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domingo, 19 de septiembre de 2010

Los pobres sean nuestros valedores para abrirnos las puertas de las moradas eternas


Amós, 8, 4-7;
Sal. 112;
1Tim. 2, 1-8;
Lc. 16, 1-13

Quizá podríamos comenzar preguntándonos si ponemos en las cosas de Dios el mismo interés, la misma intensidad que ponemos en los negocios humanos. Cuando en la vida nos vemos apretados por problemas o dificultades buscamos una salida, una solución sea como sea. Pero la pregunta está en si buscamos lo que de verdad vale en la vida, lo que nos da auténtica ganancia, lo que tiene trascendencia eterna, si buscamos de verdad a Dios, su Reino y su justicia.
Jesús nos propone una parábola que podría dejarnos desconcertados si no sabemos leer cuál es su verdadero mensaje. Un administrador injusto al que le pide el amo que le rinda cuentas y como sabe que las cosas no marchan bien se vale en su astucia de mil corruptelas para tener un refugio cuando caiga en desgracia. No alaba Jesús las corruptelas de este hombre, alaba su astucia y nos plantea si nosotros en verdad ponemos todo el empeño en encontrar la salvación. ‘El amo felicitó al administrador injusto por la astucia con que había procedido’. Y comenta Jesús a continuación que es donde tenemos que encontrar el mensaje. ‘Ciertamente los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz’.
Vivimos inmersos en este mundo, con sus luchas y con sus trabajos, con las responsabilidades de cada día y los afanes por la ganancia de nuestro sustento y por conseguir una vida digna. No nos saca Jesús de este mundo y de esta realidad. Es más nos pide absoluta responsabilidad en esa tarea de la que no podemos desentendernos. Fidelidad en el trabajo y en las responsabilidades hasta en las cosas más pequeñas.
Tenemos una responsabilidad con la familia, con nosotros mismos y también con la sociedad en la que vivimos de la que no podemos ser ajenos, ni desentendernos. Y en todos esos campos tenemos que saber actuar porque sentimos esa responsabilidad también de cómo marcha la vida de nuestra sociedad y hemos de poner nuestro trabajo, nuestras ideas, nuestra participación en el desarrollo y de la mejor manera posible de esa sociedad.
Los problemas que vivimos ahora, por ejemplo, con la crisis en todos los ámbitos de nuestra sociedad, económica, política, social, no nos son ajenos. Y ahí tenemos que demostrar nuestra sensibilidad, nuestra responsabilidad, la fidelidad también a esa sociedad en la que vivimos. Yo como cristiano tengo mi visión y mi manera de hacer que aportar. Yo desde mi fe me siento responsable de la marcha de esa sociedad y no puedo dejar que otros la construyan sólo desde sus ideas o su manera de ver las cosas. Yo como cristiano tengo también una visión de la persona y de cómo se ha de construir nuestra sociedad. Tendríamos que responsablemente estudiar más y mejor el magisterio de la Iglesia en estos aspectos.
Jesús nos habla de fidelidad hasta en las cosas pequeñas. ‘El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras?’
Además, tendríamos que decir, que en el cumplimiento de esas tareas y responsabilidades, en nuestros negocios o en nuestros trabajos sean los que sean, lo importante no es sólo el conseguir unas ganancias terrenas o, diríamos, económicas. Hay algo más que hace la vida de la persona mejor; algo más del dinero para conseguir una felicidad en nuestras relaciones. Porque la relación entre las personas es algo más que una relación comercial, hay algo más hondo en la persona que nos hace crecer de verdad y ser más felices. No es sólo lo material, el tener, lo externo lo que nos hace más personas. Son necesarios a tener en cuenta unos valores que nos ayuden a una mejor convivencia, a una mejor relación entre unos y otros, a hacernos más felices todos.
Por supuesto, lejos de nosotros todo lo que sea un actuar injusto. Lejos de nosotros todo lo que signifique avaricia y todas esas ambiciones desmedidas por el tener, por la riqueza, por sólo el disfrute de las cosas de este mundo, que nos pueden conducir por caminos de maldad y de injusticia. Ya veíamos como el Señor con la voz del profeta condenaba en su tiempo la maldad, la avaricia y la injusticia: ‘…vosotros los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables… compráis por dinero al pobre… por la gloria del Señor no olvidaré jamás vuestras malas acciones…’ que les decía el profeta y que tenemos que seguir escuchando nosotros hoy porque también es la tentación que vivimos en nuestro mundo tan materializado.
Además como cristianos, como creyentes en Jesús le damos también una trascendencia a la vida, no pensamos sólo en el momento presente. Por eso nos decía Jesús ‘ganaos amigos con el dinero injusto… para que os reciban en las moradas eternas’. ¿Qué nos querrá decir Jesús? Esa fidelidad que aquí vivimos, esa responsabilidad con la que actuamos en la vida, eso bueno que vamos haciendo para mejorar nuestras relaciones y nuestra convivencia y mejorar también la vida de nuestra sociedad tiene una trascendencia para nosotros. Es la manera también de ir construyendo ese Reino de Dios al que nos sentimos llamados y que en Dios, en el cielo, en la vida eterna podremos vivir en plenitud.
Pero esta frase de Jesús me provoca otro pensamiento. ‘Ganaos amigos con el dinero injusto…’ nos decía. Cuando no pensamos sólo en nosotros mismos, cuando somos capaces de compartir, cuando sabemos ser misericordiosos con el que sufre a nuestro lado, cuando ayudamos a un pobre en su necesidad compartiendo lo que somos y tenemos, estamos ganándonos esos amigos que ‘nos reciban en las moradas eternas’. Los pobres a los que hayamos ayudado serán los que nos abran las puertas de las moradas eternas. Serán nuestros valedores ante Dios cuando nos presentemos a El, porque Jesús mismo nos dirá entonces que lo que le hayamos hecho a ese hermano a El se lo estábamos haciendo.
Seamos en verdad esos hijos de la luz que llenando de luz nuestro mundo con nuestra fidelidad y responsabilidad podamos alcanzar al que es la verdadera Luz, Cristo Jesús, porque realmente con eso bueno que vamos haciendo lo que estamos haciendo son destellos de esa luz de Cristo para iluminar nuestro mundo. Que seamos en verdad astutos, que sepamos ganarnos esas ganancias eternas, que busquemos en verdad lo que es importante, que seamos capaces de poner todo nuestro empeño y esfuerzo, como lo hacemos en los negocios de este mundo, también en las cosas de Dios, en lo que atañe a nuestra fe y a nuestra vida cristiana.

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