Démosle verdadera trascendencia a nuestra vida encontrando los verdaderos valores, los que no caducan, los que nos abren puertas de eternidad
2Reyes 11, 1-4.9-18. 20; Sal 131; Mateo 6, 19-23
Cómo nos gusta ir acumulando cosas en la vida. Miramos en nuestro
entorno, miramos nuestra habitación y nuestra casa y vemos cuántas cosas se
acumulan y de las que no queremos desprendernos; unas porque nos traen un
recuerdo, otras porque, quizás sí, las necesitamos o utilizamos, otras porque
un día nos sirvieron para algo pero que ahora sentimos lástima de desprendernos
de ellas, otras porque quizá olvidadas con el paso del tiempo ahí se van
acumulando, llenándose de polvo y suciedad y casi no les prestamos atención
pero tampoco nos desprendemos de ellas, otras veces porque de alguna manera
halagan nuestra vanidad y parece que le dan cierta prestancia a nuestro lugar o
a nuestra vida, o pueden ayudar a manifestar de alguna manera cierto poder, y
así cosas y cosas que nos rodean, se amontonan y hasta nos ahogan.
Pero bien sabemos que no son solo esos objetos que ponemos en algún
lugar en nuestro entorno, sino son otros los deseos de acumular, de ser en
cierto modo avaros porque en lo económico queremos tener más y más, nos parece
siempre que no va a faltar, pensamos en futuros o en lo que nos pueda venir el
día de mañana y parece que con esos bienes económicos o materiales lo vamos a
tener todo resuelto. En nuestra avaricia hasta quizás pasamos necesidad de algo
en estos momentos porque lo que queremos es guardar y guardar.
¿Para qué todo eso? ¿La vida estará hecha solo de esas cosas que
poseemos o de esos bienes económicos que guardamos? ¿No habrá algo más que
seria lo que tendría que enriquecer nuestra vida? Algunas veces no sabemos ni
disfrutar de lo que tenemos. Hay otras posibilidades en nuestra vida que
pasamos por alto y no llegamos a tener ese crecimiento interior como personas
porque nos quedamos en apariencias y vanidades.
Tenemos libros que decimos que algún día en el futuro leeremos pero
nunca abrimos sus páginas; ahí están alineados en la biblioteca pero nada mas,
cerrados no nos aprovechamos de su riqueza. Pero eso no nos sucede solo en
nuestra biblioteca – es un imagen -, sino que no sucede cuando no nos damos
cuenta de la riqueza interior que pudiera haber en nuestra vida, pero que
realmente no nos hemos preocupado de desarrollar.
Las satisfacciones más hondas en el desarrollo de nuestra personalidad
las olvidamos y las sustituimos por satisfacciones efímeras que pensamos que
nos pueden dar las cosas. No son las cosas lo que verdaderamente te harán
feliz, sino lo que hay dentro de ti mismo, en tus propias capacidades y
cualidades que tendrías que preocuparte de desarrollar con lo que también podrías
hacer feliz a tantos que están a tu lado.
Hoy esta diciendo Jesús que acumulemos tesoros donde la polilla no los
roa, sino los ladrones se los puedan llevar. Y nos dice que allí donde está
nuestro tesoro está nuestro corazón. ¿Dónde tenemos el verdadero tesoro de
nuestra vida? ¿Cuáles son las metas por las que merece luchar que nos hemos
propuesto? ¿Qué es lo que verdaderamente da satisfacción a nuestra vida y nos
hace verdaderamente grandes?
Tenemos mucho en qué pensar. Démosle verdadera trascendencia a nuestra
vida, encontremos los verdaderos valores, los que no caducan, los que duran
para siempre, los que nos abren puertas de eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario