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viernes, 30 de junio de 2023

Comencemos de verdad a dar las señales del Reino de Dios y que el anuncio de la Buena Noticia sea algo más que palabras, en nosotros está

 

Comencemos de verdad a dar las señales del Reino de Dios y que el anuncio de la Buena Noticia sea algo más que palabras, en nosotros está

Génesis 17,1.9-10.15-22; Sal 127;  Mateo 8,1-4

¿Alguna vez nos hemos encontrado en la situación de que alguien se acerque a nosotros para decirnos que en nuestras manos está, el que le resolvamos aquel problema que tiene, que él sí está seguro que nosotros podemos resolvérselo?

¿Qué hacemos si nos encontramos en una situación así? ¿No nos creemos que esté en nuestras manos la solución? ¿Dar la vuelta y volverle la espalda ignorando aquello que nos piden, pues vete a saber… como siempre sospechamos? ¿Intentamos encontrar alguna salida y ver lo que podemos hacer? Diversas reacciones podemos tener. ¿Cuál será la medida de nuestro corazón? ¿Por qué son esas seguridades en quien viene a pedirnos?

Jesús había estado enseñando en el monte; ya había reunido en torno a él un grupo de discípulos más cercanos que siempre le seguían que iba a ser como principio de aquel grupo, de aquella pequeña comunidad que iba creando. Les enviaría también a ellos a anunciar el Reino y curar enfermos. Ahora alguien, que quizás de lejos le había estado escuchado dada su situación de leproso que no podía mezclarse con los demás viene a decirle que si quiere El puede curarle; y Jesús lo tocó diciéndole, quiero, queda limpio, y al momento aquel hombre quedó curado.

¿Eran los signos del Reino de Dios que Jesús había estado anunciando? Se está manifestando claramente que la buena noticia llega a los pobres y a los que sufren; aquello anunciado por el profeta y proclamado en la sinagoga de Nazaret que era algo así como una proclamación programática de la acción del Mesías de Dios. ‘Los pobres son evangelizados’ y se están dando las señales de liberación y de salvación que anunciaba el profeta.

No me quiero quedar en lo acaecido aquel día al pie de la montaña cuando Jesús de nuevo baja a la llanura para el encuentro con los que sufren. Es que ese evangelio lo escuchamos hoy. Pero no como un relato bonito del que podemos hacernos hermosas consideración. Es evangelio hoy, es buena noticia hoy para este mundo, estos hombres y mujeres que vivimos en este momento concreto de la historia

¿A quien estará representando este leproso? ¿De quienes será signos hoy este leproso? Podemos ser tu y yo que también con nuestra lepra – ¡cuánto mal se sigue encerrando en nuestros corazones y del que tenemos necesidad de liberarnos! – nos acercamos a Jesús para decirle también ‘si quieres, puedes limpiarme’.

Pero es que podemos decir también que nosotros estamos en el lado de Jesús, porque a nosotros también se nos ha confiado una misión como Iglesia en medio de nuestro mundo donde también tenemos con urgencia que anunciar el Reino de Dios. ¿Podríamos ver representado en ese leproso a ese mundo que nos rodea y también se acerca para decirnos ‘si quieres, puedes sanarme’?

Ante nosotros, ante la Iglesia está ese mundo que tantas veces los describimos envuelto en tantos males, pero que muchas veces nos quedamos en eso, en hacer bonitas descripciones. Pero también se nos está diciendo en tus manos está, ¿y qué hacemos? ¿No estará el mundo esperando una respuesta de nuestra parte? ¿Tendremos miedo de tender nuestra mano para tocar al leproso? ¿Tendremos miedo de meternos en medio de ese mundo para comenzar, pero en serio, a hacer una transformación?

¿Cuándo comenzaremos de verdad a dar las señales del Reino de Dios y que esa buena noticia sea algo más que palabras?

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