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jueves, 5 de julio de 2018

Necesitamos escuchar la palabra amiga de Jesús que nos tiende su mano y nos dice ¡Ponte en pie…! llevándonos a vivir con toda plenitud



Necesitamos escuchar la palabra amiga de Jesús que nos tiende su mano y nos dice ¡Ponte en pie…! llevándonos a vivir con toda plenitud

Amós 7,10-17; Sal. 18; Mateo 9, 1-8

Nos gustaría vivir la vida de manera alegre, con nuestras responsabilidades y trabajos sí, pero sin que hubiera sobresaltos o nos sobreviniesen problemas, dificultades o limitaciones que nos pusieran a prueba. Pero bien sabemos que en la vida vamos teniendo de todo; de alguna manera de nosotros depende cómo nos enfrentemos a esas situaciones para no perder el ánimo ni la paz, pero sabemos que no siempre lo conseguimos.
Nos aparecen problemas y contratiempos, llega una enfermedad que nos pone a prueba y muchas veces las limitaciones, incluso físicas, que nos pueden aparecer parece que nos superan y merman fuertemente nuestras capacidades, o el alcanzar quizá aquellas metas que nos habíamos propuesto. Como decíamos, de nosotros depende de cómo nos enfrentemos a ello, pero muchas veces parece que caemos un pozo, nos hundimos, nos deprimimos, no queremos sino quedarnos postrados lamiéndonos en nuestros lamentos.
Necesitamos una mano amiga que nos levante, saber descubrir que aun hay posibilidades en nuestra vida, que no tenemos por qué perder la paz. Puede aparecer el amigo o la persona buena que sepa estar a nuestro lado y nos dé ánimo. Muchas veces lo necesitamos porque por nosotros mismos no sabemos salir de ese pozo en que hemos caído. Hemos también de saber tener la humildad de reconocerlo y de pedir ayuda. Habrá una fuerza interior que nos impulse; podemos sentir la fuerza sobrenatural de la gracia que llega a nosotros por diferentes medios que nos levante. Hemos de saber abrirnos, aunque nos cueste, a algo que nos trasciende, que nos lleva más allá y nos levanta, porque no podemos quedarnos postrados en esa camilla de nuestros males o nuestras limitaciones.
Hoy el evangelio nos habla de un hombre postrado en su camilla. Las limitaciones físicas de su parálisis - ¿solo las limitaciones físicas? – le tenían allí postrado. Pero hay alguien que le ayuda, unos amigos, unos familiares, unas personas compasivas lo llevan hasta Jesús. El hombre anímicamente está dando pasos porque se deja conducir en busca de salud. Lo sorprendente es que Jesús la primera palabra que tiene para aquel hombre es ofrecerle el perdón. Ya sabemos todo lo surgió a su alrededor en los que decían que Jesús blasfemaba atribuyéndose un poder que no tenia. Pero, ¿cuál sería la reacción del paralítico? Había venido a que lo curaran. Allí seguía postrado.
Aparte de lo que Jesús quiere hacerles comprender a aquellas gentes de que tenia el poder del perdón de los pecados, dirigiéndose directamente al hombre de la camilla le dice: ‘Ponte en pie, levántate, coge tu camilla, vuelve a tu casa’.
‘Ponte en pie…’ no te quedes postrado. Aléjate ya para siempre de las sombras, las oscuridades hay que hacerlas desaparecer de la vida. Lo que pesaba en el corazón de aquel hombre Jesús ha querido curárselo, quiere que tenga paz en su corazón, que se sienta hombre nuevo y renovado. No es solo el movimiento de sus piernas lo que aquel hombre necesita. Eso lo puede hacer. Pero tiene que dejarse liberar de sus postraciones, de sus oscuridades y temores, de sus agobios y desesperanzas. Ha de saber poner luz en su vida. Y Jesús le cura, Jesús le trae la paz, Jesús lo levanta de su postración, Jesús le invita a que vuelva con los suyos con sus luchas y con sus alegrías, Jesús le invita a seguir viviendo la vida con intensidad, que ponga verdadera alegría en su vida.
¿Será lo que nosotros también necesitamos?

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