Nos
queremos vestir de la librea de María con el escapulario del Carmen que es como
meternos en el molde de María para vivir una vida resplandeciente de virtudes
Zacarías, 2, 14-17; Mateo 12, 46-50
Al norte del territorio de Israel se
alza la cordillera del Carmelo cuyas estribaciones en su lado occidental vienen
a descansar casi en las aguas del Mediterráneo. Estas montañas del Carmelo
tienen hondas resonancias bíblicas muy relacionadas con los profetas sobre todo
con el adalid de su lucha contra los cultos paganos a los baales que entre los
israelitas se querían introducir el profeta Elías y cuyos momentos más
significativos se desarrollan precisamente en estas montañas.
Fueron luego en los tiempos de las
cruzadas remanso de paz, y refugio de descanso y recogimiento para aquellos
cruzados que no querían alejarse de la tierra del Señor. Pronto surge un grupo
de anacoretas en estas montañas que se agrupan bajo la regla que como norma de
vida el patriarca de Jerusalén elabora para ellos reuniéndose en torno al
templo levantado en honor de María, naciendo así la Orden religiosa de la
Virgen María del Monte Carmelo, a quien invocan como Madre protectora y a quien
llamarán también estrella del mar, viviendo el espíritu de recogimiento y su
mismo ardor misionero que viviera el profeta en aquellas montañas. Allí en lo
alto de aquellas estribaciones del monte Carmelo se levanta María como luz y
como guía que va a ser para todos los navegantes de la vida.
Más tarde entre los avatares que sufrió
la Orden que se tuvo que venir a Europa la tradición habla de cómo María se la
manifiesta a san Simón Stock entregándole como signo y como librea para su
vestimenta y para sus vidas el Santo Escapulario que tan especial significación
va a tener para el hábito de los Carmelitas pero también en la devoción del
pueblo cristiano que ama a María como un querer vestirse también de María. Este
tendría que ser su especial significado para quieren portar sobre sus hombros
el escapulario del Carmen queriendo expresar así como queremos vestirnos de
María, como queremos imitar a María llevando impresas en nuestra vida todas sus
virtudes.
Vestir el escapulario tiene que ser un
compromiso de santidad en nosotros, queriendo sentirnos seguros en ese navegar
de la vida en medio de las tormentas de las tentaciones con la especial protección
de María. Es nuestro compromiso pero es la gracia que a través de María
recibimos para nuestra lucha contra el pecado, pero también para el
resplandecer de nuestras virtudes, comprándolas intensamente de María. Es un
vestirse de Maria no ya tanto como un ropaje externo o un disfraz, sino como
querer meternos en el molde de María para así lograr esa vida perfecta
resplandeciente de santidad.
La devoción a María en esta advocación
del Monte Carmelo o como simplemente decimos la Virgen del Carmen está
profundamente enraizada en el pueblo cristiano a lo largo de todo el mundo.
Aunque en cada lugar la invoquemos con una advocación especial como reina y
protectora de nuestros pueblos, sin embargo la Advocación del Carmen prevalece
por todas partes y ya bien sabido es la devoción que tienen a la Virgen del
Carmen los hombres y las mujeres del mar.
A la orilla de nuestras playas o
acantilados sobre el mar aparecen repetidamente las ermitas y los templos
dedicados a la Virgen del Carmen; marineros y pescadores la tienen como patrona
y a ella la invocan como esa Estrella del Mar que siempre les guía y les
protege en sus singladuras y en su honor sabemos cómo surgen fiestas en todos
los pueblos. Somos muchos, hombres y mujeres, los que llevamos su nombre como
nuestro nombre propio, queriendo expresar así como nos sentimos sus hijos y no
nos falta nunca su protección de Madre en todos los peligros.
He querido hoy detenerme en esta página
de la semilla de cada día en la figura de María y aunque aparentemente no hago ningún
comentario del evangelio del día, podríamos decir, sin embargo, que mirando a
María estamos mirando el Evangelio, porque ella es la portadora de esa Buena
Noticia de salvación porque nos trae a Jesús y porque es el mejor ejemplo de
cómo tenemos que ser los discípulos de Jesús. Su presencia siempre nos está
diciendo que hagamos como El nos dice, su presencia siempre nos está llevando
al Evangelio de Jesús, su presencia siempre está sembrando en nosotros los
valores del Reino de Dios que nos anuncia Jesús.
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