Nuestra tarea y compromiso como creyentes en Jesús es construir un mundo mejor apoyándonos mutuamente para que nadie sufra la manipulación injusta de los demás
1Tes. 1,1-5.8b-10; Sal 149; Mateo
23,13-22
Hay gente que siempre sabe quedar bien sin importarle la verdad y la
sinceridad de la vida sino que o bien llenarán su vida de vanidades para hacer
creer a los demás lo que realmente no son, o saben utilizar las palabras y los
razonamientos para arrimar el ascua a su sardina y tendrán siempre razones con
sofismas que traten de justificar sus posturas y lo que hacen convirtiéndose así
en unos manipuladores de los demás. Ellos son siempre los buenos, los que saben
hacer las cosas, los que tienen razón para hacer lo que hacen sin importarle el
daño que quizás puedan hacer a los demás. Ven las cosas, la vida desde la óptica
solo del color de su cristal y no son capaces de descubrir lo bueno o los
razonamientos que puedan tener los demás.
Una vida rodeada de personas así nos resulta incomoda; nos sentimos
manipulados o que al menos traten de manipularnos; vemos a la gente que solo le
interesan sus ganancias o sus razones que solo les favorezcan a ellos; gente
que nos damos cuenta que su trato es injusto con los demás y muchos incautos
caen en sus redes; gente que busca solo sus ganancias ya sean económicas o de
poder para así mejor poder manipular a los demás desde quizás sus puestos de
influencia en razón de responsabilidades que tienen pero que desempeñan muchas
veces solo para beneficio propio y no para el bien de toda la comunidad.
Son las luchas que nos vamos encontrando en la vida cuando tratamos de
ser justos, sinceros, leales, pero no encontramos la correspondencia en los
demás. Podemos sentir la tentación de dejarnos arrastrar o cerrar los ojos o
eso injusto que estamos viendo, pero nuestra conciencia no nos deja tranquilos
y nos llama a actuar; todo parece una lucha entre el mal y el bien y a veces
incluso podemos sentirnos sin fuerzas. Esas manipulaciones algunas veces nos
vienen de las personas que nosotros menos pensábamos que pudieran actuar así,
porque siempre se nos presentan con una buena sonrisa o con aureolas de
honradez y pronto vemos que son bien ficticias.
Ahí tiene que florecer la honradez y la rectitud de nuestra vida, para
no dejarnos nosotros manipular ni permitir que otros sean manipulados; ahí con
nuestra rectitud y lealtad tenemos que convertirnos en denuncia de se mal con
que tantos injustamente tratan de manipularnos; ahí tenemos que saber apoyarnos
los que trabajamos en la misma línea de honradez y de rectitud; no podemos
permitir que el mal siga venciendo en nuestro mundo; tenemos que seguir
actuando responsablemente y hacer que brillo lo bueno y lo justo, la sinceridad
de la vida y que se terminen de desterrar de nuestro mundo esas vanidades,
orgullos y tratos injustos.
Como cristianos no nos podemos cruzar de brazos. Nuestra tarea es
sembrar nuestro mundo de esos valores que nos enseña el evangelio de Jesús.
Nuestro compromiso es construir ese mundo más justo no permitiendo que nadie sufra
las injusticias de los demás. Y ahí tenemos que saber apoyarnos mutuamente
todos los que trabajamos por esa justicia, aceptando siempre lo bueno que viene
de los demás para hacer entre todos ese mundo mejor.
Nosotros desde nuestra fe en Jesús, desde donde vivimos ese
compromiso, desde donde recibimos esa luz que nos hacer ver las cosas con
claridad, y con la fuerza de su gracia que no nos abandona tenemos que
empeñarnos en hacer ese mundo mejor. Los que creemos en Jesús de ninguna manera
podemos cruzarnos de brazos ante es injusticia que sufre nuestro mundo.
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