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jueves, 14 de diciembre de 2023

Necesitamos unas curas de humildad contemplando a quien era el más grande de los nacidos de mujer pero que dejaba adelantarse a los pequeños en el reino de los cielos

 


Necesitamos unas curas de humildad contemplando a quien era el más grande de los nacidos de mujer pero que dejaba adelantarse a los pequeños en el reino de los cielos

 Isaías 41, 13-20; Sal 144; Mateo 11, 11-15

Siguiendo con nuestro camino de Adviento la liturgia nos va delineando la figura de Juan Bautista, aquel que había sido preanunciado como el que venía a preparar los caminos del Señor y que venía con el poder y el espíritu de Elías para reunir a los hijos dispersos para preparar un pueblo bien dispuesto para la venida del Señor.

En la interpretación que iban haciendo de las Escrituras y de lo anunciado por los profetas tenían la esperanza que el profeta que había sido arrebatado al cielo en un carro de fuego, habría de volver antes de la llegada del Mesías. En cierto modo es a lo que hará referencia el ángel del Señor cuando se manifieste a Zacarías en la ofrenda del incienso en el templo anunciándole el nacimiento de un hijo que habría de tener una misión muy especial. Es a lo que ahora nos hará hoy referencia Jesús en el evangelio de que Elías ya ha venido, si querían admitirlo, haciendo referencia a la presencia del Bautista, como comentarán algunos de los que escucharon las palabras de Jesús.

Hoy Jesús nos quiere hablar de la grandeza del Bautista, como hará también en otros momentos del evangelio y que ya tendremos la oportunidad de comentar, pero al tiempo quiere señalarnos donde está la verdadera grandeza que nosotros hemos de buscar. ‘No ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista…’ les dice, ‘profeta y más que profeta’ que dirá en otro momento, pero al mismo tiempo nos señala que ‘el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él’.

¿Qué nos dirá Jesús en otros momentos cuando los discípulos andaban tan preocupados por los primeros puestos y quien iba a ser el más principal cuando faltare Jesús? El más pequeño es el más grande en el Reino de los cielos, y serán los primeros y los importantes los que sepan ser los últimos, hacerse servidores de todos. Hoy nos habla Jesús de la grandeza de Juan, pero una grandeza que también nosotros podremos alcanzar si sabemos hacernos pequeños, si sabemos hacernos los últimos y los servidores de todos.

Pero nosotros seguimos soñando con grandezas, con prestigios, con honores y con reconocimientos, con aplausos y con homenajes, y con la mejor buena voluntad hacemos muchas veces cosas muy buenas, pero calladamente estamos esperando el reconocimiento, la gratitud, el que nos lo tengan en cuentas, en que sean méritos que vayamos acumulando. No son esos los caminos del evangelio, no son esos los caminos de los que queremos seguir a Jesús.

Y con esos pensamientos dentro de nosotros, aunque tratemos de disimularlo, muchas veces sentimos violencia dentro de nosotros mismos, desde lo que nos gustaría alcanzar de reconocimientos o de valoraciones y el lugar que seguimos ocupando; nos cuesta pasar desapercibidos, queremos hacernos notar, sentimos unas cosquillas dentro de nosotros cuando vemos que otros son alabados y ensalzados y para nosotros no hay una palabra, una mueca al menos de reconocimiento, no queremos que nadie se nos adelante; qué duro se nos hace cuando quizás alguien echa tierra sobre nosotros que nos puede hacer perder prestigios, puestos de honor, o influencia sobre los demás.

No terminamos de asumir y aprender lo que es el camino de Jesús que no es otro el camino que nosotros hemos de hacer. Necesitamos unas curas de humildad. Miremos al Bautista, con sus pieles de camello, con sus langostas y miel silvestres (que no eran precisamente langostinos), y con la humildad de reconocer que no le importa menguar si el que crece es el Mesías que ha de venir.

Qué lección tenemos para nuestras actitudes desequilibradas, para los celos y las envidias que tantas veces se nos meten por dentro, para nuestras desconfianzas. Unas actitudes nuevas tienen que nacer en nuestro corazón.

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