Podemos
encontrarnos en tiempos de confusión, pero han de ser tiempos de fidelidad, de
búsqueda de la verdad del evangelio, de dejarnos conducir por el Espíritu del
Señor
Éxodo 1,8-14.22; Sal 123; Mateo 10, 34-11,1
‘No hay quien te entienda’, reaccionamos ante un amigo que quiere explicarnos
algo y se hace sus razonamientos y reflexiones y parece como si no se terminará
de aclarar, porque nos da la impresión que nos dice cosas contradictorias. Nos
cuesta seguirle y entenderle y de un plumazo queremos quitárnoslo de encima.
¿Será lo que algunas personas piensan
de Jesús? ¿Será la reacción de tantos a los que les parecen exigentes las
palabras de Jesús que se nos manifiesta con radicalidad y nos cuesta entender?
Algunas veces ante ciertas páginas del evangelio reaccionamos de alguna manera así,
quisiéramos pasar página porque como se dice ahora son cosas que en el mundo en
que vivimos no entendemos porque ahora tenemos otros intereses u otros deseos.
En la página del evangelio de hoy Jesús
está dando instrucciones a sus discípulos, sobre todo a los más cercanos, y
preparándolos para que se sepan enfrentar a ese mundo al que tienen que
anunciar la Buena Nueva del Reino y que no siempre los van a entender, incluso
los van a rechazar.
Y es que el mensaje del evangelio se
presenta como signo de contradicción para el mundo que nos rodea, que no
siempre sabe entender las palabras de Jesús y, más que entender, aceptar. Jesús
era también un signo de contradicción en medio de las gentes de su tiempo; no
todos lo entendían, y las reacciones de la gente eran contradictorias, pero no
por eso Jesús iba a hacer rebajas en el mensaje de salvación que nos ofrecía.
Por eso en torno a Jesús se crea esa contradicción de unos que lo aceptan y lo
aclaman y otros que lo rechazan e incluso buscarán quitarlo de en medio.
¿Nos sucederá a nosotros hoy así
también? Si somos fieles al mensaje de Jesús, así nos vamos a encontrar. Por
eso Jesús habla de fuego y de espada, habla de cómo los más cercanos, padre,
madre, familia, etc., nos van a rechazar, pero a pesar de ello ahí tiene que
manifestarse nuestra fidelidad, nuestra integridad, nuestra fe que no se puede
tambalear. Por eso nos dirá que los enemigos los tendremos en la propia casa.
¿Quiere Jesús la división? ¿Busca esa
contradicción? Jesús busca la paz, aunque tanto nos cueste conseguirla; Jesús
quiere la unidad porque lo que quiere es que vivamos en una comunión de amor.
Pero eso cuesta, y nos cuesta desde nosotros mismos que tenemos que superarnos,
crecer por dentro, purificarnos interiormente, arrancar de nosotros todo brote
de violencia o de orgullo, hacer florecer el amor aunque la rosa tenga espinas.
Y esto en nuestro nivel individual,
personal, pero esto lo vivimos, lo hemos de vivir también como comunidad que
somos, como Iglesia. No importa que la Iglesia se presente como un signo de
contradicción ante el mundo. Y no es porque se le anden buscando defectos y
fallos en si misma o en sus miembros, sino por la fidelidad al evangelio y sus
valores con que tiene que presentarse.
Hay también quien nos dice que la
Iglesia hoy tiene que renovarse, y renovarse significa para muchos adaptarse a
las exigencias o a las comodidades de esta época, de estos tiempos. Y eso significaría
hacer rebajas en sus principios y en sus valores, querer enseñar ahora por
aquello de adaptarse unas cosas que están en contradicción con lo que siempre
ha enseñado dejando a un lado su doctrina y los principios morales derivados
del evangelio; y cuando la iglesia no se adapta, decimos que no nos interesa,
que la Iglesia no vale, y abandonamos y nos vamos por nuestros caminos que solo
pretenden satisfacer nuestros intereses o nuestros deseos mas egoístas y
pasionales.
Podemos encontrarnos en tiempos de confusión,
en que no veamos las cosas claras, en que entre nuestras dudas y debilidades
andemos de un lado para otro sin saber bien a qué atenernos. Pero tienen que
ser tiempos de fidelidad, tiempos de búsqueda de la verdad del evangelio,
tiempos en que tenemos que dejarnos conducir por el Espíritu del Señor. Nos cuesta,
pero tenemos que emprender ese camino aunque sea difícil porque tengamos que
negarnos a nosotros mismos y nuestras visiones particulares, para tratar de ser
fieles de verdad al evangelio.
Que el Espíritu del Señor nos ilumine y
nos lleve siempre los caminos de la verdad del evangelio.
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