Vistas de página en total

viernes, 22 de junio de 2018

Démosle verdadera trascendencia a nuestra vida encontrando los verdaderos valores, los que no caducan, los que nos abren puertas de eternidad



Démosle verdadera trascendencia a nuestra vida encontrando los verdaderos valores, los que no caducan, los que nos abren puertas de eternidad

2Reyes 11, 1-4.9-18. 20; Sal 131; Mateo 6, 19-23

Cómo nos gusta ir acumulando cosas en la vida. Miramos en nuestro entorno, miramos nuestra habitación y nuestra casa y vemos cuántas cosas se acumulan y de las que no queremos desprendernos; unas porque nos traen un recuerdo, otras porque, quizás sí, las necesitamos o utilizamos, otras porque un día nos sirvieron para algo pero que ahora sentimos lástima de desprendernos de ellas, otras porque quizá olvidadas con el paso del tiempo ahí se van acumulando, llenándose de polvo y suciedad y casi no les prestamos atención pero tampoco nos desprendemos de ellas, otras veces porque de alguna manera halagan nuestra vanidad y parece que le dan cierta prestancia a nuestro lugar o a nuestra vida, o pueden ayudar a manifestar de alguna manera cierto poder, y así cosas y cosas que nos rodean, se amontonan y hasta nos ahogan.
Pero bien sabemos que no son solo esos objetos que ponemos en algún lugar en nuestro entorno, sino son otros los deseos de acumular, de ser en cierto modo avaros porque en lo económico queremos tener más y más, nos parece siempre que no va a faltar, pensamos en futuros o en lo que nos pueda venir el día de mañana y parece que con esos bienes económicos o materiales lo vamos a tener todo resuelto. En nuestra avaricia hasta quizás pasamos necesidad de algo en estos momentos porque lo que queremos es guardar y guardar.
¿Para qué todo eso? ¿La vida estará hecha solo de esas cosas que poseemos o de esos bienes económicos que guardamos? ¿No habrá algo más que seria lo que tendría que enriquecer nuestra vida? Algunas veces no sabemos ni disfrutar de lo que tenemos. Hay otras posibilidades en nuestra vida que pasamos por alto y no llegamos a tener ese crecimiento interior como personas porque nos quedamos en apariencias y vanidades.
Tenemos libros que decimos que algún día en el futuro leeremos pero nunca abrimos sus páginas; ahí están alineados en la biblioteca pero nada mas, cerrados no nos aprovechamos de su riqueza. Pero eso no nos sucede solo en nuestra biblioteca – es un imagen -, sino que no sucede cuando no nos damos cuenta de la riqueza interior que pudiera haber en nuestra vida, pero que realmente no nos hemos preocupado de desarrollar.
Las satisfacciones más hondas en el desarrollo de nuestra personalidad las olvidamos y las sustituimos por satisfacciones efímeras que pensamos que nos pueden dar las cosas. No son las cosas lo que verdaderamente te harán feliz, sino lo que hay dentro de ti mismo, en tus propias capacidades y cualidades que tendrías que preocuparte de desarrollar con lo que también podrías hacer feliz a tantos que están a tu lado.
Hoy esta diciendo Jesús que acumulemos tesoros donde la polilla no los roa, sino los ladrones se los puedan llevar. Y nos dice que allí donde está nuestro tesoro está nuestro corazón. ¿Dónde tenemos el verdadero tesoro de nuestra vida? ¿Cuáles son las metas por las que merece luchar que nos hemos propuesto? ¿Qué es lo que verdaderamente da satisfacción a nuestra vida y nos hace verdaderamente grandes?
Tenemos mucho en qué pensar. Démosle verdadera trascendencia a nuestra vida, encontremos los verdaderos valores, los que no caducan, los que duran para siempre, los que nos abren puertas de eternidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario