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sábado, 29 de septiembre de 2018

Dejémonos sentir así mirados por Dios con su mirada de amor abriendo nuestro corazón a sus designios de amor cuando celebramos la fiesta de los Santos Arcángeles



Dejémonos sentir así mirados por Dios con su mirada de amor abriendo nuestro corazón a sus designios de amor cuando celebramos la fiesta de los Santos Arcángeles

Daniel 7,9-10.13-14; Sal 137; Juan 1,47-51

Una mirada puede ser en ocasiones algo decisivo en la vida. Alguna vez casi sin darnos cuenta presentimos que alguien nos está mirando, quizás nos sorprende, quizás sentimos como un reparo a que nos miren y quisiéramos ocultarnos, quizás nos agrade la sensación de paz que percibimos y que nos agrada porque parece que a nosotros nos llena de paz, otras veces nos interroga y parece como si se nos metiera en lo más hondo de nosotros descubriendo lo más intimo o lo más secreto que guardamos dentro de nosotros mismos.
Hay, es cierto, personas que hablan contigo y no te miran, otras veces somos nosotros los que rehuimos la mirada como queriendo ocultar algo, pero en el fondo nos agrada sentirnos mirados, o que cuando nos hablen nos miren a la cara, nos miren a los ojos. Sensaciones diversas pueden producirse en nosotros, pero también sentimos con agradecimiento esa mirada de estímulo que parece que nos está diciendo adelante, o una mirada puede ser que nos haga cambiar hasta la intención de lo que estamos haciendo y de alguna manera nos hace recomponer nuestras posturas o nuestra manera de ser o de hacer. Es más importante de lo que parece o de lo que queramos aceptar la mirada que recibimos de los demás, como importante puede ser los otros nuestra mirada.
¿Y las miradas de Jesús? sería una buena reflexión recorrer las páginas del evangelio fijándonos al detalle en la mirada de Jesús. Es un tema que me agrada y que muchas veces he reflexionado también. Hoy se nos habla de una mirada de Jesús en el evangelio que fue muy importante.
Felipe le había anunciado a Natanael que habían encontrado al anunciado por los profetas y esperado con tantas esperanzas hasta ahora nunca cumplidas por el pueblo de Israel. Y le señala en concreto a Jesús de Nazaret. No sin ciertas reticencias se acerca a Jesús, porque de Nazaret no puede salir nada bueno – rencillas y envidias de pueblos vecinos – y cuando se acerca Jesús se le queda mirándole. Y esa mirada de Jesús va acompañada de una alabanza. Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño’. Saludo recibido con ciertas reservas por parte de Natanael. ‘¿De qué me conoces?’ Y Jesús le habla de una mirada. ‘Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi’.
Fueron suficientes esas palabras, pero también la sensación que había sentido porque en aquel momento, que no sabemos qué es lo que había sucedido, sin embargo se había sentido mirado. Una mirada de la que quizá entonces no se había enterado, pero saber que le habían mirado en aquellas circunstancias, le hizo cambiar totalmente su actitud. Le había hecho dar un vuelco total a su vida, a sus predisposiciones, a sus actitudes, y del rechazo del principio había nacido ahora una profesión de fe. ‘Rabí – le dice ya reconociéndolo como maestro -, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel’  concluyendo con una hermosa confesión de fe’.
Qué importante había sido aquella mirada. Lo que expresábamos al principio, miradas que interrogan, miradas que penetran hasta lo mas hondo, miradas que nos transforman, miradas que nos hacen tener una nueva visión y nos abren un nuevo camino. Algunas veces somos conscientes, otras veces nos pasan desapercibidas, miradas que tenemos que aprender a recibir y apreciar, miradas de las que en ocasiones nos tendríamos que dejar llevar en lo que suscitan en nuestro corazón. Mucho podríamos seguir reflexionando.
Hoy queremos sentir la mirada de Dios sobre nosotros en esta fiesta que celebramos de los santos Arcángeles, san Miguel, san Rafael, san Gabriel. Podríamos atrevernos a decir siguiendo con nuestra reflexión precedente que de alguna manera son la mirada de Dios sobre nosotros. Misión de los Ángeles y de los arcángeles es hacernos sentir la presencia de Dios con la misión que nos confía y con las señales de su presencia que nos acompañan.
Mirada de Gabriel a María para trasmitirle la misión y el encargo que Dios le confiaba para hacerla su madre; mirada de Rafael a Tobías para ayudarle a encontrar los caminos de Dios, caminos que conducen siempre a la salvación; mirada de Miguel el arcángel que nos habla del poder y de la gloria del Señor que nunca podemos mancillar con nuestro pecado porque su presencia nos hace sentir la fuerza y el poder del Señor en nuestra lucha contra el mal y contra el pecado. Dejémonos sentir así mirados por Dios abriendo nuestro corazón a sus designios de amor.

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