Por
nuestros acomodos y falta de valiente testimonio se va secando nuestro mundo,
materializando tanto que va perdiendo el sentido espiritual y se va
descristianizando
Romanos 9,1-5; Sal 147; Lucas 14,1-6
Hay veces en que no somos leales ni con
nosotros mismos. ¿Por qué digo eso? Queremos contentar a todos, no queremos
desagradar a nadie, a todos ofrecemos una sonrisa aunque por dentro nos estemos
recomiendo porque no nos gusta lo que hacen o lo que dicen, pero hay que quedar
bien, ser agradable con todos, pero, ¿dónde han quedado nuestros valores y
nuestros principios? Como se suele decir a la altura del betún.
No opinamos para no llegar la
contraria, y entonces vayan a pensar de nosotros o nos vayan a catalogar. No
somos firmes en nuestras convicciones tenemos miedo de que se nos ponga la cara
colorada, y entonces disimulamos, tratamos de hacer unas mezclas para que todos
se queden contentos, y así podríamos decir muchas cosas que nos cuesta
reconocer, pero que tantas veces hacemos de forma parecida para mantener los
apariencias.
A Jesús lo habían invitado a comer en
casa de uno de los fariseos principales, y como era normal en ese tipo de
comidas o banquetes allí estaban todos los amigos del anfitrión que además
formaban parte del mismo grupo de los fariseos. Y como solía suceder en
ocasiones así estaban todos al acecho a ver qué es lo que hacía o lo que decía
Jesús. ¿Se vería Jesús comprometido porque no estaba en su ambiente, estaba
además rodeado de todos aquellos personajes principales, así se consideraban,
de la sociedad del momento? ¿Cuál sería la manera de actuar de Jesús?
Resultó que apareció allí por el
banquete – donde estuviera Jesús enseguida acudían con sus dolencias y con sus
angustias – un hombre que padecía de hidropesía. Una enfermedad incómoda y
molesta que con llevaba muchos sufrimientos. ¿Qué haría Jesús? Sabía que allí
estaban todos aquellos personajes
principales al acecho. Y Jesús va directamente al grano. Lanza la pregunta.
Sabía que allí estaban todos aquellos leguleyos, además muchos de ellos
maestros de la Ley, siempre pendientes de sus juicios morales sobre todo lo que
se pusiera por delante. ‘¿Es lícito curar los sábados o no?’
No lo especifica claramente el
evangelista aunque lo de a entender, pero en ese momento se produjo un abismo
de silencio. ¿Cómo se atreve a hacer tal pregunta si está tan claro en la ley?,
pensarían aquellas personas. Para ellos parecería que la respuesta sería fácil.
Pero Jesús estaba preguntando por algo más, estaba preguntando donde está la
dignidad de la persona. ¿Qué sería realmente lo que Dios querría en situaciones
así?
Y a pesar de los silencios cortantes,
Jesús sigue haciendo preguntas, sigue haciendo reflexionar. Se cae un animal a
un pozo y aunque sea sábado no lo dejamos morir, sino que haremos todo lo que
sea necesario para sacarlo del pozo. ¿Está una persona sumida en sus
sufrimientos y la dejaremos que se hunda y se ahogue en el pozo?
No tuvo Jesús reparo en que todos
aquellos que le rodeaban, que incluso aquel que lo había invitado a aquella comida
pudieran pensar distinto. No actuó Jesús, como se suele decir hoy, haciendo lo
políticamente correcto. La verdad de su mensaje tenía que brillar con todo
resplandor. El que sepamos buscar siempre por encima de todo es el camino que
hemos de seguir y es con el que de verdad damos gloria a Dios. La gloria del
Señor no se consigue a costa del hombre, a costa de la persona.
Y es cómo tenemos que mostrarnos los
cristianos, que tantas veces parece que vamos como avergonzados; no somos
valientes para dar testimonio; no proclamamos lo que son nuestras creencias,
nuestros valores y nuestros principios; tratamos de acomodarnos al ambiente en
el que vivimos y como sabemos que es desfavorable no vamos a ir de
provocadores. Nos falta el arrojo del Espíritu, el testimonio valiente de
nuestra fe. Y por esa falta de valiente testimonio así se va secando nuestro
mundo, que se va materializando tanto que va perdiendo el sentido espiritual,
que se va descristianizando. Seamos valientes que con nosotros está la fuerza
del Espíritu.
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