SANTO HERMANO PEDRO DE SAN JOSÉ DE BETANCUR
Laico
Fiesta
Pedro de Bethencourt, nacido de humilde familia en el pueblo de Vilaflor,
Diócesis de Tenerife, Islas Canarias, tuvo un gran deseo en su vida: llevar la
fe católica a las Indias Occidentales. Siendo aún muy joven, abandonó su patria
y llegó a Guatemala, donde una grave enfermedad lo puso en contacto directo con
los más pobres y desheredados. Recuperada inesperadamente la salud, se hizo
apóstol de los cautivos y protector de los indios sometidos a trabajos
inhumanos, de los emigrantes y de los niños huérfanos y abandonados a los que
dedicó especial atención, construyendo escuelas para educarlos convenientemente
con criterios calificados todavía hoy como modernos.
Viendo las necesidades de los enfermos pobres, expulsados de los
hospitales, fundó el primer hospital para convalecientes en el mundo. Meditando
asiduamente el misterio del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, fundó la
Orden Bethlemita en honor de Jesús nacido en Belén.
Murió a la edad de cuarenta y un años el día 25 de abril de 1667.
Su Santidad Juan Pablo II decretó que fuese incluido entre los Beatos el
día 22 de junio de 1980 y lo canonizó el 30 de julio de 2002 en la ciudad de
Guatemala de la Asunción
Vivir el misterio de Cristo Redentor en la pobreza
de Belén y de la Cruz
Celebramos
en nuestra diócesis la fiesta de nuestro primer santo Canario, el Santo Hermano
Pedro de Bethencourt. Aunque realmente la fecha de su muerte, en la que se
suele celebrar su fiesta es el 25 de abril, al coincidir con san Marcos
Evangelista, litúrgicamente se traslada y la celebramos en este día.
¿Qué
podríamos destacar de nuestro santo Hermano Pedro? En la oración litúrgica se
nos dice que ‘vivió el misterio de Cristo
Redentor en la pobreza de Belén y de la Cruz’; por eso pedíamos con su
intercesión ‘que el Espíritu de la pasión
de Jesús anime nuestra vida para que podamos servirte con una auténtica caridad
fraterna’.
Todos
sabemos que por la devoción tan grande que sentía por el misterio de Belén, el
misterio del nacimiento de Jesús, la Orden religiosa por él fundada lleva el
nombre precisamente de Belén, la Orden Bethlemita. Toda una espiritualidad
fundamentada en el misterio de Cristo que se manifiesta en la pobreza de Belén
donde quiso nacer sin haber sitio para su nacimiento ni siquiera en una posada,
teniendo que nacer en la pobreza de un establo.
Belén va a
ser anuncio de la Cruz, de la pasión y muerte de Jesús. Belén y la Cruz no se
entenderán nunca en su pleno sentido sino desde el misterio del amor. Es la
manifestación del amor infinito de Dios. Así nos ama que nos entrega a su Hijo,
que nace pobre entre los más pobres en Belén. Como habían anunciado los
profetas la presencia de Jesús en la tierra era Buena Noticia para los pobres, ‘los pobres serán evangelizados, se les
anunciará la Buena Noticia’.
Y la Cruz
será la entrega suprema del amor. Lo hemos venido celebrando con intensidad
recientemente en la semana de pasión que venía a concluir con la celebración
del Misterio Pascual y la resurrección del Señor. Precisamente esta fiesta del
Santo Hermano Pedro la estamos viviendo dentro de la alegría de la Pascua.
Queremos
nosotros beber de la espiritualidad de nuestro Santo canario, de nuestro Santo
Hermano Pedro, que es beber del misterio de Belén y de la Cruz. Cuando
contemplamos la pobreza del nacimiento de Jesús en Belén y la desnudez de
Cristo muerto en la cruz, tenemos que aprender a vivir nosotros en esa pobreza
y desnudez del que humilde se siente pecador y siente su nada, y del que sabe
vivir en el desprendimiento y vacío de nosotros mismos para poder llegar a
vivir la generosidad del amor total.
‘Que el espíritu de la Pasión de Cristo anime nuestra
vida para que podamos servirte con una auténtica caridad fraterna’,
recordamos que pedíamos en la oración. Si, que aprendamos desde el amor de la
cruz, desde el amor de Jesús a vivir nosotros también en ese amor. En ese
sentido han ido las lecturas de la Palabra de Dios que nos ofrece la liturgia
en esta fiesta. ‘Cuando partas tu pan con
el hambriento y sacies el estómago del indigente brillará tu luz en las
tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía’, nos decía el profeta.
Y es lo
que vivió con toda intensidad nuestro Santo. En su pobreza no supo hacer otra
cosa que servir a los demás, y de manera
especial a los pobres, a los enfermos y a los abandonados de todos. Para ellos
cada día salía por las calles de Antigua en Guatemala pidiendo limosna para
poder atender a cuantos pobres y enfermos el recogía en su generoso amor. Seguro
que escucharía en su encuentro definitivo con el Señor las palabras de Jesús
que hoy se nos han proclamado en el evangelio: ‘Ven, bendito de mi Padre, a heredar el Reino preparado, porque estaba
hambriento y me alimentaste, desnudo y me vestiste, forastero y me hospedaste,
enfermo y me cuidaste…’
Así supo
gastar su vida por los demás, moriría siendo aun joven a los cuarenta y un años
de edad, porque su vida toda fue de servicio y de amor por los demás. En la
Eucaristía encontraba su fuerza y era la fuente de su profundo espíritu de
humildad, pobreza y generosidad. Es el ejemplo que nosotros hemos de saber
tomar para que avancemos así también por esos caminos de santidad.
Que por
nuestra generosidad, nuestro desprendimiento y nuestro amor, siguiendo el
hermoso ejemplo del Santo Hermano Pedro, brille también nuestra luz en medio de
las tinieblas.
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