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jueves, 16 de marzo de 2023

Y los cristianos tenemos que dar la nota, manifestar lo que creemos en la vida que llevamos, manifestarnos como creyentes aunque eso no cuente para los que nos rodean

 


Y los cristianos tenemos que dar la nota, manifestar lo que creemos en la vida que llevamos, manifestarnos como creyentes aunque eso no cuente para los que nos rodean

Jeremías 7,23-28; Sal 94; Lucas 11,14-23

Seguro que al menos consideraremos como una falta de respeto, pero incluso si nos lo hacen a nosotros nos sentiremos ofendidos, si cuando estamos hablando con alguien este nos vuelve la cara como una señal de que no quiere escucharnos, o nos vuelve la espalda. La más mínima corrección y respeto nos exige prestar atención a quien nos habla.

Pero peor aún si llega a nuestros oídos que aquello que nosotros hemos hecho con gran dedicación y generosidad por nuestra parte para ayudar a alguien, por ejemplo, alguien con muy mala saña propaga que aquello no es obra nuestra sino que se lo atribuyen a otras personas, o quizás alguien se lo atribuye a si mismo. Se sentiría herido nuestro amor propio, nos sentiremos molestos con tales muestras de ingratitud, y en cierto modo nos sentiríamos defraudados de esas personas que propagan tales cosas.

¿Qué estaba sucediendo con la obra de Jesús? Ya el profeta en la primera lectura que hoy se nos propone en la liturgia habla de esa nuestra actitud desagradecida ante Dios, en que incluso le damos la espalda tantas veces que no queremos escucharle, o quizás queremos aparentar una bondad que luego no tenemos, mostrándonos allí donde nos interesa muy religiosos y muy creyentes, pero luego en el día de nuestra vida le vamos dando la espalda a Dios, olvidándonos de lo que es su mandamiento y de lo que es su voluntad.

Hoy el evangelio nos habla de un milagro de Jesús, ha liberado del mal a una persona con la expulsión de un demonio, y aunque hay quienes se llenan de admiración por la obra de Jesús, sin embargo pronto surgen aquellos que no quieren reconocer la obra de Dios que se manifiesta en Jesús, atribuyendo al poder del maligno aquellas obras que Jesús realiza, precisamente expulsando el espíritu del mal de aquellas personas. Y aquí aparece la incongruencia, por lo que Jesús habla del reino dividido que no puede subsistir, porque si luchamos contra nosotros mismos lo que hacemos es destruirnos. Es la incongruencia del razonamiento de aquellas personas que ya no saben cómo oponerse a Jesús, quererle desprestigiar porque no quieren reconocer la obra de Dios en El.

Y es aquí donde tenemos que ponernos a pensar en nuestras incongruencias que se manifiestan en tantas cosas. Como se suele decir en dicho popular encendemos una vela a Dios y al mismo tiempo otra al diablo. Es la incongruencia de que muchas veces nuestra vida esté tan distante de esa fe que decimos que tenemos y que incluso en determinados momentos hacemos hasta confesión pública de esa fe.

Quiero mirarme a mi mismo, como os invito a quienes leen estas semillas de cada día a que nos miremos con sinceridad a nosotros mismos. Nos llamamos cristianos porque decimos que creemos en Jesús, hay momentos en que parece que queremos vivir una intensa religiosidad, pero luego con sinceridad tenemos que darnos cuenta de que aquello que confesamos no es lo que vivimos cada día. Nuestra vida se vuelve muchas veces rutinaria, simplemente nos dejamos arrastrar, y muchas veces ese ambiente externo que nos rodea puede más que nosotros mismos. ¿Qué hacemos? lo que todo hacen, no nos queremos diferenciar, porque pensamos quizás que daríamos la nota.

Y los cristianos de verdad tenemos que dar la nota, manifestar lo que creemos en la vida que llevamos, manifestarnos como creyentes aunque eso no cuente para los que nos rodean. Aunque sea políticamente incorrecto, como se dice ahora. Nos decimos creyentes y vivimos como ateos, porque no tenemos presente de verdad a Dios en nuestra vida, en lo que hacemos. De alguna manera parece algunas veces que prescindimos de Dios, vivimos sin el sentido de la fe aquello que hacemos, aquello que decimos. Simplemente nos contentamos con hacer lo que todos hacen. ¿Nos podemos de verdad así llamarnos cristianos si en la práctica casi podríamos decir que vivimos como paganos?

Incongruencias que no nos faltan en la vida. Cosas que tendrían que hacernos pensar. Porque es que realmente muchas veces le estamos dando la espalda a Dios. Oímos que quiere hablarnos pero no lo escuchamos, porque nosotros andamos con otras canciones de la vida. ¿Estamos o no estamos con Jesús?

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