuevo al mar. ¿No nos estará hablando de la paciencia de Dios con nosotros y con nuestro mundo?

¿No tendría eso que hacernos pensar en por qué nosotros vamos haciendo tantos juicios de los demás en la vida cuando quizás no nos miramos a nosotros mismos? ¿Quiénes somos nosotros para juzgar y para condenar? Aquí quizás tendríamos que recordar otras páginas del evangelio que nos invitan a reconsiderar nuestros pensamientos y a evitar esos juicios y condenas. ‘No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados’, algo así que nos dice Jesús en otro momento.

Esto tendría que ayudarnos a reflexionar en esa tensión que vivimos en lo social y en lo político, donde en lugar de aportar cada uno desde su manera de ver las cosas para colaborar con los otros en la construcción pacífica de nuestra sociedad, sin embargo todo es acritud, todo son enfrentamientos, todos parece que nos convertimos en enemigos que pareciera que nos queremos destruir los unos a los otros. ¿Qué estamos haciendo de nuestro mundo, de nuestra sociedad? ¿Por qué no somos en verdad constructores que colaboramos los unos con los otros? ¿Cómo estamos educando las futuras generaciones con los ejemplos que les estamos dando? Confieso que son cosas que en verdad me preocupan mucho.

Jesús después de hablarles con todas estas parábolas a los discípulos les pregunta, ¿entendéis todo esto? ¿Llegaremos ciertamente a entender el mensaje del evangelio que tanta actualidad tiene, sigue teniendo en el mundo de hoy y que si lo escucháramos más en verdad estaríamos haciendo un mundo mejor? Esos valores que nos enseña el evangelio son fundamentales, son esenciales para nuestra vida.

Es la sabiduría del evangelio, como se nos termina diciendo hoy. ‘Pues bien, nos dice, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo’. Saquemos a flote ese tesoro, esa sabiduría, esa prudencia de la vida, esa paciencia para no perder la paz ni la serenidad por mucho que veamos alrededor que nos inquiete, esa humildad para aceptar y para comprender, esa palabra buena que va a poner siempre paz en medio de nuestras guerras y violencias. Es la maravilla del evangelio de Jesús.

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