Un amor como el grano de trigo enterrado para darnos una espiga de numerosos granos
2Cor. 9, 8-10; Sal. 111; Jn. 12, 34-26
Sembramos en tierra un grano de trigo, y ¿qué sucede? Aquel grano desaparecerá bajo la tierra, es cierto, pero germinará una planta nueva que nos dará una hermosa y generosa espiga de muchos granos. Un grano de trigo que aparentemente muere será origen de muchos granos que se multiplican y multiplican dándonos hermosos y generosos frutos.
Así es el amor. Es la fecundidad del amor. El amor no se consume al darse, sino que se multiplica más y más. El amor engendra amor, hace nacer más amor, y cuanto más amemos de más amor nos llenaremos nosotros pero también lo estaremos derramando y derrochando sobre los demás produciendo más amor. No temamos al amor. No temamos darnos y amar, que el amor no se gasta sino que se multiplica.
El evangelio nos ha hablado del grano de trigo que se entierra y muere, pero por eso mismo da mucho fruto. Si no muere, queda infecundo. El amor que no se da y se reparte es el amor que está llamado a morirse en la infecundidad de la vida. Y es que quien no ama se encierra en si mismo y aunque en su orgullo no lo quiera reconocer será la persona más infeliz del mundo. Pero quien ama de verdad traspirará alegría y felicidad haciendo felices también a los demás.
Por algo Jesús nos propone la imagen del grano de trigo para hablar de sí mismo. Es lo que hizo que por se dio hasta el extremo de entregar su vida y de ahí surgió un mundo nuevo, que ojalá nosotros amando a la manera de Jesús supiéramos seguirlo multiplicando y haciendo crecer para bien y dicha de todos.
Por eso nos ha dicho también el apóstol ‘el que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; y el que siembra generosamente, generosamente cosechará…’ Por eso no podemos amar a disgusto o por compromiso, nos dice, sino que hay que hacerlo de buena gana. Y podremos hacerlo si ponemos generosidad en el corazón. Y además contamos con quien estará de nuestra parte cuando hemos puesto amor en nuestra vida para multiplicarlo con su gracia. No nos faltará la gracia y la ayuda del Señor. Es hermoso lo que terminaba diciéndonos, ‘el que proporciona semilla para sembrar y pan para comer, os proporcionará y aumentará la semilla y multiplicará la cosecha de vuestra caridad’. Abundante será la cosecha de nuestro amor y de nuestra caridad. Seamos generosos en el corazón.
Nos hacemos esta reflexión a la luz de la Palabra del Señor en la fiesta de san Lorenzo mártir que estamos celebrando hoy. Es glorioso su martirio y siempre recordamos su muerte a fuego porque incluso sus imágenes se nos representan siempre con la parrilla en sus manos, signo de la forma de su martirio.
Pero quizá se nos puede pasar desapercibida una cosa importante que fue la causa de su martirio. Era diácono de la Iglesia de Roma; hace unos días hemos celebrado el martirio del Papa san Sixto y sus compañeros mártires, que eran también diáconos de la Iglesia de Roma; en las propias catacumbas donde celebraban la Eucaristía - eran tiempos de dura persecusión de los cristianos y por eso allí se refugiaban - fueron martirizados; pero al diácono Lorenzo no lo martirizaron en el momento, sino que sabiendo que era el adminstrador de los bienes de la Iglesia lo torturaron para que entregara los bienes de la Iglesia de Roma. Todos conocemos cómo reuniendo a los pobres a los que atendía precisamente desde la caridad de los fieles, los presentó como la única riqueza de la Iglesia, lo que le mereció el duro martirio que tuvo que sufrir.
Destaca san Lorenzo no solo por el cruel martirio a fuego que tuvo que sufrir, sino por su caridad, por su amor, porque era el que en nombre de la Iglesia de Roma estaba encargado precisamente de servir y atender a los pobres. Nada tenían porque todo era compartido desde el amor con los necesitados.
He aquí el hermoso ejemplo y testimonio que nos ofrece el mártir san Lorenzo; testimonio y ejemplo para nuestro amor, para nuestro compartir, para nuestro darnos con generosidad, como el grano de trigo que se entierra para que dé mucho fruto, como reflexionábamos. Cuántos testimonios podemos contemplar a nuestro alrededor, si abrimos con sinceridad nuestros ojos, en personas que se dan y se entregan generosamente en el amor hasta el sacrificio en la atención a los enfermos, los ancianos, los pobres y cuantos padecen necesidad y que son las personas más felices del mundo.
Que en la generosidad de nuestro amor se multiplique y crezca más y más; no tenamos miedo a darnos y amar con generosidad; cuando nos amemos de verdad haremos nuestro mundo mucho mejor y estaremos instaurando la civilización del amor, que es instaurar el Reino de Dios. Seamos como ese grano de trigo que se multiplica, porque nos multipliquemos en el amor.
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