Jesús
nos está diciendo que no busquemos cosas aparatosas ni grandiosas, que desde lo
pequeño irá creciendo y fructificando el Reino de Dios
Hebreos 10,32-39; Sal 36; Marcos 4,26-34
Muchas veces
cuando nos dejamos llevar solo por las apariencias nos equivocamos; buscamos
quizás cosas grandes o aparatosas, los que nos parece raquítico y pequeño lo
desechamos, una persona que en nuestra manera de ver no tiene buena apariencia
la rechazamos sin más, de aquel que nos parece ‘un pobre hombre’, como suele
decirse, no esperamos nada; aquel que nos parece más locuaz, más hablador, que
se nos presenta como que todo lo sabe es al que primera le prestamos atención.
Cómo nos engañamos.
Hoy Jesús nos
está diciendo que tenemos que aprender a valorar lo pequeño, lo que no hace
ruido, porque es quizás lo que verdaderamente fructificará. Como siempre Jesús
nos habla en parábolas, ejemplos muy sencillos, tomados de la vida de cada día,
de lo que tenemos entre manos o contemplamos muchas veces sin darnos cuenta.
Hoy nos habla Jesús de semillas. ¿Qué es un grano de trigo? Tenemos que
reconocer que algo bien insignificante; si no nos fijamos mucho se nos escurre
entre los dedos y como caiga en un suelo revuelto con muchas cosas luego ni lo
encontramos.
Pues es el
grano que se siembra bajo la tierra y sin que nosotros veamos nada va a
fructificar y hará brotar una planta que nos dará una hermosa espiga con muchos
granos. No lo sentimos, no lo vemos, pero pronto aparecerá ese pequeño brote en
el suelo que irá creciendo. O como nos habla también de la mostaza, otra insignificante
semilla, que nos va a dar una planta hermosa en cuyo entorno revolotearán hasta
los pajarillos.
Y Jesús nos
está diciendo que así es el Reino de Dios. Que no busquemos cosas aparatosas ni
grandiosas, que desde lo pequeño irá fructificando e irá creciendo. Que
pongamos mano por obra en eso tan pequeño e insignificante que podemos hacer en
los mil detalles de cada día y que entonces estaremos construyendo algo grande
y que merece la pena.
Parece, en
ocasiones, que ni creemos en ese reino de Dios, que tenemos el pensamiento en
otras cosas, que nos olvidamos de esos mil pequeños detalles de cada día, que
cada día cuando tenemos un corazón lleno de amor podemos hacer por el que está
a nuestro lado, por hacer que en verdad crezca el Reino de Dios; que aprendamos
a valorar lo pequeño y valorar a los pequeños, o a los que nosotros nos parecen
pequeños y que nada pueden aportar; que nos olvidemos de buscar esas
grandiosidades, que tengamos en cuenta a ese que está a nuestro lado y que
parece que nada nos dice o que nada puede hacer, que comencemos a trabajar en
silencio, sin hacer mucho ruido porque en el silencio de la tierra la semilla
germina y se hace nueva planta que nos terminará dando hermosos frutos.
Deja tu
agradable sonrisa a tu paso por la calle, mira con ojos expresivos y con mirada
que salga del corazón a esa persona que te da los buenos días cuando pasa junto
a ti, pon calor en tu mano y en tu brazo cuando le das el paso a aquel con
quien te cruzas quizás en un lugar difícil del camino, alerta tus oídos para
escuchar también con tu mirada a aquel que tiende tu mano hacia ti en su
necesidad, detente y presta atención a quien parece que tiene algo que contarte
y no lo des por sabido de antemano… son tantos los pequeños gestos que podemos
tener con aquellos que nos vamos encontrando por el camino de la vida, pequeños
gestos que construyen vida, pequeños gestos con los que estamos haciendo
presente el reino de Dios. No son apariencias, son la riqueza del amor.
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