Despertemos,
el adviento nos está llamando, Jesús viene a nosotros en tantas situaciones que
podemos descubrir, ¿dónde lo vamos a dejar nacer?
Isaías 40, 1-11; Sal 95; Mateo 18, 12-14
Yo ahora no tengo tiempo, tengo tantas
cosas que hacer… será la disculpa que más de una vez nos hemos dado, cuando no queríamos
que nos molestarán, no queríamos comprometernos, o rehuíamos la llamada que
alguien nos hacía para que le echáramos una mano. Es la disculpa que nos damos,
que estamos muy ocupados, cuando somos quizás conscientes en un momento de
lucidez cuántas cosas podríamos hacer por los demás, cuando vemos a alguien
desanimado que necesita una palabra de aliento, o cuando vemos a alguien con
problemas sin saber cómo salir adelante. Tenemos tantas cosas que hacer, nos
decimos y nos justificamos.
Hoy Jesús nos ha hablado de la oveja
que se ha descarriado, que se perdido, que se ha alejado del rebaño y puede
estar en peligro, y nos dice que el pastor guarda las noventa y nueve en el
aprisco y se va a buscar a la oveja perdida allá donde se encuentre. Y claro,
nos habla de la alegría cuando el pastor recupera la oveja perdida, de manera
que en su alegría corre a anunciarlo a amigos y familiares, porque ha
encontrado la oveja perdida. Y nos termina diciendo que el Padre del cielo no
quiere que se pierda ninguna de sus pequeñas ovejas.
Cuánto nos dice este pasaje del
evangelio. Nos está hablando de la ternura de Dios significada en esa ternura
del pastor. Quizás algunas veces desde la distancia no somos capaces de calibrar
bien lo que es la ternura que siente por sus animales el que los cuida. Ya sea
el ganadero que tiene sus rebaños, o aquel que tiene junto a si un animalito
que le cuida y le hace compañía. Sea de una forma de otra hay como una ternura
especial, una relación especial que no es solo tener unos animales porque de
ellos pueda obtener un rendimiento. Recuerdo a mi padre que a los ganados que
teníamos en casa a cada uno de aquellos animales los llamaba por un nombre;
como nos sucede cuando tenemos unas mascotas o unos animales de compañía.
Por eso no nos extrañe esta comparación
que nos quiere hacer hoy Jesús en el evangelio, porque ahí nos está hablando de
la ternura de Dios, de su misericordia y compasión, de cómo Dios nos llama y
nos busca y con lazos de amor a través de muchos signos quiere atraernos hacia
El. La prueba más maravillosa la tenemos en Jesús, rostro de la misericordia de
Dios que nos regala su amor y su perdón.
Pero este texto del evangelio nos
cuestiona a algo más, porque nos está planteando las actitudes que nosotros
hemos de tener. ¿No tendríamos que hacer como el pastor que deja las noventa y
nueve en el redil para ir a buscar a la oveja perdida? ¿Cómo traduciríamos eso
a nuestra vida concreta? ¿No hablábamos al principio de aquella muletilla que
nos gastamos de que no tenemos tiempo? ¿Qué es lo que tendríamos que dejar
apartado a un lado para encontrar caminos de ir al encuentro con los demás?
Consolad, consolad a mi pueblo, nos decía el profeta en la primera lectura.
¿Habremos pensado en quien está cerca de nosotros y necesita unas palabras de
aliento y de consuelo?
Nos parece que la gente vive toda feliz
y contenta, porque vamos tan deprisa por los caminos de la vida que no nos
detenemos para fijarnos con atención a las personas con las que nos encontramos
o con las que nos cruzamos. Mírales a los ojos y descubrirás muchas tristezas y
muchas lágrimas reprimidas, descubrirás corazones angustiados y apenados, gente
que van con sus tormentos en el corazón sin encontrar quizás con quien desahogarse
y contar sus penas, personas que se van arrastrando por la soledad de la vida
porque no tienen a nadie a su lado, gente que sufre con sus enfermedades o con
el sufrimiento de los suyos y no saben cómo encontrar alivio y consuelo para su
dolor.
Y nosotros tenemos tanto que hacer,
nosotros que vamos con nuestras carreras, nosotros que no pensamos sino en lo
que nos puede hacer sufrir pero no queremos sintonizar con el sufrimiento de
los demás porque nos puede parecer demasiada carga. Despertemos. El Adviento
nos está llamando. No solo vamos a preparar unos turrones o unos bonitos
adornos para nuestra casa. Jesús está llegando a nosotros en todas esas
situaciones que podemos descubrir en los demás y ¿dónde lo vamos a hacer nacer?
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