No
podemos quedarnos en lo superficial ni en generalidades cuando hablamos de
nuestra fe, hemos de ahondar mucho en el conocimiento de Jesús
Santiago 2, 1-9; Sal 33; Marcos 8, 27-33
Si uno se pone un poco a pensar podría
definir la vida como un camino continuo
que vamos haciendo a través de lo que es toda nuestra existencia y es
algo que está también en continuo crecimiento, porque no crecer significa de
alguna manera morir.
Y no es solo en un sentido vegetativo o
somático porque crece nuestro cuerpo, se modifica y se transforma de alguna
manera, las células se van renovando continuamente sino que en algo más
profundo de nuestro ser nos damos cuenta también de ese cambio, de esa
transformación, de ese crecimiento.
Miramos hacia atrás y no solo veremos
nuestro cuerpo distinto en esas diferentes etapas de la vida, sino que nos
vemos a nosotros mismos también distintos; han crecido nuestros conocimientos,
pero es que podríamos decir en el paso de los años nos hemos abierto a otras
muchas cosas que nos hacen tener una mirada distinta, un pensamiento distinto,
unas convicciones más maduras; claro que hay gente que se queda anquilosada
siempre en el mismo pensamiento, en la misma visión y de alguna manera ha
dejado de crecer, se ha estancado, como decimos, en tantas cosas.
Miremos si no todo lo que ha sido el
recorrido de nuestra vida en lo que hemos hecho pero también en la manera que
se ha ido transformando nuestro pensamiento y suponemos que haya ido en verdad
madurando. Y eso también en las convicciones más profundas, en el sentido que
le damos a la vida, y en lo que es nuestra fe.
Malo seria que en este aspecto de nuestra fe no hubiéramos crecido y nos
hubiéramos quedado en una fe infantil, como demasiadas veces sucede en muchas
personas.
Ahondando en este aspecto nos damos
cuenta que la misma vivencia de la fe, cuando lo hacemos de una forma auténtica
y cuando hay apertura también en nuestro corazón, nos ha hecho crecer y madurar
en muchas cosas, en muchos aspectos de todo lo que es nuestra fe y su vivencia religiosa,
porque desde lo mismo que vamos experimentando, de lo que vamos conociendo o
incluso hasta de las dudas que nos van surgiendo, en nuestro interior vamos
rumiando todo eso en lo que creemos.
Habrá habido momento en que nos hemos
quedado con una fe simple que no nos ha llevado a demasiados compromisos de
vida, pero ha habido momentos en que la vida misma nos ha hecho pensar, ahondar
en algunos aspectos, darle una mayor comprensión a muchas cosas y a comenzar a
vivir con una mayor madurez. No nos han faltado por medio dudas, problemas,
soledades, oscuridades, hasta ganas en ocasiones de echarnos a correr pero en
huida, mas si con sinceridad hemos querido buscar hemos ido encontrando esa
salida y esa luz.
Me ha llevado a esta reflexión el
evangelio que hoy se nos ofrece que podríamos decir que viene a ser todo un
proceso que aun en los apóstoles está en camino. Jesús que se ha retirado con
los discípulos casi a las afueras de lo que es el territorio palestino le
pregunta a los discípulos por lo que dice la gente de El; pero tras esas
respuestas que expresan lo que era el sentir común de las gentes que lo ven
como un gran profeta, Jesús quiere algo más personal de aquellos que están
cerca de El. ¿Habrán pasado de esa imagen común de las gentes a descubrir algo
más en Jesús? Pedro da la respuesta, ‘Tú eres el Mesías’.
No significaba esa respuesta que ya
hubieran descubierto todo el secreto de Jesús. El Mesías tenía para los judíos
una connotación en cierto modo política y guerrera; era quien había de liberarlos
de la opresión de pueblos extranjeros para que Israel fuera en verdad lo que
ellos consideraban que se merecía su pueblo. Por eso Jesús trata de explicarles
que ser el Mesías, el Hijo del hombre, connotaba algo más. No venia por caminos
de poder y de victorias guerreras. Es que el Hijo del hombre habría de padecer,
iba a ser entregado incluso en manos de los gentiles, iba a ser reprobado por
las autoridades del pueblo, y al final terminaría ejecutado; claro que les dice
también que al tercer día resucitará.
Pero eso ellos no lo entienden. No ha
terminado aun su proceso de conocimiento de Jesús y va a ser duro para ellos.
Por eso Pedro trata de quitarle de la cabeza esas ideas a Jesús porque eso no
le puede pasar. Es cuando Jesús lo aparta a un lado y le dice que aun sigue
pensando como todos, que aun no ha llegado al pensamiento de Dios, que aun no
ha llegado a descubrirle de verdad.
Y ¿nosotros? ¿Qué idea tenemos de
Jesús? ¿Por donde va el camino de nuestra fe? ¿Nos quedaremos también en
superficialidades y generalidades? ¿Hasta donde llega nuestro compromiso?
Necesitamos seguir ahondando en el misterio de Cristo, seguir profundizando en
nuestra fe para que se haga vida en nosotros. Dejémonos conducir. Que nuestra
fe sea lo que da hondo sentido a nuestra vida.
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