Los pobres son evangelizados es una de las características del Reino de Dios, porque los que se vacían de si mismos y sus orgullos son los que mejor se abren a Dios y se dejan inundar de su paz y de su amor
Isaías 11, 1-10; Sal 71; Lucas 10, 21-24
Más de una vez nos hemos visto sorprendido cuando hemos escuchado
palabras llenas de sabiduría de una persona sencilla, aparentemente sin mayor
cultura – al menos como entendemos muchas veces la cultura – de la que no esperábamos
que nos dijera cosas tan hermosas y tan llenas de sensatez y sabiduría. Quizá
expresiones así, sentencias para la vida, descripción certera de la realidad y
consejos de una forma sensata de actuar las hubiéramos esperado de personas a
las que consideramos habitualmente cultas, preparadas en ciencias o filosofías,
pero nunca de unas personas sencillas así. Es la abuela que nos da un consejo,
es el hombre sencillo del campo que nos hace pensar con sus reflexiones, es la
persona humilde pero que quizá con una palabra nos resume grandes pensamientos.
No quitamos valor a las personas que con sus estudios y formación
académica pueden llegar a darnos grandes principios o hermosas visiones de la
vida desde su pensamiento filosófico y de una cultura que bien han cultivado,
pero sí hemos de saber valorar a quienes de forma humilde y sencilla han sido
capaces de desarrollar en su mente grandes pensamientos y han sabido
reflexionar sobre la vida para darnos esos sabios pensamientos, fruto de esa
mirada profunda que con sencillez han sabido ir haciendo de la vida. Han sabido
estar abiertos en su pensamiento a grandes cosas que han sabido rumiar en el
silencio de su corazón.
Hoy nos dice Jesús en el evangelio que no son los que se creen sabios
y entendidos los que mejor pueden llegar a admirar y comprender el misterio de
Dios; que solo los de corazón humilde y sencillo saben abrir su corazón a Dios
y reciben su revelación porque Dios se goza en los sencillos y en los humildes.
Algunos en su prepotencia querrán despreciar por ignorantes a los que viven con
profundidad su experiencia religiosa de Dios y tratarán de convencernos de que
quizá sean inútiles todas nuestras expresiones religiosas. Mucho de esto nos
vamos encontrando cada vez en la vida, pero no hemos de temer ni sentirnos
humillados por eso, sino todo lo contrario vivir esa sabiduría de Dios que en
la sencillez y humildad de nuestro corazón así se nos manifiesta y nos llena de
plenitud.
Los pobres son evangelizados es una de las características de la
llegada del Reino de Dios, y es que los que se sienten vacíos de si mismos, de
sus orgullos o de la posesión de lo que muchos se piensan que son sus riquezas,
es la mejor manera de abrirnos a Dios, sentir su presencia, dejándonos inundar
de su paz y de su amor. Son los que mejor pueden saborear mejor lo que es la
paz que se siente cuando nos llenamos de Dios. Y aunque la presencia de Dios
nos inquieta porque siempre nos abre caminos a darnos con mayor amor, la
satisfacción que sentimos cuando somos capaces de olvidarnos de nosotros mismos
para darnos por demás nos da una paz bien profunda que es algo que nadie nos
podrá arrebatar.
Hagamos este camino que estamos iniciando del Adviento desde esos
presupuestos de nuestra pobreza, desde la humildad y la sencillez abriendo de
verdad nuestro corazón a Dios. De esa pobreza nuestra que pudiera parecer un
tronco reseco y sin vida va un surgir un renuevo que florecerá en una vida
nueva y distinta que podrá alegrar muchos corazones. Aprenderemos a saborear lo
que es el amor y haremos gusta de esa dulzura del amor a los demás a través de
nuestro servicio, nuestro desprendimiento, nuestra generosidad, nuestra
humildad y quienes estén a nuestro lado se van a sentir cada vez más a gusto,
porque repartiremos amor y haremos gustar a todos lo que es el amor verdadero.
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