Despertemos
en nosotros la esperanza y pensemos en la vida eterna y estemos vigilantes para
el encuentro con el Señor
1Tesalonicenses 3, 7-13; Sal 89; Mateo 24,
42-51
Estar de vigilia, y nos pasamos la
noche sin pegar ojo, no porque tuviéramos ninguna obligación, sino porque nos
desvelamos y no había manera que nos entrara el sueño. Cuántas vueltas en la
cama, pero cuántas cosas pasan por la cabeza, se repasa el día, se hacen
proyectos, aparecen sombras de la vida, preocupaciones de problemas que tenemos
o que imaginamos, pesadillas de cosas que no nos podemos quitar de la cabeza,
pero seguimos dando vueltas. No es porque nosotros queramos pasárnoslo de
vigilia, pero no nos queda más remedio.
Pero vigilia es estar esperando algo
que llega, que puede venir a la hora que menos pensamos y allí estamos
vigilantes a la espera. Es la persona que esperamos o el acontecimiento que
sabemos va a suceder pero no sabemos cuando; En ocasiones se nos hacen largas y
pesadas por la incertidumbre del momento, pero queremos actuar con
responsabilidad por el valor de la persona o por la importancia de lo que va a
suceder.
Vigilia es quedarse junto a la cama del
familiar enfermo para vigilar su descanso y recuperación, para estar atento a
lo que pudiera necesitar, o para consolar o calmar su dolor en sus momentos más
difíciles; lo hacemos con amor y dedicación y estaremos atentos al más mínimo
movimiento o al más mínimo gesto; no nos queremos dormir.
De vigilia está el centinela y bien
saben los que han pasado por la vida militar la vigilancia y disciplina que hay
que tener ante los posibles peligros, pero también por las exigencias de la
disciplina de la vida militar; vigilantes son hoy los guardias de seguridad que
nos encontramos en cualquier institución o para la vigilancia de grandes
instalaciones o empresas, utilizando ya también los mejores medios técnicos
para hacer más efectiva esa vigilancia.
Pero vigilancia es la responsabilidad
de cada persona, para atender sus asuntos, para responder a sus
responsabilidades, para realizar su trabajo, para el cuidado de su vida
personal y familiar, para la atención de aquellos que están bajo su
responsabilidad ya sea el ámbito familiar o ya sea el ámbito laboral, para
cuidar de su entorno, para emprender todo cuanto sea necesario para hacer una
sociedad mejor, para el desarrollo y crecimiento de sí mismo, de su persona, en
el desarrollo de sus valores y cualidades. Es vigilancia, pero es
responsabilidad, no es pensar solo en sí mismo, que también tiene que pensar en
sí mismo con grande responsabilidad, sino en cuantos están en su entorno.
Parecía como que de broma comenzábamos
a hablar de la vigilancia pero nos damos cuenta de que va mucho más allá de lo
que quizá pensábamos en principio con cierta superficialidad; aún podríamos
seguir ahondando mucho en muchos más aspectos. Y hemos comenzado hablando de
esto por lo que nos decía Jesús en el evangelio. Un toque de atención para todo
lo que sea nuestra fe y nuestra relación con el Señor, pero en el que no es
ajena cualquier situación y cualquier aspecto de nuestra vida.
Nos dice Jesús ‘Estad en vela,
porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor’ y nos habla del dueño de
casa que tiene que cuidarla, o del sirviente que está atento a la puerta para
cuando llegue su señor, o del administrador que tiene que estar atento y
vigilante para atender a todos cuantos están a su cuidado en la casa. Pero nos
lo pone Jesús como ejemplo de la vigilancia en que hemos de vivir para nuestro
encuentro con el Señor.
Viene el Señor a nuestra vida, de mil
maneras y en mil momentos se nos puede manifestar y hacerse presente, no
siempre sabemos discernir los signos con los que se hace presente el Señor
junto a nosotros. Es necesaria esa atención y esa vigilancia, esa sensibilidad
para ser capaz de detectar y sentir esa presencia del Señor. Demasiado
enfrascados estamos en nuestras cosas materiales y perdemos la sensibilidad de
lo espiritual; tenemos que saber elevarnos para no quedarnos simplemente a ras
de tierra sino tener esa sintonía del cielo, esa sintonía espiritual para
sentir y disfrutar de esa presencia del Espíritu del Señor en nuestra vida.
Cuando hemos venido hablando de esos
diferentes aspectos de la vigilancia en la vida hemos venido al mismo tiempo
detectando una serie de valores o cosas a tener en cuenta; hemos hablado de
atención y de responsabilidad, hemos hablado de dedicación y de amor, hemos
hablado de poner todo de nuestra parte para que nada no distraiga, y hemos
hablado de una cierta sintonía bien necesaria. Esto significa que cuando
estamos hablando desde este sentido de la fe y de lo espiritual hemos de cuidar
también todos esos valores que nos ayudarían en esa vigilancia espiritual de la
que hoy en especial nos habla Jesús.
Y tenemos que comenzar porque en
nosotros haya esperanza, nosotros esperemos algo, nosotros nos confiemos en las
palabras de Jesús y queramos salir a su encuentro o dejar que El venga a
nuestro encuentro. Algunas veces parece que los cristianos hemos dejado de
pensar en la vida eterna, nos hemos materializado tanto que nos quedamos
solamente en estos terrenos y ya no pensamos en el cielo, hemos dejado de darle
trascendencia a nuestra vida y dejado de pensar en el más allá.
Son aspectos de nuestra fe y de nuestra
esperanza que necesitamos reavivar dejándonos impregnar por esa espiritualidad
del evangelio.
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