La
fiesta de la Inmaculada, una invitación a que lancemos un grito de esperanza en
la búsqueda de la paz que hoy necesita nuestro mundo
Génesis 3, 9-15. 20; Sal 97; Efesios 1, 3-6.
11-12; Lucas 1, 26-38
Apenas iniciado el camino del Adviento
nos aparece la figura de María en esta hermosa fiesta tan entrañable para todos
de la Inmaculada Concepción de María. Viene como a condensar todo el camino que
vamos haciendo acompañados de los profetas y de Juan Bautista, donde María nos
aparecerá también en el momento oportuno en la cercanía de la Navidad. Pero hoy
nos aparece esta fiesta que es una fuerte invitación a que lancemos el grito de
la esperanza porque tenemos la certeza de la victoria de la vida del amor sobre
la muerte.
Bien necesitamos ese aliento para el
camino que en Maria encontramos. A veces nos encontramos desalentados cuando
nos sentimos envueltos en tantas negruras de muerte y de violencia, de
enfrentamientos sin sentido ni razón, de insensibilidad y de inferencia que nos
hace insolidarios y egoístas porque solo nos miramos a nosotros mismos y no
sabemos abrir el corazón a lo que en verdad nos pueda elevar y trascender. Pero
es posible un mundo nuevo y distinto; no van a ser los orgullos y las
ambiciones los que nos dominen y sigan esclavizando, porque con Maria
aprendemos a abrir nuestra vida para que se llene de Dios cuando sabemos abrir
el corazón con mirada nueva a los que nos rodean.
Es el aliento que de Maria recibimos
haciendo renacer las esperanzas en nuestro corazón. El orgullo de querer ser como
Dios destruyó el plan de Dios que quería una humanidad para la dicha y la
felicidad; por algo en la imagen de la Biblia aparece el hombre colocado en un jardín
que tenía que ser las delicias para la humanidad, pero cuando nos endiosamos
nos destruimos a nosotros mismos y causamos destrucción a nuestro alrededor.
Qué pronto comenzó la desconfianza en el corazón del hombre cuando se dejó
seducir por el pecado; se escondieron porque se dieron cuenta de que estaban
desnudos, nos dice el autor sagrado. Y pronto comenzarán las culpabilizaciones,
como siempre hacemos en la vida, cuando no queremos reconocer nuestros errores
y siempre se los queremos aplicar a los demás. Fue el querer pasarse la pelota
entre Adán y Eva, finalmente terminando en la serpiente del maligno.
Es la historia de las negruras de
nuestra vida, pero hoy contemplamos a quien no se esconde aunque sienta la
humildad de su pequeñez sino que se siente sorprendida con el misterio de Dios
que el ángel le está comunicando. Le cuesta entender el misterio – se puso a
rumiar y considerar lo que significaban aquellas palabras – pero está pronta,
aunque se siente pequeña, para ponerse a disposición del plan de Dios. ‘Aquí
está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra’.
Una nueva aurora se despliega para la
humanidad. Será posible la victoria del amor y de la vida. María nos está
abriendo el camino. El velo de sombras se va a descorrer porque algo nuevo va a
comenzar. Dios está con nosotros, va a ser para siempre el Emmanuel y el sí de
aquella doncella de Nazaret hizo posible el nacimiento de una nueva humanidad,
porque Dios sigue creyendo en el hombre,
sigue contando con el hombre y por eso
El mismo se hace hombre. ‘Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros’.
Es cierto que es el Misterio de la
Navidad para el que nos estamos preparando y que pronto vamos a celebrar. Hoy
con María Inmaculada estamos ya pregustando los gozos de esa fiesta, porque ha
renacido la esperanza en nuestros corazones. Es el grito de la esperanza que
con María en esta fiesta en que la contemplamos toda pura, sin pecado concebida
en virtud de los méritos del que iba a nacer de sus entrañas nosotros queremos
proclamar. Es posible ese mundo nuevo en que ya nunca nos escondamos con
nuestras malicias y nuestras desconfianzas, en que ya para siempre seamos
capaces de tendernos la mano para caminar junto, en que nuestras palabras no
serán ya más para el enfrentamiento acalorado culpando siempre a los demás de
nuestros males y por eso queramos destruirlos, sino que va a nacer un reino
nuevo de amor, de justicia y de paz.
Para nosotros es un compromiso y muy
serio. Porque celebrar esta fiesta de María no es para quedarnos estáticos y
cada uno en su rincón, sino que es y tiene que ser un ponernos en camino. Como
lo hizo María, pronto la veremos en camino para buscar un lugar donde ir a
servir, donde llegar la alegría de Dios que desbordará incluso de la casa de
Zacarías e Isabel porque se trasportará por todas las montañas de Judea como un
adelanto de los cánticos y de gloria y de paz que meses mas tarde harán resonar
los ángeles por los campos de Belén anunciando el nacimiento del Salvador.
¿Será lo que nosotros también tenemos
que hacer ya desde este día y desde esta fiesta de la Inmaculada? ¿Cuáles van a
ser los verdaderos cánticos de paz que tienen que resonar en la noche de la
navidad? ¿Veremos pronto la paz en aquellos lugares de conflicto y de guerra o
seguirá sin poderse celebrar la noche de Navidad en Belén como algunos anuncian
que sucederá en este año? ¿No podremos cambiar nosotros esos anuncios porque allí
donde estemos construyamos más comprometidamente la paz?
Creo que María Inmaculada a eso nos
está invitando. Ojalá podamos cantar ese cántico nuevo porque sentimos que el
Señor sigue haciendo maravillas.
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