La
vigilancia, como la esperanza y la responsabilidad de la vida no será una actitud
pasiva sino que nos exige estar despiertos buscando positivamente lo que dé
plenitud a nuestro ser
Romanos 5,12.15b.17-19.20b-21; Sal 39; Lucas
12, 35-38
Nos confían que cuidemos de algo y lo
menos que podemos hacer es estar vigilantes, con una vigilancia responsable
para cuidar que aquello que nos confiaron no se pierda o no se dañe. Esa
vigilancia significa responsabilidad que asumimos, significa atención y
cuidado, no desde temores y desconfianzas sino poniendo los medios adecuados,
la atención necesaria para poder llevar a cabo la tarea.
Cuando hablamos de esas
responsabilidades que asumimos y que nos obliga a estar vigilantes podemos
hacer referencias a muchas cosas en la vida; desde la responsabilidad del padre
de familia para la atención de los suyos pero también para el cuidado por
ejemplo de la casa familiar que ya no es solo tener los medios adecuados, por
ejemplo, para que no nos entren a robar, sino que es la responsabilidad de cada
día para atender las necesidades de todos, pero también para adelantarnos a
poner cuanto esté de nuestra parte para el crecimiento personal, para el
desarrollo vital de cada uno de los miembros de la familia.
Así podemos pensar en nuestros
trabajos, como cada uno puede pensar en su propia vida que ha de cuidar y ha
desarrollar debidamente. No es ya simplemente dejar pasar la vida con lo que
pos si mismo vaya sucediendo sino que es el buscar como hacer crecer esa vida,
esa persona que somos nosotros, ese desarrollo de valores y cualidades, esa maduración
personal que buscará siempre lo mejor para alcanzar unas metas, para darle
valor a la vida misma, para todo eso que ayudará desde el desarrollo de mis
valores y capacidades también al crecimiento de la misma sociedad en la que
vivimos.
La vigilancia, como la esperanza y la
responsabilidad de la vida no es una cosa pasiva, no son actitudes pasivas de
dejar hacer, dejar que sucedan las cosas, ni tampoco una actitud como de
defensa ante temores de lo que inesperadamente pueda suceder, sino que se
realiza con actitudes positivas poniendo de todo nosotros mismos ya sea para el
desarrollo de nuestra propia vida, o para el desempeño de esas
responsabilidades que nos hayan confiado.
No podemos ir de pasivos por la vida,
simplemente defendiéndonos de lo que nos puedan dañar. No se trata de guardar
el talento enterrado en un hoyo en la tierra para no nos lo roben sino que
positivamente es poner a juego esos valores para que crezcan y se desarrollen. Recordaríamos
aquí algunas parábolas del evangelio.
Hoy
nos dice Jesús en el evangelio: ‘Tened
ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que
aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame’. La lámpara encendida, la cintura ceñida
no son las posturas del que está durmiendo, sino del que está dispuesto a
caminar, a atender y a servir, a cuidar y a trabajar. Es la vigilancia para
estar despiertos. Nos habla del amo que llega a la hora que menos lo piensa el
que quedó en la casa vigilante y ha de abrir la puerta y tener todo preparado.
Es la
vigilancia en la vida atendiendo a nuestras responsabilidades. Es la vigilancia
del creyente atento en todo momento para escuchar al Señor, para sentir la
presencia del Señor, para realizar la obra del Señor. Es la vigilancia de todo
ser humano consciente de la vida que tiene en sus manos que es un regalo del
Señor y de la que un día ha de dar cuentas, lo que le obliga a vivir como
momento con responsabilidad cultivando su vida y haciendo crecer sus valores
que a todos beneficien, a sentir que cuanto hace tiene también una
trascendencia que va más allá de su
propio yo y del momento presente. Es la vigilancia del que vive su vida no de
una forma superficial sino queriendo darle la mayor profundidad con la que
alcanzar un día la plenitud de la vida eterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario