Mantengamos firme nuestra fe y mantendremos la alegría y la
esperanza dando gracias por ese camino de fidelidad que venimos recorriendo,
aún la fe caldea nuestro corazón
Hechos 20, 17-27; Sal 67; Juan 17, 1-11a
Hay momentos
en la vida en que presentimos que se va a dar un cambio de rumbo, que quizás
una etapa de la vida la hemos culminado y pasaremos a otras responsabilidades,
y no digamos si tenemos la lucidez suficiente y por la edad nos damos cuenta
que podemos estar en una etapa final de la vida; hacemos entonces
recapitulaciones, que por supuesto tenemos que saber hacer siempre con
serenidad de espíritu, hacemos un repaso de responsabilidades que habíamos
asumido y de alguna manera queremos tener como un visto bueno de la misión
cumplida, o incluso podemos tener la oportunidad de unos consejos o
recomendaciones a quienes toman el relevo señalando quizá cosas que
consideramos fundamentales y que invitamos a tener en cuenta, salvando siempre
la libertad de quienes vienen detrás de nosotros.
Me viene este
pensamiento contemplando y escuchando este texto del evangelio que va a tener
continuidad estos días hasta que termine el tiempo pascual, y que corresponden
a los momentos finales de la última cena de Jesús antes de su pasión y de su
pascua. Glorifica Jesús al Padre queriendo también El ser glorificado por el
Padre; sabe Jesús que está en el momento culminante de la Pascua con la que
concluirá, por decirlo de alguna manera, su misión. Ha cumplido su misión que
tendrá su momento culminante en la Pascua, en su entrega hasta la muerte en
cruz; había venido Jesús para llenarnos de vida eterna, trasmitirnos el
conocimiento de lo que es la vida eterna, el Reino de Dios tan repetido a lo
largo del evangelio, y ha trasmitido a los discípulos esos secretos del Reino de Dios.
‘Esta
es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado,
Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que
me encomendaste… He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del
mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora
han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he
comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han
conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado’.
Su obra
está realizada, ‘he manifestado tu nombre a los que me diste en medio del
mundo…’ reconoce Jesús. Ha venido a despertar la fe en el Padre ‘y ellos
han creído que tú me has enviado’. Con esa fe sembrada en sus corazones
quedan los discípulos, aunque todavía han de pasar por momentos difíciles que
van a poner a prueba su fe. Pero Jesús ruega por ellos, para que sean fieles,
para que se mantengan firmes, para que den testimonio, para que no se sientan
solos, para que un día puedan sentirse fortalecidos con el espíritu Santo
prometido.
Es la
oración de Jesús, al tiempo que pone toda su confianza en los discípulos que
han de continuar su obra. Sabe, y eso se los dirá más tarde, que cuando reciban
la fuerza de lo alto van a ser testigos no solo en Jerusalén y Judea, sino que
han de llegar a los confines de la tierra. Ahora será distinto, pero Jesús les
promete que siempre estará con ellos hasta el final de los tiempos.
También a
nosotros se nos han revelado esos secretos del misterio de Dios, esos secretos
del Reino de Dios que hemos de vivir. Dios también se nos ha revelado en lo
hondo de nuestros corazones y también queremos vivir nuestra fe en Jesús, poner
toda nuestra confianza en El. Sin embargo, es cierto, muchas veces nos sentimos
débiles y frágiles, pero pensemos que Jesús ha rogado por nosotros al Padre.
Tampoco a
nosotros nos faltará la fuerza del espíritu, Dios está con nosotros, podemos
caminar con seguridad. Que no se nos adormezca nuestra fe, que no se nos diluya
en medio de tantas cantinelas que escuchamos en medio del mundo, que como
cantos de sirena quieren torcer nuestro camino. Mantengamos firme nuestra fe, y
mantendremos nuestra alegría y nuestra esperanza. Demos gracias a Dios,
glorifiquemos al Padre por ese camino de fidelidad que venimos recorriendo a
pesar de errores y tropiezos. Aún la fe caldea nuestro corazón.
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