Comencemos
de verdad a dar las señales del Reino de Dios y que el anuncio de la Buena
Noticia sea algo más que palabras, en nosotros está
Génesis 17,1.9-10.15-22; Sal 127;
Mateo 8,1-4
¿Alguna vez
nos hemos encontrado en la situación de que alguien se acerque a nosotros para
decirnos que en nuestras manos está, el que le resolvamos aquel problema que
tiene, que él sí está seguro que nosotros podemos resolvérselo?
¿Qué hacemos
si nos encontramos en una situación así? ¿No nos creemos que esté en nuestras
manos la solución? ¿Dar la vuelta y volverle la espalda ignorando aquello que
nos piden, pues vete a saber… como siempre sospechamos? ¿Intentamos encontrar
alguna salida y ver lo que podemos hacer? Diversas reacciones podemos tener.
¿Cuál será la medida de nuestro corazón? ¿Por qué son esas seguridades en quien
viene a pedirnos?
Jesús había
estado enseñando en el monte; ya había reunido en torno a él un grupo de discípulos
más cercanos que siempre le seguían que iba a ser como principio de aquel
grupo, de aquella pequeña comunidad que iba creando. Les enviaría también a
ellos a anunciar el Reino y curar enfermos. Ahora alguien, que quizás de lejos
le había estado escuchado dada su situación de leproso que no podía mezclarse
con los demás viene a decirle que si quiere El puede curarle; y Jesús lo tocó diciéndole,
quiero, queda limpio, y al momento aquel hombre quedó curado.
¿Eran los
signos del Reino de Dios que Jesús había estado anunciando? Se está
manifestando claramente que la buena noticia llega a los pobres y a los que
sufren; aquello anunciado por el profeta y proclamado en la sinagoga de Nazaret
que era algo así como una proclamación programática de la acción del Mesías de
Dios. ‘Los pobres son evangelizados’ y se están dando las señales de
liberación y de salvación que anunciaba el profeta.
No me quiero
quedar en lo acaecido aquel día al pie de la montaña cuando Jesús de nuevo baja
a la llanura para el encuentro con los que sufren. Es que ese evangelio lo
escuchamos hoy. Pero no como un relato bonito del que podemos hacernos hermosas
consideración. Es evangelio hoy, es buena noticia hoy para este mundo, estos
hombres y mujeres que vivimos en este momento concreto de la historia
¿A quien
estará representando este leproso? ¿De quienes será signos hoy este leproso?
Podemos ser tu y yo que también con nuestra lepra – ¡cuánto mal se sigue
encerrando en nuestros corazones y del que tenemos necesidad de liberarnos! –
nos acercamos a Jesús para decirle también ‘si quieres, puedes limpiarme’.
Pero es que
podemos decir también que nosotros estamos en el lado de Jesús, porque a
nosotros también se nos ha confiado una misión como Iglesia en medio de nuestro
mundo donde también tenemos con urgencia que anunciar el Reino de Dios.
¿Podríamos ver representado en ese leproso a ese mundo que nos rodea y también
se acerca para decirnos ‘si quieres, puedes sanarme’?
Ante
nosotros, ante la Iglesia está ese mundo que tantas veces los describimos
envuelto en tantos males, pero que muchas veces nos quedamos en eso, en hacer
bonitas descripciones. Pero también se nos está diciendo en tus manos está, ¿y
qué hacemos? ¿No estará el mundo esperando una respuesta de nuestra parte?
¿Tendremos miedo de tender nuestra mano para tocar al leproso? ¿Tendremos miedo
de meternos en medio de ese mundo para comenzar, pero en serio, a hacer una
transformación?
¿Cuándo
comenzaremos de verdad a dar las señales del Reino de Dios y que esa buena
noticia sea algo más que palabras?
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