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miércoles, 23 de octubre de 2019

Por una falsa humildad no ocultemos los valores que hay escondidos en nosotros que esa pequeña semilla podrá y tiene que dar hermosos frutos a nuestro mundo



Por una falsa humildad no ocultemos los valores que hay escondidos en nosotros que esa pequeña semilla podrá y tiene que dar hermosos frutos a nuestro mundo

Romanos 6,12-18; Sal 123; Lucas 12,39-48
Nos encontramos de todo. Aquellos que van de sobrados en la vida, que creen que todo se lo merecen, que se ponen siempre en un escalón más alto que los demás, que corren de la manera que sea por alcanzar lugares de relevancia, que todo se lo saben o creen sabérselo y miran con cara compasiva a los demás porque los pobrecitos no pueden llegar hasta donde yo he llegado, que viven de la vanidad y de la apariencia. No es necesario que digamos nada de ellos porque con sus actitudes ya están haciendo su carta de presentación.
Pero nos encontramos también aquellos que siempre se ponen detrás, que piensan que nada valen y se consideran sin valores, que por humildad o por temor se ocultan, no buscan lugares de relumbrón ni quieren opinar dejando que otros tomen la primera palabra aunque allá en el fondo sí tienen su opinión pero piensan que no vale nada en comparación con ellos que siempre van por delante o se ponen por encima.
Es bueno y es bonito encontrarnos con una persona humilde, y esas personas que no buscan vanagloria se hacen verdaderamente agradables para los demás, sin embargo aunque sea con humildad y en nombre de esa humildad precisamente hemos de saber reconocer también nuestros propios valores. No los podemos ocultar. Aunque nos parezcan pequeños tienen su valor y hacen que seamos lo que en verdad somos y que no tenemos que ocultar. Y es que muchas veces en esas personas que se ocultan podemos encontrarnos más valores y de mayor importancia que de en aquellos que van subiéndose a los pedestales.
No podemos ocultar lo que somos, los valores que tenemos. También los hemos recibido de Dios y son los que nos hacen verdaderamente grandes. Y eso que nos parece pequeño tenemos que saber desarrollarlo porque de ahí puede salir algo grande. Una semilla es pequeña y muchas veces nos puede parecer insignificante pero una vez que germina puede salir una hermosa planta que nos regalará hermosos frutos. Pues sepamos hacer germinar esa semilla que hay en nosotros para que regalemos los hermosos frutos de nuestra vida a nuestro mundo.
Esos frutos no son oropeles como los de aquellos que solo buscan la vanidad y la apariencia exterior, sino que son verdaderos tesoros con los que podemos enriquecer nuestro mundo. Y el mundo está necesitando de esos valores, de esa riqueza que nosotros podemos llevar en nuestro interior y que no podemos ocultar. Sería una irresponsabilidad y en lugar de ser un gesto de humildad pudiera convertirse en un callado orgullo que un día puede explosionar, y el orgullo sí que hará daño a nuestro mundo.
El evangelio nos habla hoy de la responsabilidad con que hemos de tomarnos la vida, las misiones que en ella tenemos, lo que podemos hacer por los demás, el servicio que desde cualquiera que sea el lugar que ocupemos nosotros podemos prestar a los demás. Y termina diciéndonos que al que mucho se le dio mucho se le exigirá. Por eso es bueno que nos examinemos muy bien, que nos conozcamos en esos verdaderos valores que como pequeña semilla están en nosotros, pero que tenemos que hacer fructificar.

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