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viernes, 26 de mayo de 2023

Podemos tener la seguridad de que el amor de Dios sigue confiando en nosotros por mucho que sea nuestro pecado, eso nos llena de paz y de nuevos ánimos para seguir amando

 


Podemos tener la seguridad de que el amor de Dios sigue confiando en nosotros por mucho que sea nuestro pecado, eso nos llena de paz y de nuevos ánimos para seguir amando

Hechos 25, 13b-21; Sal 102; Juan 21, 15-19

Es un reencuentro de amigos que se aprecian mucho. Quizás ha habido algún momento de frialdad por medio, alguna deslealtad que podría haber puesto en peligro aquella amistad que había estado bien consolidada, han pasado muchas cosas por medio, pero ahora se han reencontrado de nuevo. En quien siente en sí el peso de las deslealtades o de los fallos quizás se encuentre apesadumbrado y no sabe muy bien en qué pueden quedar las cosas, pero el amigo que sabe bien lo que es el verdadero amor aunque conozca también las debilidades que nos acompañan en la vida trata de hacer que aquel encuentro no se convierta en reproches que avergüencen sino más bien quiere dar por sentado que la amistad permanece; la conversación se hace amigable y pronto volverán a salir a relucir los amores que nunca se acaban y la amistad que termina más anudada.

Es la lección de la confianza que quizá tengamos que aprender para cuando nos encontremos en situaciones así. Eres amigo y siempre seguiré confiando en ti, se dice aunque necesariamente no tienen que sonar las palabras, pero sí los gestos que manifiestan la sintonía del corazón.

¿Me estoy inventando esta historia? cuando hay verdadero amor y amistad es la realidad de lo que hacemos los amigos que siempre confiamos. Es la historia que nos cuenta el evangelio hoy. en este final del tiempo pascual la liturgia para estos dos días de la semana que nos quedan nos transporta de nuevo a aquel episodio que ya escuchamos en parte de la pesca milagrosa en el lago de Tiberíades después de la resurrección; como nos concretará el evangelista, fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

Hoy el relato del evangelio se concreta ya en el momento en que tras el reconocimiento de Jesús Pedro ha llegado a los pies de Jesús, adelantándose al resto que al llegar se encontrarán un pez sobre las brasas y la invitación de Jesús a comer. ‘Vamos, almorzad’, les había dicho Jesús.

Fue después de la comida con Jesús se lleva a Pedro aparte para hablar del amor y de la amistad. Son escuetas las palabras del Evangelio, como suele ser siempre, aunque podemos imaginar la extensión de la conversación. ‘Pedro, ¿me amas más que estos?’ Una, dos y tres veces hará Jesús la pregunta, y siempre Pedro porfiará su amor por Jesús. ‘Tú sabes que te amo’, será siempre la respuesta de Pedro. No hay recriminaciones porque un día Pedro cobardemente había regado conocer a Jesús. Solamente la pregunta por el amor, como queriendo decir Jesús que sabe bien que Pedro le ama. Por eso sigue confiando en El, ‘apacienta mis ovejas, apacienta mis corderos…’ será la confirmación de Jesús.

Era la confirmación por parte de Jesús de que puede seguir confiando en su amor, porque es un amor que nunca falla. Cómo lo necesitamos tantas veces escuchar nosotros. Lo sabemos pero necesitamos que retumbe en nuestro corazón. Apesadumbrados muchas veces nos acercamos y parece que nos falta la confianza cuando sentimos la indignidad de nuestra debilidad que nos ha llevado a tantas errores en la vida.

Y andamos tan quemados porque en nuestras relaciones humanas no siempre encontramos la comprensión y el perdón, que nos parece que nos pueda suceder lo mismo ante Dios. Pero podemos tener una seguridad, el amor de Dios sigue confiando en nosotros por mucho que sea nuestro pecado. Y eso nos llena de paz, y eso pone ánimos en la vida para levantarnos y para seguir amando, y eso nos da fuerza para afrontar todo lo que podamos encontrar en contra, pero para afrontar también nuestra debilidad y nuestra cobardía tantas veces repetida.

Que eso sepamos nosotros ofrecer y que eso sepamos encontrar en los hermanos que nos rodean. Qué actitudes nuevas hemos de saber tener con los demás, hayan hecho lo que hayan hecho, y sean lo que sean. Que eso podamos encontrar en la Iglesia, que tiene que ser siempre madre de misericordia, y que en verdad sea en medio de un mundo de revanchas y de rencores mal curados un signo de que el amor siempre confía en la persona que es capaz de poner amor en su vida a pesar de su debilidad. Necesitamos una Iglesia así. Necesitamos nosotros también ser así.

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