La
Buena Noticia de Jesús nos interroga y nos inquieta, nos pone alto el listón
del amor y nos propone la santidad de nuestro Padre del cielo
Levítico 19, 1-2. 17-18; Sal 102; 1Corintios
3, 16-23; Mateo 5, 38-48
A veces las
buenas noticias, aunque sean buenas, nos inquietan, nos dejan intranquilos, de
alguna manera, podemos decir, nos revuelven por dentro, porque nos plantean
interrogantes, pudiera ser incluso que dudas, pero nos impulsan y nos abren a
algo nuevo, que no siempre quizás seremos capaces de asumir, de convertirlo en
un leit motiv, un sentido para nuestra vida.
Si es buena
noticia, nos podría decir algo, pues es algo bueno; es cierto, pero es que eso
bueno nos puede hacer ver la realidad de otra manera, nos puede obligar a tomar
nuevas y arriesgadas decisiones, nos puede obligar, sí, a salir de nuestras
comodidades y rutinas. Y esto tiene que significar el evangelio en la vida
del hombre, de toda persona. Sin
embargo, bien sabemos que no todos aceptan esa buena noticia del evangelio. Si
todos lo aceptaran nuestro mundo y nuestra sociedad sería bien distinta.
Pero con
sinceridad tenemos que preguntarnos, ¿es que los que nos decimos cristianos,
porque decimos que creemos en Jesús, estaremos en verdad planificando nuestra
vida según esos nuevos valores que nos enseña el evangelio? ¿Cuántos llevamos a
lo concreto de nuestra vida de cada día lo que hoy se nos ofrece en el
evangelio? ¿No pretenderemos muchas veces hacernos rebajas en nuestras
interpretaciones porque decimos, amar sí, pero no hay que llegar a tanto?
Y es que le
buena noticia que nos ofrece el evangelio, este pasaje concreto que se nos
presenta en este domingo, viene a tocar aspectos que son fundamentales en lo
que es nuestra vida cristiana, nuestro seguimiento de Jesús; algo en lo que de
verdad hemos de diferenciarnos claramente de los demás. Es la amplitud y la
universalidad del amor que se nos plantea hoy.
Siempre
decimos, amamos y con eso es suficiente. Amamos, pero ¿hasta donde llegamos en
nuestro amor? ¿A los amigos? ¿A los que están cerca de nosotros? ¿A los que nos
quieren? ¿A los que son buenos y nunca molestan? ¿A los que nunca nos han hecho
daño? ¿A los que a veces nos ayudan y entonces nosotros queremos corresponder prestándole
también nuestra ayuda?
Cierto, ¿y en
qué nos estamos diferenciando? Eso lo puede hacer cualquiera. Ya Jesús nos dice
que los gentiles saludan a los que los saludan a ellos; ya nos dice Jesús
que cualquiera puede ayudar a alguien
simplemente porque un día le ayudó a él también, lo hacen los publicanos y lo
hacen también los gentiles.
Es otra la
categoría, otra la amplitud, otro el nivel que nos pide Jesús para el amor. No
se puede quedar encerrado en un circulo; me amas, te amo; me ayudas, te ayudo;
eres de los míos, porque eres de mi familia, de mi grupo, de mi raza o
procedencia, porque eres de los que piensas como yo, pues yo también te quiero
y hago por ti todo lo que sea necesario.
Pero Jesús
rompe el circulo, rompe esas barreras que no queremos traspasar, rompe esos
lazos para ir también al que no me ama, al que no es de los míos, al que
pudiera considerar enemigo porque quizás me quiere mal; Jesús rompe esas reglas
que quizá un día con buena voluntad se pusieron para que no nos pasáramos en la
reacción que pudiéramos tener cuando nos hagan lo que no nos gusta; la ley del
Talión venía a limitar la amplitud de la venganza a la que creían que tenían
derecho cuando se vieran injustamente tratados, no podía ir más allá en tu reacción
de la medida con que te habían ofendido a ti, por eso se habla del ojo por ojo
y del diente por diente. Pero Jesús nos echa abajo ese castillo de naipes que
nos habíamos construido y nos habla de ofrecer la otra mejilla, de dar no solo
lo que te pide sino si es necesario el doble o todo lo que necesite, de ser
capaces de poner la otra mejilla.
Por eso para
el seguidor de Jesús ya no tienen que haber enemigos; enemigo era no solo el
que te quería mal, sino incluso a aquel que no perteneciera a tu grupo o a tu
manera de ver la vida. Ahora tenemos que amarlos a todos e incluso orar por
ellos, orar incluso porque el que haya hecho una ofensa. Qué aplicación
práctica tiene este nuevo estilo que Jesús nos ofrece cuando hoy seguimos
creando tantos abismos entre los que no pensamos lo mismo; cuando hoy seguimos
generando tanta acritud hacia el que es distinto, al que tiene una opinión
distinta y cuando tanto hablamos de democracia le queremos quitar el derecho a
opinar a quien tiene otra forma de pensamiento, por ejemplo, para el sentido de
sociedad que queremos construir.
Hoy se nos
está planteando algo fundamental en lo que es nuestra vida cristiana, lo que es
el seguimiento de Jesús. Es la Buena Noticia, que quizás nos cuesta recibir y
aceptar porque nos va a doler el corazón, porque tendremos que hacer una
verdadera conversión en nuestra vida, un nuevo planteamiento para muchas
posturas, para muchas actitudes, para muchas de las cosas que hacemos que
tendrán que ser de otra manera.
No es fácil.
Además Jesús nos está diciendo que tenemos que ser santos y perfectos como
nuestro Padre del cielo. Alto nos pone el listón. Pero sabemos que no nos
faltará la fuerza de su Espíritu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario