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viernes, 5 de noviembre de 2021

La astucia que se nos pide es que si nosotros consideramos tan importante el reino de Dios, todo en la vida tendría que centrarse en él buscando guardar nuestro tesoro en el cielo

 


La astucia que se nos pide es que si nosotros consideramos tan importante el reino de Dios, todo en la vida tendría que centrarse en él buscando guardar nuestro tesoro en el cielo

Romanos 15,14-21; Sal 97;  Lucas 16,1-8

Guardarse las espaldas, decimos cuando ante una situación comprometida tenemos, como quien dice, un as en la manga, una respaldo aparentemente oculto quizá, pero que sabemos que está ahí y que nos va a servir cuando quizás nos pidan cuentas por lo que hemos hecho. Hay gente que es muy especial en esto de guardarse las espaldas, por su astucia, por la habilidad con que manejan las cosas, las situaciones, incluso, hemos de reconocerlo, hasta a las personas. Y siempre sabrán salir adelante, de alguna manera se sienten protegidos.

¿Quién nos guarda las espaldas a nosotros? ¿Seremos capaces de arriesgar en situaciones conflictivas, expresar claramente lo que hacemos o lo que pensamos? Según sean quizás las cosas que nos intereses, sabremos quizás callarnos a tiempo, hacer un favor en un momento determinado para saber que contamos con alguien. Pero ¿significará eso sinceridad en la vida? ¿Significará que sabremos afrontar las cosas de frente – valga la redundancia – para asumir bien las responsabilidades de lo que hacemos, de nuestra manera de actuar o de los pensamientos que tengamos?

Es una cuestión difícil que se nos plantea, porque nunca queremos salir perjudicados; muchas veces queremos nadar entre dos aguas, y no nos manifestamos claramente por lo que realmente pensamos, sino que como se dice ahora hacemos lo políticamente correcto, que habría que pensar si es lo éticamente correcto. Nos hace falta definirnos, aclararnos, expresar con valentía que lo que pensamos, lo que decimos que son nuestros principios. Esto da para mucho pensar, para mucho reflexionar sobre nuestra manera de actuar.

Todo esto me estoy planteando reflexionando en voz algo, como quien dice, a raíz de lo que hoy se nos cuenta en el evangelio. Una parábola que siempre nos resultar difícil comentar. Un administrador que no ha realizado bien su trabajo y al que le piden cuentas; sabe que la cosa está mal y se va ver en la calle, y quiere guardarse las espaldas, haciendo favores a aquellos que le deben a su amor y sobre todo a causa de sus malas cuentas, de su mala administración. Al final parece que cuando le echen por mal administrador va a tener donde refugiarse. Y la parábola que nos desconcierta termina con una sentencia que es clave. El amo felicitó al administrador no porque lo hubiera hecho mal, que eso parece que se da por sentado, sino por la astucia con que actuó. Y así termina diciéndonos Jesús que los hijos de las tinieblas con más astutos que los hijos de la luz.

¿Por donde tiene que ir nuestra astucia? ¿Por actuar con trampa para guardarnos las espaldas? La astucia que se nos pide es que si nosotros consideramos tan importante el reino de Dios que Jesús nos anuncia, tendríamos que buscar todos nuestros recursos humanos, toda esa inteligencia que decimos que tenemos para buscar y alcanzar lo que verdaderamente es importante. Pero bien sabemos cómo nos cegamos y quizá queremos guardarnos las espaldas en lo humano para seguir ahora con nuestras mezquindades, para seguir con la superficialidad con que vivimos, para dejarnos arrastrar por los cantos de sirenas que nos quieren encantar con felicidades fáciles, y no buscamos lo que verdaderamente nos daría la autentica felicidad, la que nos conduciría de verdad a la vida eterna y felicidad total.

Nos dirá Jesús en otra ocasión que busquemos el Reino de Dios y su justicia que lo demás se nos dará por añadidura. Ojalá supiéramos escucharlo. Nos dirá que no guardemos tesoros en vasijas de barro que se pueden romper, que no guardemos riquezas ni tesoros donde un día nos pueden fallar, donde nos los pueden robar, sino que guardemos nuestro tesoro en el cielo. Muchos pasajes del evangelio tendríamos que saber escuchar.

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