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lunes, 6 de enero de 2020

Ha nacido una nueva estrella y no precisamente entre los astros del firmamento sino en quienes con pequeños gestos llenan de alegría cada día nuestro corazón


Ha nacido una nueva estrella y no precisamente entre los astros del firmamento sino en quienes con pequeños gestos llenan de alegría cada día nuestro corazón

Isaías 60, 1-6; Sal 71; Efesios 3, 2-3a. 5-6; Mateo 2, 1-12
Hoy es una fiesta entrañablemente popular que aun con la marcada que está por lo infantil, pero sobre todo más por el consumismo, tiene su encanto y se llena de ternura que algunas veces tanta falta nos hace a los humanos. Tan metida está al menos en nuestros espacios culturales en esa ternura casi infantil que no nos hace daño que ha perdido incluso su verdadera titularidad para quedarse en la fiesta de los Reyes Magos, por aquello que nos cuenta el evangelio.
Una fiesta que con todos los peligros del consumismo que algunas veces nos ahoga tiene esos gestos y esos detalles de los regalos que llenan de alegría y ternura nuestro corazón. Hemos de recoger lo bueno en ese compartir generoso para mutuamente llenarnos de alegría, pero no podemos olvidar toda la riqueza que tiene esta fiesta de la Epifanía del Señor.
Unos magos – no significa que tengan que ser reyes que no lo dice el evangelio – que aparecen por Jerusalén buscando al recién nacido rey de los judíos. Unos hombres acostumbrados a mirar para las estrellas que sin embargo vienen a buscar a un niño recién nacido. Hombres de ciencia, podríamos decir, que sin embargo buscan lo pequeño, buscan a un niño, porque aquellas estrellas que están acostumbrados de estudiar en el firmamento les señalan que una estrella nueva ha nacido y no se refieren ya a un astro que cruza los cielos y el firmamento, sino que en ese niño vislumbran una luz para Israel y para todos los pueblos.
Perseverantes escrutan las señales del firmamento, pero perseverantes buscan en las escrituras sagradas de todos los pueblos las señales más cercanas que les harán llegar a encontrar a ese niño recién nacido. podríamos decir que aunque nos parezca lo contrario no buscan cosas extraordinarias ni maravillosas sino algo tan sencillo como una madre que ha dado a luz y ese niño que en verdad está llamado a ser luz, de ahí la imagen y la señal de la estrella mencionada repetidamente.
Ya conocemos por el relato todo lo sucedido en Jerusalén, con la intriga del rey Herodes, con la búsqueda en las Escrituras por parte de los sacerdotes y maestros del templo que les ayudarán y les Irán marcando el camino. Esa búsqueda afanosa encontrará su resultado cuando de nuevo aparece la estrella sobre una humilde casa y será donde encuentran a al niño con su Madre, María. Algo tan sencillo y tan humilde pero que sin embargo les produce una inmensa alegría. Quizás hemos rodeado la escena de gran aparatosidad cuando a los magos los hemos hecho reyes, pero fue algo humilde y sencillo que de alguna manera se va a quedar oculto en aquel humilde hogar.
Creo que esta fiesta para nosotros puede ser una invitación a una búsqueda. Pero para esa búsqueda necesitamos la humildad de los que reconocemos que no sabemos, que muchas veces andamos también perdidos y desorientados, pero necesitamos también la capacidad del asombro. Sí, ser capaces de asombrarnos ante lo que se nos manifiesta y quizá a través de gestos sencillos.
Hay una autosuficiencia soterrada que a la larga es orgullo que nos hace creer que ya no necesitamos asombrarnos por nada. Nos hemos curado de espanto (¿?) porque ya nos lo creemos saber todo, son tantas las cosas extraordinarias que vamos recibiendo cada día cuando incluso la humanidad viaja ya por el universo a través sondas cósmicas y no sé cuentos inventos que en los avances de la ciencia vamos logrando, que ya parece que hemos pedido la capacidad del asombro.
Sin embargo cada día podríamos observar tantas maravillas en lo cotidiano, en lo pequeño que sucede a nuestro lado, en el actuar de las personas con quienes nos vamos encontrando, en tantos gestos sencillos pero maravillosos que podemos observar en quienes nos rodean, y sin embargo parece que ya eso no nos llama la atención perdiendo una riqueza y una sabiduría admirable que podíamos encontrar a nuestro lado.
Palabras llenas de sabiduría en la boca de la gente mas sencilla, gestos de humanidad y cercanía que muchas veces podemos encontrar en quienes menos lo esperamos, sonrisas sinceras que nos pueden llegar al alma para darnos ánimo cuando estamos decaídos y que podemos encontrar en tantos cerca de nosotros, una mano tendida cuando vamos a caer o sobre nuestro hombro cuando nos sentimos derrotados y sin ilusión… gestos humildes, sencillos que tenemos que saber descubrir y ante los que tenemos que sentir admiración.
Aquellos magos del evangelio se asombraron ante las maravillas de Dios que se manifestaban en lo más pequeño y sencillo como encontrar a un niño recién nacido en los brazos de su madre. También en los gestos sencillos y tremendamente humanos que hoy podemos vislumbrar en esta fiesta de reyes seamos capaces de asombrarnos y ser agradecidos aprendiendo como desde lo pequeño podemos hacer felices a los demás.

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