Cuidemos la vida y el mundo para embellecerlo en frutos de
valores que nos engrandecen y evitando la destrucción a que en ocasiones le
sometemos con nuestra maldad
Génesis 37, 3-4. 12-13a. 17b-28; Sal 104; Mateo
21, 33-43, 45-46
Cada día
en mi paseo con mi perrito paso entre los viñedos de mi pueblo asentados en las
cercanías de mi casa. A lo largo del año voy viendo todo el proceso que lleva
su cultivo, preparando las tierras y liberándolas de toda maleza que pueda
dañar el cultivo y desarrollo de la vida, pero contemplando también en su
tiempo las podas que liberan de ramajes inútiles e innecesarios, pero también cómo
en la medida que van surgiendo y creciendo los distintos brotes se sulfatan
para liberarlos de dañinas plagas hasta ver brotar sus frutos en hermosos
racimos cortados a su tiempo para llevar al lagar. En ocasiones son los
propietarios quienes realizan su labor o en otras son personas que las han
arrendado para cultivarlas, pero siempre con mimo y esmero esperando obtener los
mejores frutos a su sacrificado trabajo. Pero siento la tristeza también de los
terrenos abandonados, de las viñas no cuidadas y, podríamos decir, enterradas
en medio de zarzales y de abrojos que las ahogan y no las dejan producir.
Confieso que
me recuerda continuamente diversos momentos del evangelio como la parábola que
hoy se nos ofrece. No habla también de un propietario de una vida que la preparó
y la cuidó de la mejor manera posible, confiándola a unos viñadores para que
continuaran el trabajo y le hicieran rendir los mejores frutos. Pero aquellos
arrendadores se creyeron dueños en su ambición haciéndose oídos sordos para el
rendimiento de cuentas a quien era el verdadero propietario.
Cuando escuchamos
una parábola ya sabemos que no nos quedamos en la literalidad de lo que es la narración
que se nos ofrece en ella, pero bien sabemos que todos los detalles que se nos
ofrecen han de tener su traslación a lo que es nuestra vida concreta y a lo que
es el meollo del mensaje que se nos quiere ofrecer. Así tenemos que hacerlo con
esta parábola tratando de interpretar y entender muy bien lo que significa cada
uno de los personas o en este caso hasta la misma propiedad de la viña.
Aquellos escribas
y fariseos que escucharon de labios de Jesús la parábola bien entendieron su
significado sabiendo que iba por ellos y por lo que ha sido toda la historia de
Israel. Se sintieron aludidos, de manera que esto les motivaba más para tratar
de eliminar a Jesús.
¿Nos
sentiremos aludidos nosotros de igual modo? ¿Esa viña cuidada y preparada por
aquel propietario que luego confió a aquellos viñadores no estará significando también
la historia de nuestra vida? Ese regalo que Dios ha puesto en nuestras manos,
como ha sido toda la creación para el servicio del hombre, de la humanidad, que
Dios nos confía no solo para que la cuidemos en su primigenio estado sino que
la desarrollemos y hagamos crecer llenando de vitalidad nuestro mundo, un mundo
que no es solo exclusividad de algunos sino que es bien y riqueza para toda la
humanidad.
¿Qué
hacemos de nuestra vida?, nos preguntamos. ¿Qué estamos haciendo de nuestro
mundo? Tenemos que interrogarnos nosotros y sentirnos interpelados por cuando
sucede en nuestro mundo desde el mal uso, la mala administración que nosotros
estamos haciendo de esa riqueza de la creación.
Con demasiado
egoísmo tratamos nosotros nuestra propia vida, como toda la obra de la creación,
porque nos adueñamos de ella como si fuera algo exclusivo nuestro que podemos
hacer con ello lo que nos da la gana. Será el mal trato que le damos a nuestra
propia vida cuando no solo no la cuidamos sino que la dañamos con tantos abusos
que de ella hacemos. Podemos pensar en ese mundo de violencia en que nos vemos
envueltos, como puede ser tantas cosas viciosas que dañan nuestra vida por el
mal uso que hacemos de cuanto está en nuestras manos. Y pensamos, repito, en
nuestra propia vida, pero tenemos que pensar en todo lo que hacemos con nuestro
mundo que en lugar de embellecerlo muchas veces lo que hacemos es destruirlo.
Muchas más
consideraciones podríamos hacernos al hilo de esta parábola, pero valgo esto
para hacernos tomar conciencia de la responsabilidad con que hemos de tratar
nuestra vida y la naturaleza de ese mundo que nos rodea y en el cual vivimos. ¿Qué
dejaremos o cómo lo vamos a dejar para cuantos vienen después de nosotros? ¿Será
como esas viñas maltratadas o descuidadas que a veces nos encontramos en
nuestro entorno?
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