Celebrar
la Asunción de María es dejarnos envolver por un fogonazo de luz y de esperanza
porque para nosotros también hay un camino de victoria y de glorificación
Apocalipsis 11, 19a; 12, 1. 3-6a. 10ab; Sal
44; 1Corintios 15, 20-27ª; Lucas 1, 39-56
Tenemos
encuentros en la vida que todo lo llenan de luz; quizá lo hemos sentido o
experimentado alguna vez, pasamos por momentos oscuros, situaciones que nos
llenan de incertidumbre, problemas que se nos hacen insalvables, angustias que
nos paralizan y nos llenan de temor, y de pronto todo es luz para nosotros,
alguien llegó a nuestra vida, nos dijo la palabra más oportuna, nos tendió la
mano en señal de amistad y de que confiaba en nosotros, y comienzan a
despejarse esos nubarrones, y comenzamos a sentir una alegría muy especial
dentro de nosotros. Aquel encuentro, aquel momento, aquella persona que llegó a
nuestra vida, aquella mano tendida nos abrió horizontes de luz.
Me atrevo a
decir que este momento que nos narra hoy el evangelio, el encuentro de aquellas
dos mujeres, una venida desde la lejana Galilea y la otra habitante de aquellas
montañas de Judea, fue un momento de luz y de despertar esperanzas para toda la
humanidad. No lo vemos solo como la anécdota del encuentro de aquellas primas
en esa visita que María hace a Isabel, sino como algo que viene a ser signo de salvación
y de vida para la historia de toda la humanidad.
Dos corazones
inundados de fe, dos corazones enamorados de Dios como para saber leer los
aconteceres de la historia y descubrir la presencia de Dios en medio de
nosotros, son los que allí se están encontrando y hoy nosotros contemplamos
como algo que se hace, se tiene que hacer patente en medio del mundo en el que
vivimos tan necesitado de esa luz.
Y surgió aquel
canto tan maravilloso de unas mujeres verdaderamente enamoradas de Dios. Habían
sentido y experimentado la presencia de Dios en sus vidas y su actuar
maravilloso y ahora prorrumpen en cánticos de alabanza, de bendición y de acción
de gracias. Es el canto de María pero es también el canto de Isabel. Ambas han
experimentado esas maravillas de Dios en sus vidas, por eso están llenas del Espíritu
divino.
Isabel ha
sentido cómo Dios ha llegado a su vida concediéndole el don de la maternidad
aun en su anciana edad, pero ahora está sintiendo de nuevo como Dios está
entrando en su casa con la presencia de María. Desde que llegó a sus oídos la
voz de su prima ya la criatura saltaba de gozo en su vientre, podría bendecir
entonces a Maria, siendo también una bendición a Dios, porque la madre de su
Señor la visitara, que era la visita de Dios.
María también
reconocía que Dios hacia maravillas en la humildad de su sierva y por eso
desborda de gozo también su corazón para alabar y bendecir a Dios. Se siente
llena del Espíritu divino que ha puesto en ella esa semilla de Dios en aquel
hijo que le ha de nacer que será llamado el Hijo del Altísimo. Siente entonces María
que su gozo se desborda y ha de alcanzar a todas las generaciones, que la
alabaran y bendecirán porque es la Madre de Dios, porque todos se van a ver
inundados por esa misericordia de Dios tantas veces anunciada y que se hacía
presente ahora para todos.
Había pasado
Isabel por la noche oscura de no poder ser madre, como María se sentía turbada
por cuanto le sucedía y que también le hacía hacerse preguntas en su interior.
‘Consideraba el significado de aquellas palabras’, nos dice el evangelista
de cuando el ángel la vino a visitar a Nazaret. Seguro que aunque su corazón
desbordaba de gozo en el Señor en la soledad de su camino también iría haciéndose
preguntas sobre como asimilar cuanto le estaba sucediendo, como le sucedía
también a su esposo José con un corazón también lleno de dudas. Pero ahora todo
se había vuelto luz, resplandecían nuevos horizontes, la esperanza para todos
los hombres comenzaba a tener cumplimiento, una nueva era de luz y de vida
comenzaba a brillar entonces.
Es lo que
nosotros hemos de sentir cuando hoy estamos celebrando esta fiesta de María en
su Asunción al cielo. La vemos luminosa, enjoyada con oro de Ofir, como decía
el salmo, viene entre alegrías y algazaras, todos cantan en su honor, como lo
había hecho Isabel y como ella misma proféticamente había anunciado, la
contemplamos en su glorificación, en el anticipo para ella, como había sido el
verse liberada de todo pecado desde su concepción, pero también de su
participación en la resurrección de Jesús y su entrada en la gloria del cielo.
Y esto, a los
que aún caminamos con los pies sobre la tierra, pero envueltos en sufrimientos
y angustias, agobiados en nuestras luchas de cada día, queriendo superarnos e
intentando vivir una vida mejor y ser también mejores, nos está diciendo que
hay algo que es distinto, que para nosotros también brillará la luz, que
sabremos incluso descubrir un sentido nuevo a esas angustias y sufrimientos que
en el camino de la vida hemos de padecer, que para nosotros también hay un
camino de victoria y de glorificación final como lo tuvo María. Podremos
recordar sus siete dolores en las espadas que le atravesaban el alma en tantas
situaciones de la vida, pero ahora en ella todo lo contemplamos como luz y como
gloria. Lo tenemos que ver reflejado en nuestra propia vida.
Es el camino
al que nosotros tendemos, es la esperanza que nace en el alma, es la grandeza y
la trascendencia que podemos darle a cada uno de los actos de nuestra vida, es
la luz nueva que tenemos en la esperanza que un día nos envolverá. María hoy en
su Asunción al cielo nos lleva de la mano, María despierta esa fe y esa
esperanza en nuestros corazones, María con su presencia de Madre nos ayuda a
hacer el camino. Es lo que hoy celebramos, es lo que queremos vivir.
Hoy nosotros los canarios, aunque en cada rincón de nuestras islas celebramos muchas fiestas de María, de manera especial celebramos a la que es la Patrona General del Archipiélago canario, la Virgen de Candelaria. Su imagen bendita ha estado presente en nuestra tierra desde los primeros momentos de la conquista de estas Islas siendo ella la primera embajadora y la primera misionera del evangelio para nuestros antepasados que habitaron estas tierras.
Pero ella ha
estado ahí siempre a nuestro lado, como madre y compañera de nuestro camino,
siendo ese faro de luz y de esperanza para nuestras vidas simbolizado en esa
candela encendida que porta entre sus manos. Que ella sea también hoy, en el
momento que vivimos, ese faro de luz y de esperanza, en ella nos sentimos
alentados, junto a nosotros la sentimos siempre en nuestro caminar.
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