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martes, 5 de abril de 2011

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios

Ez. 47, 1-9.12;

Sal. 45;

Jn. 5, 1-3.5-16

‘El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada. Teniendo a Dios en medio no vacila, Dios la socorre a despuntar la aurora’. Así recitamos en el salmo en el que vamos repitiendo cómo el Señor es nuestra fuerza y nuestra vida. ‘El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob…’ Nuestro alcázar, nuestra fortaleza, nuestro refugio. En El nos apoyamos y nos sentimos seguros. Acequias de agua para significar la gracia de Dios que nos llena de vida. Es lo que nos describe el profeta. Un manantial de agua que brota desde el templo del Señor y que va creciendo y creciendo, pero que es río de vida y de salvación. ‘Estas aguas… desembocarán en el mar de las aguas pútridas, y lo sanearán’, nos dice. Allí donde desemboque habrá vida y frutos abundantes. ‘A la vera del río crecerán toda clase de árboles, no se marchitarán sus hojas y sus frutos no se acabarán’. Cómo tendríamos nosotros que desear beber esa agua viva. Cómo tendríamos que desear la gracia del Señor y pedir que no nos falte nunca para no caer en la muerte del pecado sino para vivir siempre en la fidelidad del Señor y en una vida santa. Al Señor tenemos que acudir; con El tendríamos que contar siempre. Ya nos apareció esta imagen del agua en nuestro camino cuaresmal cuando en el tercer domingo de cuaresma pedíamos con la samaritana a Jesús que nos diera de esa agua viva que calme nuestra sed para siempre. El signo del agua se nos va repitiendo en la liturgia durante la cuaresma, no en vano la cuaresma es como una gran catequesis bautismal. Para los catecúmenos que se preparaban al Bautismo era un desear esa agua viva del Bautismo que los uniera a Jesús, los llenara de la vida de Dios y los hiciera hijos de Dios. Para todos nosotros que queremos renovar nuestro bautismo en esta Pascua nos es de gran ayuda en nuestro camino espiritual el recordarlo y tenerlo muy presente. En el evangelio nos aparece de nuevo este signo del agua en aquel paralítico que está postrado en su camilla en la piscina de Bethesda esperando el movimiento del agua que produjera el ángel del Señor con el que encontrar la salud. No llegaba a tiempo y no había nadie que le ayudara a introducirse en la piscina. Pero allí está Jesús. No necesitará introducirse en el agua de aquella piscina porque Jesús es el agua viva que sana y que salva. Aquel movimiento de aguas era un signo de la gracia y de la presencia del Señor. Pero allí está el Señor, no será necesario ningún signo porque será Jesús mismo quien le devuelva la salud y le de mucho más porque le hace llegar su salvación. ‘¿Quieres quedar sano?... Levántate, toma tu camilla y echa a andar. Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar… Mira has quedado sano, no peques más no sea que te suceda algo peor’, le dirá luego Jesús cuando de nuevo se encuentre con él. ¿Nos estará preguntando Jesús si queremos quedar sanos? ¿Tendremos en verdad deseos de esa salud y salvación que Jesús nos ofrece? Jesús está llegando cada día a nosotros a través de esta Palabra que escuchamos y de estas celebraciones que vivimos porque quiere hacernos llegar la salvación. Vayamos a Jesús verdadera agua vida de nuestra salvación. Quiere lavarnos y sanarnos, quiere perdonarnos y llenarnos de vida. Pero también nos dice ‘no peques más, no te suceda algo peor’. Que tengamos verdadera voluntad de no pecar más, de no volver otra vez a dejarnos seducir por la tentación y el pecado. Démosle profundidad a este camino que estamos haciendo para llegar verdaderamente renovados a la Pascua. Un último pensamiento. Aquel hombre no tenía quien le ayudara a introducirse en el agua de la piscina para obtener la salud. Muchos habrá a nuestro lado que necesiten también una mano que les ayude a caminar hacia la gracia hacia Jesús. ¿Queremos ayudarles? Esa preocupación por los demás, para hacer que todos los pecadores se conviertan, puede ser también una señal de nuestra verdadera conversión cuando queremos que todos alcancen esa gracia del Señor. Que nadie se quede a la vera del camino de la gracia porque nosotros no le ayudemos.

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