La
creatividad del amor realiza la más maravillosa espiral que ha de envolver cada
más nuestro mundo para hacerlo mejor y todos seamos más felices
1Reyes 21, 1-16; Sal 5; Mateo 5, 38-42
Da la impresión muchas veces que en la vida actuamos solo movidos por impulsos
que no siempre son motivados por una razón serena y equilibrada. Si los
impulsos que recibimos son negativos la tendencia es que respondamos con
impulsos igualmente negativos generándose así una espiral que no siempre es
fácil detener. Es esa espiral de violencia, de rencores, de resentimientos en
que tantas veces nos vemos envueltos.
Qué difícil es no responder de la misma manera con la que actúan con
nosotros sobre todo cuando nos hacen daño de la forma que sea. La gente suele
decir yo soy amigo de mis amigos, hago el bien a los que me hacen bien, y se
quedan tan tranquilos; a fuerza de oírlo nos creemos que eso es un principio
inmutable y terminamos nosotros actuando de la misma manera; pero ¿eso
significa que te encierras en un circulo y no eres capaz de abrirte a nuevas
amistades? ¿Es que a quien previamente no te haya hecho algo bueno tú no le vas
a ofrecer nada bueno de ti mismo? No creo que eso sea un círculo de amor, más
bien es una espiral convergente que se cierra en el punto de mi yo.
Todos sin embargo querríamos un mundo de felicidad, un mundo pacifico,
un mundo en que todo fuera bien. Pero entonces tenemos que ver los cauces para
esa felicidad, porque si la encierro en que yo sea feliz importándome poco la
felicidad de los demás, no es precisamente el camino para hacer un mundo mejor.
Y me atrevo a decir una cosa, no hay más momento en que yo sienta más
felicidad y dé más felicidad al otro que el del perdón. Y es que perdonar es
empezar por quitar un peso de mi mismo, de mi corazón; quien se ha sentido
ofendido o herido en algo siente el dolor en si mismo de su orgullo herido del
que luego Irán surgiendo muchos otros sentimientos negativos. Por eso empieza
curándote a ti mismo, perdonando, que es quitando ese peso que se te ha metido
en el corazón. Y con ese perdón estarás curando el corazón que se siente mal
por lo que ha hecho, aunque quizás no muestre exteriormente ningún signo de
arrepentimiento, en el fondo es también un corazón herido que con tu perdón le
das la posibilidad de curarse. Por eso es felicidad también el sentirse
perdonado.
Tengamos pues la valentía de perdonar, porque nos curamos a nosotros
mismos y ayudamos a la curación de los demás. Somos humanos y todos cometemos
errores y con nuestros fallos y debilidades terminamos hiriendo a los demás.
Ofrezcamos esa posibilidad de sanarnos de verdad. Así haremos en verdad que
nuestro mundo sea mejor y seamos más felices.
Es lo que hoy nos está enseñando el evangelio. Recientemente el papa Francisco nos ha invitado a la
santidad en su exhortación apostólica. En el número 88, cuando habla de
los que luchan por la paz, nos dice: “Los pacíficos son fuente de paz,
construyen paz y amistad social”. Y en el número 89: “Se trata de
ser artesanos de la paz, porque construir la paz es un arte que requiere
serenidad, creatividad, sensibilidad y destreza”.
Es la creatividad del amor
que realiza la más maravillosa espiral que envuelve y envuelve cada más nuestro
mundo. Es nuestra tarea, es la respuesta que nosotros tenemos que dar con verdadero
sentido y como decíamos con gran valentía. Es el impulso más hermoso por el que
tenemos que dejarnos envolver. Es lo positivo que tenemos que ir haciendo en la
vida para tener la más pacifica influencia sobre nuestro mundo.
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