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miércoles, 29 de octubre de 2014

Un camino de esfuerzo y superación para subir con Jesús hasta la Pascua y llenarnos de su vida y salvación

Un camino de esfuerzo y superación para subir con Jesús hasta la Pascua y llenarnos de su vida y salvación

Ef.  6,1-9; Sal. 144; Lc. 13,22-30
Jesús va camino de Jerusalén. Es bien significativa esta subida de Jesús a Jerusalén porque es la subida a la pascua, y no ya solo la pascua que cada año se celebraba recordando el paso liberador de Dios en Egipto  y que puso en caminos de libertad a los judíos, sino va a ser la Pascua definitiva, la Pascua de la pasión, muerte y resurrección de Jesús en la que de verdad íbamos a ser liberados de la peor de las esclavitudes, porque su sangre derramada era para el perdón de los pecados de todos, para nuestra salvación.
Jesús va siempre cercano de los discípulos y de todos cuantos acuden a El. ‘Recorría ciudades y aldeas enseñando’, nos dice el evangelista. Esto da ocasión a que la gente dialogue con El, le haga preguntas; quieren entender bien lo que significa el Reino de Dios que va anunciando. Y están las preguntas hondas y fundamentales - no son la preguntas capciosas y con trampa de los fariseos y otros grupos - que la gente sencilla se hace sobre la salvación definitiva. ‘¿Serán muchos los que se salven?’
¿Será difícil? ¿Será fácil? ¿Estaré yo en ese  grupo de los que alcancen la salvación y la vida eterna? Puede ser el sentido de la pregunta, semejante a las preguntas que nosotros también podemos hacernos o nos estamos haciendo. Porque claro, uno intenta ser bueno, hacer las cosas bien, ir cumpliendo con todo lo que nos van pidiendo, aunque algunas veces nos cueste y tengamos tropezones. Pero quizá también hemos hecho muchas cosas buenas, o hemos sido muy religiosos, porque cumplimos las promesas, hicimos la primera comunión y se las hicimos hacer a nuestros hijos a los que bautizamos desde bien pequeñitos, y algunas veces hacemos una limosna. ¿Estaremos nosotros en la lista de los que alcancen la salvación? ¿Habremos hecho lo suficiente para ganarnos la salvación?
La respuesta de Jesús como siempre quiere ir a lo fundamental, quiere hacernos reflexionar seriamente sobre lo que hemos hecho de nuestra vida, y nos quiere hacer clarificar bien cómo hemos de vivir nuestra fe y en qué ha de consistir nuestra vida cristiana.  La respuesta de Jesús nos puede parecer incluso dura y exigente. ‘Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán...’
¿Nos quiere poner las cosas difíciles Jesús? De ninguna manera; lo que no quiere es que nos contentemos con lo fácil. No se trata solamente de seguir haciendo las cosas como a nosotros nos parecía o como se venían haciendo de siempre. No se trata de meros cumplimientos o simplemente dejarnos arrastrar por la costumbre. Cuando anunciaba el Reino de Dios que llegaba siempre invitaba a poner toda nuestra fe en esa Buena Noticia que se nos proclamaba como ya cercano y a convertir el corazón. Si había que convertir, es que había algo a lo que darle la vuelta.
En algún momento de nuestras reflexiones hemos dicho que se trata de ponernos junto a Jesús para hacer las cosas, vivir la vida como lo hacía El y como era su vida. Creemos en su Palabra y la aceptamos, lo que significa que eso que nos dice lo vamos a hacer,  va a ser el sentido de nuestra vida, aunque muchas cosas tengan que cambiar. Y eso no es fácil, cuesta; sería más fácil seguir haciendo las cosas como siempre, pero Jesús viene a hacernos un planteamiento nuevo para nuestra vida, que es vivir como El vivió, con un amor como el de El, con una mirada hacia las personas y hacia las cosas como El las miraba.
Ahí está nuestro esfuerzo de superación; ahí está ese crecimiento de nuestra vida espiritual; ahí  está esa purificación que hemos de ir haciendo en nuestra vida para arrancar de nosotros aquello que nos impida vivir en el sentido de Jesús; ahí tiene que estar nuestra voluntad decidida de ponernos de verdad al lado de Jesús y comenzar a vivir según su sentido. No es fácil, exige superación y esfuerzo por nuestra parte, pero no será algo que hagamos por nosotros mismos o solo con nuestras fuerzas. De nuestra parte estará el Espíritu del Señor con su gracia, con su fuerza. Ahí está el ser capaces de vaciarnos de nosotros mismos para decir como Pedro ‘en tu nombre, Señor, echaré las redes’, porque me fío de ti, porque confío en ti.

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