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lunes, 27 de octubre de 2014

La presencia de Jesús viene a traernos la verdad libertad con su perdón y su misericordia

La presencia de Jesús viene a traernos la verdad libertad con su perdón y su misericordia

Ef. 4, 32-5, 1-8; Sal. 1; Lc. 13, 10-17
La presencia de Jesús siempre es para la vida, nos manifiesta la vida, los llena de vida, transforma nuestra vida. Con Jesús se nos manifiesta lo que es el amor de Dios y donde está el amor de Dios presente hay vida, porque hay gracia, porque hay perdón; Jesús con su vida nos transforma liberándonos desde lo más hondo de nosotros mismos. ¿No anunció en la sinagoga de Nazaret que lleno del Espíritu del Señor venía a traer a los oprimidos la libertad, porque llegaba el año de gracia del Señor?
Nos lo va manifestando a lo largo del evangelio en la Palabra de vida que nos anuncia, en los signos que realiza, en el amor que nos regala, en su compasión y en su cercanía allí  donde hay alguien oprimido por el diablo liberando de todo mal.
El episodio del evangelio que hemos escuchado en todo él, en todos sus detalles, una manifestación de esa libertad y esa vida que Jesús nos trae con su salvación. Nos dice el evangelista que estando en la sinagoga ‘había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar’. Pero allí está Jesús que cura a la mujer liberándola de aquel mal espíritu, ‘le impuso las manos y en seguida la mujer se puso derecha’.
La imagen que expresa la falta de libertad o la esclavitud es ver a uno encorvado bajo el peso de un pesado yugo. Por eso este milagro que Jesús realiza en aquella mujer encorvada es un buen signo que nos puede hablar de esa liberación que Jesús quiere realizar en nuestra vida. Pero no nos quedamos solo en la enfermedad de aquella mujer, porque a lo largo de este episodio van a aparecer otros yugos que esclavizan al hombre, como pueden ser los rigorismos o las intolerancias, la falta de misericordia y la insensibilidad del corazón que nos incapacita para tener compasión del que sufre, los juicios condenatorios y las imposiciones de todo tipo que muchas veces queremos hacer a los demás para que hagan las cosas solo según nuestro particular parecer.
Es lo que se nos manifiesta en la actitud farisaica del que poner de forma rigurosa el mero cumplimiento de las normas o leyes por encima del bien del hombre. Fue la reacción del jefe de la sinagoga que poco menos que quería poner horarios para el amor y la misericordia. No era, según él, el día para la misericordia y la compasión el sábado; como les dice hay otros seis días para trabajar. Y Jesús trata de hacerle ver que la misericordia, la compasión, el amor no tienen horarios ni días, sino que esas actitudes han de llenar nuestro corazón las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. ‘Misericordia quiero y no sacrificios’, dirá Jesús en otra ocasión recordando el texto de la Escritura.
El milagro que Jesús está realizando con la curación de aquella mujer encorvada a causa de la enfermedad está siendo un signo maravilloso de cuántas cosas nos quiere liberar el Señor si en verdad dejamos que llegue a nuestra vida. No caben en nuestro corazón esas esclavitudes que nos hacen intolerantes e  inmisericordes, que nos impiden amar y tener compasión para con los demás. Muchas veces se nos endurece el corazón y se nos insensibiliza.
Que Jesús nos libere de esas ataduras y esclavitudes, que nos dé la verdadera libertad del amor. Como decíamos al comenzar nuestra reflexión allí donde está Jesús hay vida; Jesús llega a nosotros para darnos vida; Jesús viene a nosotros para transformar nuestra vida y nunca más haya nada que nos esclavice. Viene Jesús y se restablece la dignidad del hombre; nunca más tenemos que ir encorvados bajo el peso de ningún yugo que nos esclavice. Viene Jesús y nos trae la gracia y el perdón. Viene Jesús y no solo nos está manifestando lo que es el amor infinito y eterno del Padre, sino que nos está llenando de su amor.
Dejemos que Jesús nos dé la verdadera libertad. Acudamos a El con tantas cosas que nos esclaviza, acudamos a El con nuestro pecado, que sabemos que siempre en El vamos a encontrar la misericordia y el perdón.

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