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lunes, 15 de agosto de 2022

Celebrar la Asunción de María es dejarnos envolver por un fogonazo de luz y de esperanza porque para nosotros también hay un camino de victoria y de glorificación



Celebrar la Asunción de María es dejarnos envolver por un fogonazo de luz y de esperanza porque para nosotros también hay un camino de victoria y de glorificación

Apocalipsis 11, 19a; 12, 1. 3-6a. 10ab; Sal 44; 1Corintios 15, 20-27ª;  Lucas 1, 39-56

Tenemos encuentros en la vida que todo lo llenan de luz; quizá lo hemos sentido o experimentado alguna vez, pasamos por momentos oscuros, situaciones que nos llenan de incertidumbre, problemas que se nos hacen insalvables, angustias que nos paralizan y nos llenan de temor, y de pronto todo es luz para nosotros, alguien llegó a nuestra vida, nos dijo la palabra más oportuna, nos tendió la mano en señal de amistad y de que confiaba en nosotros, y comienzan a despejarse esos nubarrones, y comenzamos a sentir una alegría muy especial dentro de nosotros. Aquel encuentro, aquel momento, aquella persona que llegó a nuestra vida, aquella mano tendida nos abrió horizontes de luz.

Me atrevo a decir que este momento que nos narra hoy el evangelio, el encuentro de aquellas dos mujeres, una venida desde la lejana Galilea y la otra habitante de aquellas montañas de Judea, fue un momento de luz y de despertar esperanzas para toda la humanidad. No lo vemos solo como la anécdota del encuentro de aquellas primas en esa visita que María hace a Isabel, sino como algo que viene a ser signo de salvación y de vida para la historia de toda la humanidad.

Dos corazones inundados de fe, dos corazones enamorados de Dios como para saber leer los aconteceres de la historia y descubrir la presencia de Dios en medio de nosotros, son los que allí se están encontrando y hoy nosotros contemplamos como algo que se hace, se tiene que hacer patente en medio del mundo en el que vivimos tan necesitado de esa luz.

Y surgió aquel canto tan maravilloso de unas mujeres verdaderamente enamoradas de Dios. Habían sentido y experimentado la presencia de Dios en sus vidas y su actuar maravilloso y ahora prorrumpen en cánticos de alabanza, de bendición y de acción de gracias. Es el canto de María pero es también el canto de Isabel. Ambas han experimentado esas maravillas de Dios en sus vidas, por eso están llenas del Espíritu divino.

Isabel ha sentido cómo Dios ha llegado a su vida concediéndole el don de la maternidad aun en su anciana edad, pero ahora está sintiendo de nuevo como Dios está entrando en su casa con la presencia de María. Desde que llegó a sus oídos la voz de su prima ya la criatura saltaba de gozo en su vientre, podría bendecir entonces a Maria, siendo también una bendición a Dios, porque la madre de su Señor la visitara, que era la visita de Dios.

María también reconocía que Dios hacia maravillas en la humildad de su sierva y por eso desborda de gozo también su corazón para alabar y bendecir a Dios. Se siente llena del Espíritu divino que ha puesto en ella esa semilla de Dios en aquel hijo que le ha de nacer que será llamado el Hijo del Altísimo. Siente entonces María que su gozo se desborda y ha de alcanzar a todas las generaciones, que la alabaran y bendecirán porque es la Madre de Dios, porque todos se van a ver inundados por esa misericordia de Dios tantas veces anunciada y que se hacía presente ahora para todos.

Había pasado Isabel por la noche oscura de no poder ser madre, como María se sentía turbada por cuanto le sucedía y que también le hacía hacerse preguntas en su interior. ‘Consideraba el significado de aquellas palabras’, nos dice el evangelista de cuando el ángel la vino a visitar a Nazaret. Seguro que aunque su corazón desbordaba de gozo en el Señor en la soledad de su camino también iría haciéndose preguntas sobre como asimilar cuanto le estaba sucediendo, como le sucedía también a su esposo José con un corazón también lleno de dudas. Pero ahora todo se había vuelto luz, resplandecían nuevos horizontes, la esperanza para todos los hombres comenzaba a tener cumplimiento, una nueva era de luz y de vida comenzaba a brillar entonces.

Es lo que nosotros hemos de sentir cuando hoy estamos celebrando esta fiesta de María en su Asunción al cielo. La vemos luminosa, enjoyada con oro de Ofir, como decía el salmo, viene entre alegrías y algazaras, todos cantan en su honor, como lo había hecho Isabel y como ella misma proféticamente había anunciado, la contemplamos en su glorificación, en el anticipo para ella, como había sido el verse liberada de todo pecado desde su concepción, pero también de su participación en la resurrección de Jesús y su entrada en la gloria del cielo.

Y esto, a los que aún caminamos con los pies sobre la tierra, pero envueltos en sufrimientos y angustias, agobiados en nuestras luchas de cada día, queriendo superarnos e intentando vivir una vida mejor y ser también mejores, nos está diciendo que hay algo que es distinto, que para nosotros también brillará la luz, que sabremos incluso descubrir un sentido nuevo a esas angustias y sufrimientos que en el camino de la vida hemos de padecer, que para nosotros también hay un camino de victoria y de glorificación final como lo tuvo María. Podremos recordar sus siete dolores en las espadas que le atravesaban el alma en tantas situaciones de la vida, pero ahora en ella todo lo contemplamos como luz y como gloria. Lo tenemos que ver reflejado en nuestra propia vida.

Es el camino al que nosotros tendemos, es la esperanza que nace en el alma, es la grandeza y la trascendencia que podemos darle a cada uno de los actos de nuestra vida, es la luz nueva que tenemos en la esperanza que un día nos envolverá. María hoy en su Asunción al cielo nos lleva de la mano, María despierta esa fe y esa esperanza en nuestros corazones, María con su presencia de Madre nos ayuda a hacer el camino. Es lo que hoy celebramos, es lo que queremos vivir.


Hoy nosotros los canarios, aunque en cada rincón de nuestras islas celebramos muchas fiestas de María, de manera especial celebramos a la que es la Patrona General del Archipiélago canario, la Virgen de Candelaria. Su imagen bendita ha estado presente en nuestra tierra desde los primeros momentos de la conquista de estas Islas siendo ella la primera embajadora y la primera misionera del evangelio para nuestros antepasados que habitaron estas tierras.

Pero ella ha estado ahí siempre a nuestro lado, como madre y compañera de nuestro camino, siendo ese faro de luz y de esperanza para nuestras vidas simbolizado en esa candela encendida que porta entre sus manos. Que ella sea también hoy, en el momento que vivimos, ese faro de luz y de esperanza, en ella nos sentimos alentados, junto a nosotros la sentimos siempre en nuestro caminar.

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