Valores
que nos enseña el evangelio fundamentales y esenciales para nuestra vida que
nos hacen mantener la serenidad y la paz y nos llenan de sabiduría
Éxodo 40,16-21.34-38; Salmo 83; Mateo
13,47-53
Seguramente todos nos hemos llenado de
impaciencia más de una vez, con ganas de entrar a fuego con todo, por decirlo
de alguna manera, ante la revoltura de cosas, de actitudes, de manera de
entender las cosas, de maldad de tantos quizás en nuestro entorno; quisiéramos
algo así como un mundo perfecto, donde todos siempre fuéramos buenos, donde no
existiera la maldad, donde hubiera desaparecido la injusticia y la violencia;
es cierto que es a eso a lo que aspiramos, esa sería también nuestra tarea el
conseguirlo, pero nuestro mundo es un mundo revuelto donde se entremezcla el
agua cristalina con el barro y las basuras que nosotros mismos vamos arrojando
en ese mar.
Quisiéramos quizás limpiarlo de un
golpe, aunque fuera con la violencia, nos queremos convertir en inquisidores de
los demás y vamos repartiendo condenas por doquier, queremos hacer desaparecer
a los que nosotros consideramos malos; pero quizás tendríamos que pensar ¿por
qué consideramos que son más malos que nosotros si también nos llenamos de
violencia para quererlos arrasar?. Pero, recordando otro momento del evangelio,
también tendríamos que preguntarnos, ¿quién puede tirar la primera piedra?
Hoy Jesús nos habla de una red repleta
de peces. No todos son válidos, no todos son comestibles, pero ahí está esa red
sacada del mar. Quizás observamos esa red y nos pudieran parecer todos iguales
o todos comestibles. Será el sabio pescador el que al final podrá escoger los
que son válidos, mientras los otros son arrojados de nuevo al mar. ¿No nos
estará hablando de la paciencia de Dios con nosotros y con nuestro mundo?
¿No tendría eso que hacernos pensar en
por qué nosotros vamos haciendo tantos juicios de los demás en la vida cuando
quizás no nos miramos a nosotros mismos? ¿Quiénes somos nosotros para juzgar y
para condenar? Aquí quizás tendríamos que recordar otras páginas del evangelio
que nos invitan a reconsiderar nuestros pensamientos y a evitar esos juicios y
condenas. ‘No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis
condenados’, algo así que nos dice Jesús en otro momento.
Esto tendría que ayudarnos a
reflexionar en esa tensión que vivimos en lo social y en lo político, donde en
lugar de aportar cada uno desde su manera de ver las cosas para colaborar con
los otros en la construcción pacífica de nuestra sociedad, sin embargo todo es
acritud, todo son enfrentamientos, todos parece que nos convertimos en enemigos
que pareciera que nos queremos destruir los unos a los otros. ¿Qué estamos
haciendo de nuestro mundo, de nuestra sociedad? ¿Por qué no somos en verdad
constructores que colaboramos los unos con los otros? ¿Cómo estamos educando
las futuras generaciones con los ejemplos que les estamos dando? Confieso que
son cosas que en verdad me preocupan mucho.
Jesús después de hablarles con todas
estas parábolas a los discípulos les pregunta, ¿entendéis todo esto?
¿Llegaremos ciertamente a entender el mensaje del evangelio que tanta
actualidad tiene, sigue teniendo en el mundo de hoy y que si lo escucháramos
más en verdad estaríamos haciendo un mundo mejor? Esos valores que nos enseña
el evangelio son fundamentales, son esenciales para nuestra vida.
Es la sabiduría del evangelio, como se
nos termina diciendo hoy. ‘Pues bien, nos dice, un escriba que se ha
hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va
sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo’. Saquemos a flote ese tesoro,
esa sabiduría, esa prudencia de la vida, esa paciencia para no perder la paz ni
la serenidad por mucho que veamos alrededor que nos inquiete, esa humildad para
aceptar y para comprender, esa palabra buena que va a poner siempre paz en
medio de nuestras guerras y violencias. Es la maravilla del evangelio de Jesús.
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