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domingo, 31 de octubre de 2021

No es un tatuaje que llevemos en alguna parte del cuerpo, es algo que llevamos grabado en el corazón, que el amor al prójimo dará credibilidad al amor que tenemos a Dios

 


No es un tatuaje que llevemos en alguna parte del cuerpo, es algo que llevamos grabado en el corazón, que el amor al prójimo dará credibilidad al amor que tenemos a Dios

Deuteronomio 6, 2-6; Sal. 17; Hebreos 7, 23-28; Marcos 12, 28b-34

No es raro que a cada paso que demos nos encontremos con un joven – o no tan joven muchas veces hay que decirlo también – que lleva tatuajes grabados en su cuerpo, brazos, pecho, espaldas, piernas de su personajes favoritos, de lemas o frases que le han llamado la atención y poco menos que ponen como metas de su vida, o de las cosas más insólitas. A los más mayores nos llama la atención, pensamos en cosas o locuras de jóvenes, pero son modas que se van extendiendo más y más. ¿Nos tienen que llamar la atención? ¿Pasamos de esas cosas que consideramos pasajeras porque otras modas vendrán? Pero ahí están y a la larga no son cosas tan modernas, que en otras épocas había costumbres con un significado bastante parecido.

Bueno, si prestamos atención a lo que hemos escuchado en el libro del Deuteronomio Moisés le dice al pueblo de parte del Señor que las palabras que ha escuchado – se refiere a los mandamientos – los lleve grabados en el corazón. Pero si cogemos el testo en su contexto les dirá que estas palabras estén siempre presentes en su frente, presentes ante sus ojos y bien sabemos de la costumbre de las filacterias que eran aquellas franjas de tela que ceñían su frente o colgaban de sus brazos donde estaban escritas las palabras de la ley del Señor, para dar así cumplimiento (¿?) a las palabras de Moisés.

Palabras grabadas en el corazón, es algo más hondo que un tatuaje externo, porque es tatuar en nuestro corazón la ley del Señor, los mandamientos de Dios. y bien sabemos que estas palabras que hoy escuchamos en el Deuteronomio eran palabras aprendidas de memoria por todo buen judío que repetía al entrar o salir de casa, al ponerse en camino o al emprender cualquier tarea como si fuera una oracion al Señor. Ahí en la puerta estaban grabadas esas palabras o escritas en un pequeño rollo que pendía de la puerta de entrada de toda casa judía.

¿Llevamos nosotros grabadas en el corazón las Palabras del Señor, el mandamiento del Señor? De más pequeños aprendimos en la catequesis los mandamientos que recitábamos de memoria y que sería incluso exigencia básica para poder acceder a los sacramentos de la inacción cristiana; pero quizás se nos hayan quedado en la lejanía de nuestra niñez y de la catequesis que entonces recibimos y ya no solo no los tengamos en la memoria – todo lo olvidamos, al menos lo que nos interesa menos – pero peor aun que no los tengamos grabados en el corazón.

Nos sorprende quizá en el evangelio que un escriba, que era un experto en la ley del Señor, venga a preguntarle a Jesús por el primer mandamiento. Sabemos que en ocasiones vendrán algunos a poner a prueba a Jesús, a hacerle pasar un examen para ver si lo que Jesús está enseñando está conforme con la ley de Moisés. Pero no vamos a pensar hoy así de este escriba que quizás lo que quiera es entrar en diálogo con Jesús y que nos puede ayudar a nosotros también a profundizar en lo que es el verdadero mandamiento del Señor.

Quizás sea también la pregunta que nosotros tengamos que hacernos. A nosotros mismos y a Jesús, ¿por qué no? ‘¿Qué mandamiento es el primero de todos?’ ¿Cuál es el primer mandamiento? Quizás podamos responder todos a uno conforme aquello que un día aprendimos ‘amarás a Dios sobre todas las cosas’. Es lo que recuerda Jesús que estaba escrito en el libro del Deuteronomio: ‘Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser’. Pero Jesús viene a decirnos, a recordarnos algo más. ‘El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que estos’.

‘No hay mandamiento mayor que estos’, concluye Jesús. El amor de Dios sobre todas las cosas, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser… pero nos está diciendo Jesús que no podemos amar a Dios de esta manera si no llenamos de verdad de amor nuestro corazón para con todos. El amor a Dios tiene que ser también amor a los hermanos, porque entonces no habría amor verdadero. ¿Cómo amamos al padre y no amamos a los hijos?

Es el mandamiento que nos ha dejado Jesús, que con el mismo amor que El nos ama, amemos a los demás; que con el mismo amor que le amamos a El, amemos a los demás; que no podremos decir que le amamos a El si no amamos a nuestro prójimo. El amor que le tenemos al prójimo será el criterio de credibilidad del amor que le tenemos a Dios. ‘Amar al prójimo como uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios’, concluye aquel escriba a las palabras de Jesús. Por eso Jesús le dirá que ‘no estás lejos del Reino de Dios’.

¿Será eso en verdad lo que llevamos grabado en el corazón? Hablábamos al principio de cómo los jóvenes visualizan sus preferencias y sus gustos en los tatuajes que se hacen en las diferentes partes del cuerpo, ¿cómo estaremos nosotros visualizando el amor que le tenemos a Dios?

 

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