Palabras
de Jesús que siempre nos llenan de ánimo y despiertan esperanza, nos darán
ocasión de dar testimonio y mantener nuestra perseverancia hasta el final
Apocalipsis 15,1-4; Salmo 97; Lucas 21,12-19
Dicen que para las fiestas siempre
habrá amigos que se apunten y nos acompañen, pero en los momentos difíciles, en
los momentos oscuros es cuando sabremos calibrar bien la calidad de nuestros
amigos. Pero no lo pensemos como un juicio ajeno a nuestra propia vida juzgando
la validez de los amigos que tengamos, sino más bien tenemos que mirarlo por
nosotros mismos, pues en esos momentos difíciles, de contratiempos, donde todo
parece que lo tenemos adverso es cuando veremos donde está nuestra propia
valía, donde encontramos esa fortaleza que necesitamos para la perseverancia,
donde está la madurez de nuestra vida.
Hoy Jesús en el evangelio les está
hablando a los discípulos que no todo es un camino sobre rosas, que en ese
camino en medio del perfume de las flores nos vamos a encontrar espinas, porque
vendrán los contratiempos, la dificultades para mantenernos en el camino, las
persecuciones incluso y hasta la muerte. Pero como El mismo nos dice tendremos
ocasión de dar testimonio.
Los discípulos cercanos a Jesús lo van
a experimentar ya casi de inmediato. Jesús les ha estado hablando del
significado de la subida a Jerusalén aunque ellos no han querido o no han
sabido entender las palabras de Jesús cuando ha hablado de pasión y de muerte. ‘Eso
no te puede suceder a ti’, le dirá Pedro, y todos están convencidos de lo
mismo. Ahora ya están en Jerusalén y aunque ha habido una entrada aparentemente
triunfal en la bajada del monte de los Olivos, Jesús vuelve a insistir en el
anuncio de todo lo que está por suceder. Y ya sabemos cómo se sintieron turbados
con el prendimiento de Jesús y todo lo que luego sucedió en aquella Pascua. En
Jesús tenían que verse ellos, en lo que también un día les podía suceder.
Para que estén preparados, para que
vayan buscando esa fortaleza que necesitan, porque el espíritu está pronto,
pero la carne es débil, como les dirá en Getsemaní, es por lo que ahora les
hace estos anuncios. Tendrán ocasión de dar testimonio. Como les dirá
finalmente ‘con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas… ni un cabello de vuestra cabeza perecerá’.
Como más tarde dirá también, lo
escucharemos en próximos días, no tienen por qué estar preocupándose por
preparar la defensa; la defensa la tendrán en la fuerza del Espíritu que estará
con ellos. Aunque las dificultades muchas veces van a aparecer no desde
personas extrañas o ajenas, sino desde los más cercanos, padres, parientes,
hermanos, amigos… ‘os odiarán por causa de mi nombre’.
Y esa es nuestra lucha de hoy, ese es
el testimonio que hoy nosotros tenemos que dar; esas son las incomprensiones
que muchas veces sufriremos incluso de los que están más cercanos a nosotros
cuando queremos mantenernos en fidelidad. ¿Para qué hace falta tanto? Habremos
escuchado más de una vez. Para ser cristiano no hay que complicarse la vida,
nos dicen desde la rutina y la dejadez de la vida. Cuántas cosas en ese estilo
escuchamos, diciéndonos que tenemos que primero preocuparnos de nosotros mismos
y de nuestras cosas, que cuando tengamos tiempo entonces podemos pensar en
hacer algo por los demás. Y nunca tendremos tiempo, nunca nos sobrará tiempo, y
podemos caer por esa pendiente de la rutina y de la desgana, de la indiferencia
y de la insolidaridad. Seguro que todos tenemos muchas experiencias de ese
tipo, porque quizás muchas veces también hemos actuado así.
‘Tendremos ocasión de dar
testimonio’, nos dice Jesús. No nos
habla Jesús de esta manera para que se nos meta el miedo en el cuerpo, como
solemos decir, ni para desanimarnos; las palabras de Jesús siempre quieren
despertar en nosotros la esperanza, nos quieren animar a la fidelidad, a hacer
crecer nuestra fortaleza interior, a descubrir la presencia de su Espíritu que
nunca nos faltará.
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