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miércoles, 17 de agosto de 2022

Disfrutemos de la vida, del trabajo, démonos cuenta de todo lo que tiene de obra creadora y de la belleza que puede en todo momento salir de aquello que realizamos

 

Disfrutemos de la vida, del trabajo, démonos cuenta de todo lo que tiene de obra creadora y de la belleza que puede en todo momento salir de aquello que realizamos

Ezequiel 34, 1-11; Sal 22; Mateo 20, 1-16

Me siento muy satisfecho y muy honrado con que usted me haya permitido trabajar en su obra. Es quizás la reacción que con humildad y sinceridad alguien puede hacer porque, por ejemplo, un artista muy importante lo haya llamado a colaborar en la obra artística que estaba realizando. No va a aparecer su nombre quizá en ningún lado, porque la obra llevará el nombre de su autor, pero sí ha sentido el gozo de poder trabajar al lado y con las orientaciones de personaje tan importante. Esa persona por todas esas cosas disfrutaba de su trabajo, y poco le importaba que su remuneración quizás fuera mínima. Era fundamentalmente el gozo de lo que hacía, en lo que participaba, de la obra que estaba realizando.

Esto puede ser un caso extremo, pero si nos podría ayudar a preguntarnos si nosotros disfrutamos con lo que hacemos. Demasiado vemos el trabajo como una carga consecuencia del pecado, demasiado lo vemos como algo duro y agobiante, demasiado nos quedamos embrutecidos con lo material y lo costoso y no sabemos disfrutar de aquello donde estamos plasmando nuestro ser, porque el trabajo siempre es creador de algo nuevo, es expresión de lo que llevamos en el alma. Y el artista disfruta en su creación, aunque sea costoso, le exija esfuerzo y dedicación, pero allí está plasmando su vida.

‘Nosotros hemos pasado el calor y el bochorno del día’, se quejaban aquellos viñadores contratados, porque les parecía sentirse minusvalorados porque a ellos se les pagara igual que los que habían venido a la ultima hora. No habían disfrutado de su trabajo, no habían sabido descubrir esa vena creadora que tiene todo aquello que realizamos, donde plasmamos nuestro ser, nuestra vida, lo que somos y lo que somos capaces de realizar. Nos mueven solo los intereses, y no descubrimos la belleza de la vida y la belleza también de lo que es nuestro trabajo. No disfrutamos de la vida. ¿No es lo que tendríamos que hacer como el artista que disfruta de la creación de su obra?

Me surgen estas reflexiones desde la parábola que nos ofrece el evangelio. Nos habla del viñador que salió a la plaza a buscar jornaleros para su vida; a todos fue invitando en las distintas horas del día; no importaba ya la hora, ni siquiera la producción en sí misma como una riqueza de la que obtener beneficios. Importaban las personas, importaba el trabajo que realizaran, fuera a la hora que fuera, no importaba la tardanza a incorporarse al trabajo, sino la dicha de poder tener un trabajo; era la felicidad para el trabajador, como era la felicidad también para el que contrataba a aquellos jornaleros para su viña. Y el viñador estaba satisfecho y pagaba con generosidad el trabajo realizado.

Importa escuchar la voz del que nos llama a la tarea; importa la respuesta que damos con entusiasmo en cualquiera que sea la hora en la que la escuchamos. Algunos piensan que cuando ya son las horas de la tarde y se está terminando el día, cuando ya estamos quizás en el atardecer de la vida y nos parece que se nos está acabando la vida, para qué vamos a emprender algo nuevo, para qué vamos a emprender una tarea, y nos olvidamos de la riqueza de esa obra que puede salir de nuestras manos, de nuestro quehacer. En todo momento podemos sembrar una semilla o acudir a una vendimia; en todo momento puede salir una obra hermosa de nuestras manos.

Disfrutemos de la vida, disfrutemos del trabajo, seamos capaces de darnos cuenta de todo lo que tiene de obra creadora, y de la belleza que puede en todo momento salir de aquello que realizamos. Aunque ya estemos en el ocaso de la vida. Es lo que yo intento seguir haciendo a mis años, quiero seguir sembrando buenas semillas en el campo de la vida.

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