Buscamos a Jesús no solo por
curiosidad sino en el deseo de llenarnos de su luz y de su vida
Eclesiastés, 1, 2-11; Sal. 89; Lc. 9, 7-9
Siempre tenemos que cuidar la actitud con la que
venimos a escuchar la Palabra de Dios y cómo venimos a la celebración. Nada hay
peor que la rutina porque va descafeinando aquello que hacemos y que celebramos
y al final aunque estemos haciendo los ritos con todo rigor y exactitud pierden
todo sentido y terminaremos por aburrirnos y no participar. Me da mucho miedo
la gente que se dice que se aburre en la Misa, que es larga, que siempre es lo
mismo porque está denotando que no están viviendo aquello en lo que están
participando y se convierte en un rito más que hacemos fríamente y de lo que no
nos vamos a enriquecer en nada.
Por eso decía que hemos de cuidar la actitud con que
nos ponemos ante la Palabra de Dios que se nos proclama, porque además una cosa
que nos puede surgir espontáneamente es que pensamos que eso ya lo hemos oído y
que nos lo sabemos y nada nuevo nos va a decir. Y ese peligro es muy grande
para los que venimos cada día a la celebración donde por supuesto vamos
adquiriendo unos conocimientos del evangelio de tanto escucharlo, pero que si
actuamos así le perdemos el sabor de la novedad que el Evangelio siempre ha de
tener para nosotros; no olvidemos que evangelio significa Buena Nueva, Buena
Noticia y la noticia para que sea en verdad noticia que nos llame la atención
tiene que ser algo nuevo. Así tendría que ser siempre el evangelio en nuestra
vida.
Hemos escuchado hoy unos pocos versículos que nos
manifiestan la curiosidad que Herodes sentía por Jesús. Y digo bien,
curiosidad, porque había oído hablar de Jesús, pero le llegaban distintas
interpretaciones sobre quien era realmente Jesús. Algunos decían que era Juan
que había vuelto a la vida, el Bautista que él había mandado decapitar; otros
le decían que era un antiguo profeta que había vuelto a reaparecer, pero nada de eso le satisfacía, y sentía
curiosidad por conocer a Jesús, ‘tenía ganas de verlo’.
No se va a
encontrar con Jesús sino en plena pasión, cuando Pilatos se lo envíe para que
lo juzgue porque era galileo y de su jurisdicción. Se había puesto contento,
porque por fin podía verlo, pero ahora buscaba un rato de diversión, que Jesús
le hiciera algunas de aquellas cosas maravillosas de las que oía hablar. Pero
Jesús ni se dignó dirigirle entonces la palabra.
¿Será bueno tener curiosidad por conocer a Jesús? ya
vemos en lo que terminó la curiosidad de Herodes, que al final no se transformó
en gracia el encuentro con Jesús. Pero en el evangelio veremos otros personajes
que sí sienten curiosidad por Jesús y quieren verlo, escucharlo, hablar con El.
Curiosidad fue la de Juan y Andrés que tras las palabras del Bautista se fueron
tras Jesús para preguntarle donde vivía. Y ya sabemos como terminó aquel
encuentro, principio de un discipulado de Jesús.
Curiosidad sentía Zaqueo de ver a Jesús y como no podía
de otra manera se había subido a la higuera por donde sabía que había de pasar
Jesús para poder verlo y observarlo detenidamente a su paso. Todo terminaría en
un encuentro con Jesús para que llegase la salvación a aquella casa. Zaqueo iba
con humildad a querer conocer a Jesús. Y ya sabemos.
Curiosidad por Jesús, por sus palabras, por sus
enseñanzas, por el misterio que intuía tras su persona era lo que movió a
Nicodemo a ir a ver a Jesús de noche, para hablar con El. Allí comprendió lo
que significaba nacer de nuevo, lo que en verdad tenía que significar la
aceptación del Reino de Dios en su vida. Buscaba la verdad y la encontró en
Jesús.
Podemos pensar en más momentos del evangelio, como el
de aquellos dos gentiles que se acercaron a los apóstoles para que estos les
sirvieran de mediadores para poder llegar a Jesús y con Jesús se encontraron y
seguro que su presencia y su palabra llenó sus vidas de gracia.
Aquí estamos viendo cómo tenemos que acercarnos a
conocer a Jesús. No vamos a compararlo con una persona de la historia por muy
grande o importante que fuese; buscamos a Jesús tratando de encontrarnos con el
Misterio de su vida que Jesús quiere manifestarnos. No podemos ir a buscar a
Jesús queriendo manipularlo o simplemente sacar provecho o entretenimiento para
nuestras cosas; entonces ni podremos escuchar a Jesús, como le sucedió a
Herodes. Que tendríamos que preguntarnos si cuando venimos nosotros a Misa
venimos simplemente buscando un entretenimiento porque no tenemos otra cosa que
hacer.
Nos acercamos a Jesús con humildad, buscándole a El que
quiere regalarnos su vida, descubriendo su amor que llega hasta una entrega
total, queriendo llenarnos de su luz y de su gracia para hacer que nuestra vida
sea mejor; cada encuentro con Jesús y su Palabra tendría que ser para nosotros como un nuevo nacer. Busquemos
a Jesús y dejemos que El se nos revele en el corazón.
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