Por
una falsa humildad no ocultemos los valores que hay escondidos en nosotros que
esa pequeña semilla podrá y tiene que dar hermosos frutos a nuestro mundo
Romanos 6,12-18; Sal 123; Lucas 12,39-48
Nos encontramos de todo. Aquellos que
van de sobrados en la vida, que creen que todo se lo merecen, que se ponen
siempre en un escalón más alto que los demás, que corren de la manera que sea
por alcanzar lugares de relevancia, que todo se lo saben o creen sabérselo y
miran con cara compasiva a los demás porque los pobrecitos no pueden llegar
hasta donde yo he llegado, que viven de la vanidad y de la apariencia. No es
necesario que digamos nada de ellos porque con sus actitudes ya están haciendo
su carta de presentación.
Pero nos encontramos también aquellos
que siempre se ponen detrás, que piensan que nada valen y se consideran sin
valores, que por humildad o por temor se ocultan, no buscan lugares de
relumbrón ni quieren opinar dejando que otros tomen la primera palabra aunque
allá en el fondo sí tienen su opinión pero piensan que no vale nada en
comparación con ellos que siempre van por delante o se ponen por encima.
Es bueno y es bonito encontrarnos con
una persona humilde, y esas personas que no buscan vanagloria se hacen
verdaderamente agradables para los demás, sin embargo aunque sea con humildad y
en nombre de esa humildad precisamente hemos de saber reconocer también
nuestros propios valores. No los podemos ocultar. Aunque nos parezcan pequeños
tienen su valor y hacen que seamos lo que en verdad somos y que no tenemos que
ocultar. Y es que muchas veces en esas personas que se ocultan podemos
encontrarnos más valores y de mayor importancia que de en aquellos que van subiéndose
a los pedestales.
No podemos ocultar lo que somos, los
valores que tenemos. También los hemos recibido de Dios y son los que nos hacen
verdaderamente grandes. Y eso que nos parece pequeño tenemos que saber
desarrollarlo porque de ahí puede salir algo grande. Una semilla es pequeña y
muchas veces nos puede parecer insignificante pero una vez que germina puede
salir una hermosa planta que nos regalará hermosos frutos. Pues sepamos hacer
germinar esa semilla que hay en nosotros para que regalemos los hermosos frutos
de nuestra vida a nuestro mundo.
Esos frutos no son oropeles como los de
aquellos que solo buscan la vanidad y la apariencia exterior, sino que son
verdaderos tesoros con los que podemos enriquecer nuestro mundo. Y el mundo
está necesitando de esos valores, de esa riqueza que nosotros podemos llevar en
nuestro interior y que no podemos ocultar. Sería una irresponsabilidad y en
lugar de ser un gesto de humildad pudiera convertirse en un callado orgullo que
un día puede explosionar, y el orgullo sí que hará daño a nuestro mundo.
El evangelio nos habla hoy de la
responsabilidad con que hemos de tomarnos la vida, las misiones que en ella
tenemos, lo que podemos hacer por los demás, el servicio que desde cualquiera
que sea el lugar que ocupemos nosotros podemos prestar a los demás. Y termina
diciéndonos que al que mucho se le dio mucho se le exigirá. Por eso es bueno
que nos examinemos muy bien, que nos conozcamos en esos verdaderos valores que
como pequeña semilla están en nosotros, pero que tenemos que hacer fructificar.
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