Necesitamos aprender a confiar para ponernos en camino y
comenzar a unir las pequeñas luces que brillan en nuestro entorno para hacer un
mundo mejor
Isaías 65, 17-21; Sal 29; Juan 4, 43-54
Hoy nos habla el
evangelio de un hombre que acude a Jesús porque su hijo está muy enfermo y
muriéndose. Quiere que Jesús vaya a imponerle las manos y a curarle. Nos da el
detalle el evangelista de que Jesús anda por Caná de Galilea; viene desde
Jerusalén, ha atravesado Samaria y ahora se encuentra en Galilea. Allí a Caná acude
con su angustia aquel hombre insistiendo en que baje pronto porque si no su
hijo morirá.
‘Si no veis signos
y milagros, no creéis’,
es la primera reacción de Jesús. Buscan a Jesús solo desde la angustia de sus
problemas y no terminan de abrir sus corazones a la fe, a descubrir qué más nos
puede ofrecer Jesús. ¿Nos pasará igual a nosotros?
Seguro que en momentos
difíciles – ahora también los estamos pasando – esa es nuestra súplica a Jesús.
Queremos el milagro, que todo se solucione milagrosamente. Es normal y justo
que tengamos esos deseos porque no queremos el sufrimiento ni para nosotros ni
para los demás; buscamos salidas, queremos soluciones, lo queremos pronto y
ahora mismo, en cierto modo nos cegamos porque solo vemos una salida que nos
parece la más fácil y la más urgente. Como decimos, que Dios ponga su mano.
Pero quizá no llegamos
a ver otros signos de salvación que se pueden estar sucediendo al mismo tiempo.
Si abriéramos un poco los ojos y prestáramos más atención quizás nos podríamos
dar cuenta que en ese mar turbio y oscuro de la problemática que podamos vivir están
comenzando a brillar luces de esperanza porque pueden estar comenzando a
brillar cosas buenas que llevamos en el corazón y que están empezando a
relucir. Pueden parecernos imperceptibles pero tienen su luz y si somos capaces
de juntar todas esas pequeñas llamas podemos hacer una hoguera muy grande que
dé un nuevo calor a nuestro mundo. No las dejemos pasar desapercibidas.
No son grandes cosas,
no son soluciones extraordinarias que ya quisiéramos que resolviesen todos los
problemas, pero ahora en esta situación que vivimos aparecen luces de
solidaridad, de preocupación por los otros, de valoración de lo que los otros
hacen, de responsabilidad para hacer eso pequeño que se nos pide y así se van
concatenando muchas cosas que si sabemos aprovecharlas muy bien cuando pase
todo esto con actitudes así, con valores así podemos hacer que nuestro mundo
sea mejor.
Quizá sea eso lo que
necesitamos. Quizá sea esa la prueba que necesitamos pasar para que abramos los
ojos y comencemos a ver lo que verdaderamente es bello en la vida. Y hay muchas
cosas bellas a las que habitualmente no les prestamos atención. No busquemos
necesariamente cosas grandes, sino prestemos atención y valoremos esas pequeñas
luces que comienzan a brillar.
Ante la insistencia de
aquel hombre que le pedía la curación de su hijo Jesús le dice que ya está
curado. El hombre se fía de la palabra de Jesús y se puso en camino. Al final
nos dirá el evangelio que creyó él y toda su casa. Pero ahí está el detalle, se
puso en camino porque se fió de la palabra de Jesús. ¿No necesitaremos nosotros
también ese fiarnos?
Son tantas las
desconfianzas que tenemos en la vida que todo lo metemos en el mismo saco, y
desconfiamos también de la palabra de Jesús. Tenemos que escucharle y aprender
a confiar. Cuando confiamos nos ponemos en camino porque hay esperanza en
nuestro corazón. No nos puede faltar esa esperanza.
Como decíamos antes
puede haber oscuridades pero siempre hay una luz que comienza a brillar. Unamos
nuestras luces, pongámonos en camino dando pasos, aunque sean pequeños. Un
mundo nuevo puede florecer. Que tras todo lo que estamos pasando aprendamos que
es posible ese mundo nuevo si somos capaces de unir nuestras pequeñas luces.
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