Miremos
con sinceridad cuál es la dieta que tenemos que hacer en esta cuaresma para
mantener la línea del Evangelio
Isaías 58, 1-9ª; Sal 50; Mateo 9, 14-15
¿Parece ser que se han puesto de
acuerdo los endocrinos, los dietistas, veganos y no sé cuantos más que nos
hablan continuamente de cambios en nuestras costumbres alimentarias con la
Iglesia y la Palabra de Dios que nos habla de ayunos y de abstinencias de
ciertos alimentos? Cuidado, no nos confundamos. Una cosa es mantener la línea y
el tipo, o aquello de las comidas más ecológicas no sé con qué tipo de dietas –
estoy gordito y no termino de entender o de ser capaz de llevar a cabo esas
dietas, y otra cosa es la austeridad que nos pide la Iglesia en este tiempo de
cuaresma.
Es cierto que somos capaces de hacer no
sé cuantos sacrificios con tal de seguir esas líneas de mantener el tipo, pero
seguramente que luego ponemos nuestras pegas o buscamos nuestras bulas o
excepciones para aquello de guardar una mínima abstinencia o ayuno (por cierto
con muchas rebajas) solo en algunos días del año. La cuestión estaría en saber
cual tendría que ser el sentido de esta penitencia y hasta donde es capaz de
llegar nuestro amor. Porque por esos motivos, algunas veces vanidosos, de
querer parecer bien seremos capaces de llegar a mucho.
Parece una frivolidad esto que estamos
comentando pero es que me gustaría ser capaz de centrarme de verdad en el ayuno
que el Señor nos pide en este tiempo de cuaresma que estamos comenzando. Hecho
de una forma, podríamos decir, ritual, se nos queda reducido a una abstinencia
de carne en unos determinados días como son los viernes de cuaresma, y un mínimo
ayuno que no nos va a producir muchas fatigas en el miércoles de ceniza y el
viernes santo.
¿Pero cuál es el ayuno que el Señor
quiere? ¿Qué andemos como plañideras poniendo cara de tristeza simplemente en
la renuncia de unos alimentos? Ya nos decía Jesús, lo escuchábamos el pasado
miércoles de ceniza, que cuanto ayunemos nos lavemos la cara y nos perfumemos,
porque el ayuno no tiene que notarlo el que está a tu lado, sino el Padre del
cielo que ver el corazón. Además hoy Jesús cuando le plantean los fariseos que
sus discípulos no ayunan, Jesús les dice que como puede ayunar los amigos del
novio cuando están en el banquete de bodas del novio. Y es que quienes queremos
vivir con Jesús nuestra fe tendríamos que estar siempre de fiesta. Es la
alegría de la fe, es la alegría de sentirnos amados de Dios, es la alegría de
saber que el Espíritu de Jesús está en nosotros y es nuestra fuerza para seguir
su camino.
Pero hay algo muy bonito que nos ha
dicho el profeta para hablarnos del ayuno que el Señor quiere. ‘En realidad, el día de ayuno hacéis
vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores; ayunáis para querellas y
litigios, y herís con furibundos puñetazos... ¿A eso llamáis ayuno, día
agradable al Señor?’ Por ahí tenemos que comenzar. ¿Cuáles son las
actitudes de nuestro corazón? ¿Cómo estamos viviendo nuestras mutuas
relaciones? Son las cosas que tenemos que curar.
Sí,
curemos nuestro corazón, sanemos nuestra vida, busquemos la verdadera salud. Es
nuestro orgullo el que nos infla, es la soberbia que nos hace subir sobre
pedestales para poder mirar sobre el hombro al que está a nuestro lado, es esa
malicia de nuestro corazón lo que verdaderamente nos enferma y lo que tenemos
que arrancar de raíz de nosotros. Y eso cuesta mucho más que pasarnos un día
sin comer, que por llevar una dieta somos capaces de hacerlo.
Hagamos
dieta de nuestro egoísmo y nuestra insolidaridad, hagamos dieta de esa insensibilidad
con que vamos por la vida sin preocuparnos por el sufrimiento de los demás,
hagamos dietas de nuestros malos juicios, de nuestras murmuraciones, y de
tantas críticas con vamos destruyendo las mejores cosas de los demás, hagamos
dieta de esa sensualidad morbosa con la que hemos envuelto nuestra vida y todas
las relaciones con los demás perdiendo incluso el verdadero sentido de la
amistad… Una lista grande podríamos hacer si nos miramos con sinceridad, si
miramos los gestos y detalles que muchas veces tenemos de menosprecio, de poca
consideración, de falta de respeto hacia las otras personas.
Por eso
nos decía el profeta. ‘Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas
injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos
los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los
pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos.
Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la
gloria del Señor’.
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