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miércoles, 28 de diciembre de 2022

Aprendamos de José a ir a nuestro interior para escuchar ese susurro de Dios y aunque muchos sean los vientos de la vida, la luz permanecerá encendida

 


Aprendamos de José a ir a nuestro interior para escuchar ese susurro de Dios y aunque muchos sean los vientos de la vida, la luz permanecerá encendida

1Juan 1, 5 – 2, 2; Sal 123; Mateo 2, 13-18

Por muchos que sean los vientos la luz permanece encendida. Hemos pasado por vientos fuertes quizás, en algunos lugares por huracanes que todo lo destruyen; si tras el paso por una situación así, nos encontramos con una luz encendida nos podría parecer un milagro. ¿Cómo fue posible que se mantuviera encendida después de tanta destrucción?

Es el milagro que nosotros hemos de contemplar. En nuestra vida, en nuestra sociedad, en ese mundo nuestro tan complejo en el que vivimos, pueden venir fuertes vientos y tempestades, pueden venir momentos difíciles, puede parecernos que todo está tan convulso que no hay quien entienda nada y parece que no tenemos ninguna salida. Ahí está el milagro. Ahí está precisamente lo que es nuestra esperanza. Ahí está lo que estamos celebrando en estos días.

¿No contemplamos, en un determinado momento del evangelio, a Jesús y sus discípulos atravesando el lago en medio de un fuerte huracán cuando incluso parecía que Jesús se desentendía de todo y dormía plácidamente incluso en medio de aquella tormenta? Allí estaba Jesús y se levantó la calma. La luz se mantenía encendida.

Es la esperanza que nos anima desde la fe que hemos puesto en Jesús. La luz se puede mantener encendida. ¿Tenemos esperanza? ¿Hemos puesto nuestra confianza en Jesús? ¿Hemos asumido el evangelio y sus valores como nuestro sentido de vivir? La luz se mantendrá encendida. Pueden venir los temporales y los vientos de todos lados, pero sabemos de quien nos fiamos y quien mantiene encendida nuestra luz. Hemos de saber encontrar caminos.

Hoy el evangelio nos ha hablado de un acontecimiento trágico, ya en el inicio de la vida de aquel niño recién nacido en Belén. Herodes se ha sentido burlado por los Magos de Oriente que no le han hecho caso ni le han avisado de lo que él quería, y su orgullo y sus ansias de poder que podrían estar en peligro con un nuevo rey recién nacido – él sabía incluso que aquella corona que ceñía realmente no le correspondía – y se lanza por el camino de la violencia.

Cuántas veces hacemos lo mismo cuando nos parece que nos sentimos burlados, cuando no conseguimos lo que son nuestras apetencias, cuando descubrimos que hay otra verdad que no queremos aceptar, y nuestro orgullo y nuestra soberbia nos lleva a querer destruir cuanto haya a nuestro alrededor y nos suene a oposición. Cuánto de eso vemos incluso en los que detectan el poder en nuestra sociedad como quieren arrasar con todo lo que no sean sus ideas.

Nos habla el evangelio de aquella matanza de niños inocentes, porque a quien quería Herodes realmente hacer desaparecer era aquel niño recién nacido en Belén. Pero en medio de aquella crueldad hubo un camino. José en sueños recibe el aviso del ángel del Señor. Es la huida a Egipto que también tanto puede significar como testimonio para nuestra vida.

En medio de esas tormentas de la vida, ¿tenemos que saber soñar? Quizás. Pero creo que se nos quiere decir algo más. Ese sueño de José nos está hablando de su vida interior, de ese silencio que él sabía hacer en su corazón para escuchar la voz y la presencia de Dios y no sentirse solo en las situaciones difíciles por las que tenía que pasar. 

Cuánto tenemos que aprender a hacer ese silencio interior; cuánto tenemos que aprender a saber escuchar en nuestro interior. Muchas veces oímos el susurro de esa voz de Dios pero no la escuchamos, seguimos con lo nuestro, nuestras preocupaciones o nuestros intereses, o las cosas que nos entretienen y nos distraen.

Busquemos de verdad en el interior de nuestro corazón y por mucho que sean los vientos la luz permanecerá encendida. Es nuestra esperanza.

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