Aprendamos
de José a ir a nuestro interior para escuchar ese susurro de Dios y aunque
muchos sean los vientos de la vida, la luz permanecerá encendida
1Juan 1, 5 – 2, 2; Sal 123; Mateo 2, 13-18
Por muchos
que sean los vientos la luz permanece encendida. Hemos pasado por vientos
fuertes quizás, en algunos lugares por huracanes que todo lo destruyen; si tras
el paso por una situación así, nos encontramos con una luz encendida nos podría
parecer un milagro. ¿Cómo fue posible que se mantuviera encendida después de
tanta destrucción?
Es el milagro
que nosotros hemos de contemplar. En nuestra vida, en nuestra sociedad, en ese
mundo nuestro tan complejo en el que vivimos, pueden venir fuertes vientos y
tempestades, pueden venir momentos difíciles, puede parecernos que todo está
tan convulso que no hay quien entienda nada y parece que no tenemos ninguna
salida. Ahí está el milagro. Ahí está precisamente lo que es nuestra esperanza.
Ahí está lo que estamos celebrando en estos días.
¿No
contemplamos, en un determinado momento del evangelio, a Jesús y sus discípulos
atravesando el lago en medio de un fuerte huracán cuando incluso parecía que
Jesús se desentendía de todo y dormía plácidamente incluso en medio de aquella
tormenta? Allí estaba Jesús y se levantó la calma. La luz se mantenía
encendida.
Es la
esperanza que nos anima desde la fe que hemos puesto en Jesús. La luz se puede
mantener encendida. ¿Tenemos esperanza? ¿Hemos puesto nuestra confianza en
Jesús? ¿Hemos asumido el evangelio y sus valores como nuestro sentido de vivir?
La luz se mantendrá encendida. Pueden venir los temporales y los vientos de
todos lados, pero sabemos de quien nos fiamos y quien mantiene encendida
nuestra luz. Hemos de saber encontrar caminos.
Hoy el
evangelio nos ha hablado de un acontecimiento trágico, ya en el inicio de la
vida de aquel niño recién nacido en Belén. Herodes se ha sentido burlado por
los Magos de Oriente que no le han hecho caso ni le han avisado de lo que él
quería, y su orgullo y sus ansias de poder que podrían estar en peligro con un
nuevo rey recién nacido – él sabía incluso que aquella corona que ceñía
realmente no le correspondía – y se lanza por el camino de la violencia.
Cuántas veces
hacemos lo mismo cuando nos parece que nos sentimos burlados, cuando no conseguimos
lo que son nuestras apetencias, cuando descubrimos que hay otra verdad que no
queremos aceptar, y nuestro orgullo y nuestra soberbia nos lleva a querer
destruir cuanto haya a nuestro alrededor y nos suene a oposición. Cuánto de eso
vemos incluso en los que detectan el poder en nuestra sociedad como quieren
arrasar con todo lo que no sean sus ideas.
Nos habla el
evangelio de aquella matanza de niños inocentes, porque a quien quería Herodes
realmente hacer desaparecer era aquel niño recién nacido en Belén. Pero en
medio de aquella crueldad hubo un camino. José en sueños recibe el aviso del
ángel del Señor. Es la huida a Egipto que también tanto puede significar como
testimonio para nuestra vida.
En medio de esas tormentas de la vida, ¿tenemos que saber soñar? Quizás. Pero creo que se nos quiere decir algo más. Ese sueño de José nos está hablando de su vida interior, de ese silencio que él sabía hacer en su corazón para escuchar la voz y la presencia de Dios y no sentirse solo en las situaciones difíciles por las que tenía que pasar.
Cuánto tenemos que aprender a hacer ese silencio interior;
cuánto tenemos que aprender a saber escuchar en nuestro interior. Muchas veces
oímos el susurro de esa voz de Dios pero no la escuchamos, seguimos con lo
nuestro, nuestras preocupaciones o nuestros intereses, o las cosas que nos
entretienen y nos distraen.
Busquemos de
verdad en el interior de nuestro corazón y por mucho que sean los vientos la
luz permanecerá encendida. Es nuestra esperanza.
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