La
familia en el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret es semillero, escuela y
taller de los valores que nos engrandecen y dignifican para una sociedad mejor
Eclesiástico 3, 2-6. 12-14; Sal 127;
Colosenses 3, 12-21; Mateo 2, 13-15. 19-23
Si tenemos una buena semilla que
queremos que germine adecuadamente y nos de una hermosa planta prometedora de
flores y frutos hemos de tener un cuidado semillero donde sembrar esa semilla
para obtener de ella lo que deseamos; si queremos tener un buen artesano que
nos produzca en el futuro bellas y provechosas obras para nuestra utilización y
disfrute necesitamos de un buen taller que sirva de aprendizaje a ese futuro
artesano; si queremos tener científicos y pensadores que desarrollen el saber
humano, hemos de comenzar por tener buenas escuelas para que desde los
rudimentos del saber el hombre vaya avanzado en conocimientos que puedan servir
mejor a la humanidad.
Pero yo me atrevo a decir, y no me
vuelvo atrás, que si queremos tener buenas personas y mejores ciudadanos con
integridad en sus vidas, capaces de desarrollar sus mejores valores y
cualidades necesitamos de la escuela de la familia, verdadero semillero donde
aprenderemos a crecer como personas y adquiriremos los mejores valores que nos
enseñen a vivir con la mayor dignidad como personas.
Verdadera escuela de vida que nos
enseña lo que es el amor verdadero, taller de convivencia, de relación y
fraternidad en ese trato respetuoso de los valores de cada uno y donde
aprendemos de verdad a querernos y a perdonarnos, a darnos la mano para caminar
juntos y a estar siempre dispuestos al servicio para el bien de los demás,
donde aprendemos lo que es la más honda comunión de vida pero donde siempre nos
veremos impulsados a crecer, a desarrollar nuestras capacidades sin pisotear a
los demás, y donde estaremos siempre atentos a lo que pueda hacer sufrir a
cualquiera de los hermanos.
Me vais a decir que estoy describiendo
una familia ideal, y así es también, pero equivocándonos y teniendo errores,
viendo carencias y necesidades también aprendemos, por eso la familia, aun con
los defectos que somos humanos podamos
tener, sin mantenemos el mínimo espíritu de familia será esa verdadera escuela
de vida que tanto necesitamos.
Hay 'saberes' quizás que aprendemos en
otros talleres de la vida, o conocimientos que adquirimos en los templos del
saber que son nuestras escuelas y universidades, pero lo que nos enseñará a
tener la paciencia del aprendizaje del taller, o el espíritu de superación para
llegar a esas cumbres de sabiduría, lo habremos mamado allí en aquella escuela
sencilla del hogar.
Y Dios cuando se hizo hombre quiso
nacer en el seno de una familia y aprender como humano en la escuela de un
hogar. Por eso cuando en la navidad celebramos el nacimiento de Dios hecho
hombre, como estamos contemplando en estos días en el portal de Belén,
celebramos en el domingo siguiente a la navidad el Día de la Sagrada Familia.
Este año, por la coincidencia del primer domingo después de la Navidad con la
octava del nacimiento, lo adelantamos a celebrarlo en esta fecha del 30 de
diciembre. Hoy es, pues, el Día de la Sagrada Familia de Nazaret, la Sagrada
Familia de Jesús, María y José.
Hacia ese hogar de Nazaret volvemos hoy
nuestra mirada y queremos celebrar y aprender para nuestras familias. Con el
deseo de que sean esa verdadera escuela de vida, como veníamos reflexionando, y
para ofrecer al mundo en que vivimos el testimonio de esos verdaderos valores
de la familia enraizados en el evangelio de Jesús y que vemos reflejados en
aquella Sagrada Familia de Nazaret.
En el evangelio encontramos esos
verdaderos valores que sean auténtico cimiento de nuestras familias para la
mejor construcción de nuestro mundo. De alguna manera fuimos desgranando esos
valores cuando pretendíamos contemplar a esa familia ideal para el auténtico
aprendizaje de la vida en la escuela de nuestros hogares.
Es ahí donde aprendemos para esa
delicadeza y esa comprensión entre unos y otros, para ese respeto mutuo y para
ese estímulo que necesitamos recibir los unos de los otros en ese crecimiento y
maduración como personas, es ahí donde aprendemos a valorar la dignidad que
toda persona tiene por sí misma, pero donde aprenderemos a caminar juntos
buscando siempre ese mundo mejor y más justo, es donde se nos caen todas las
caretas de nuestras vanidades porque nos conoceremos en nuestra propia realidad
pero siempre sin minusvalorar a nadie, siempre estimulando al crecimiento,
siempre engrandeciendo a toda persona.
Son valores auténticamente evangélicos
que encuentran su raíz y fortaleza en el amor que Dios nos tiene que nos regala
la fuerza de su espíritu para poderlo realizar, para poderlo llevar a cabo. Por
eso una familia cristiana tendrá por centro a Jesús y a su evangelio, una
familia cristiana será el mejor ejemplo de lo que es ese Reino de Dios que
queremos construir.
Contemplando hoy la Sagrada Familia de
Nazaret pongamos por centro de nuestras familias a Jesús y su evangelio;
empapémonos del espíritu de Nazaret para que podamos dar ese testimonio ante el
mundo. Que María, la madre de aquel hogar de Nazaret como madre también de
nuestros hogares sea en verdad la reina y madre de nuestras vidas que llene de
esperanza nueva nuestro corazón.
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