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jueves, 4 de febrero de 2010

Enviados para realizar los mismos signos de salvación de Jesús

1Rey. 2, 1-4.10-12
Salmo: 1Cro. 29, 10-12
Mc. 6, 7.-13


‘Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos… ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban…’
No hace muchos días escuchamos cuando Jesús llamó a los Doce para que estuvieran con El, ‘los hizo sus compañeros’, decía el evangelista. Iba a confiarles su misma misión. Hoy vemos cómo Jesús los envía para que realicen lo mismo que El ha estado realizando. El anuncio del Reino de Dios que exige la conversión; el Reino de Dios que se ha de manifestar en la transformación de la vida desde el perdón, la misericordia y la compasión; el anuncio del Reino de Dios que lleva vida y salvación a los hombres. Es lo que vemos reflejado en este texto que nos resume lo que hacían los apóstoles enviados por Jesús.
‘Echaban muchos demonios…’ dice el evangelio. ¿Qué viene a realizar Jesús sino arrancar el mal del corazón del hombre? Es lo que realizan los apóstoles en su predicación realizando signos y milagros como Jesús. Es la tarea de la Iglesia, que la Iglesia sigue realizando, desde el anuncio de la Palabra de Dios que invita a la conversión, que nos ofrece el perdón y la gracia del Señor. Es misión de la Iglesia llevar a los hombres hasta Dios para que se llenen de su gracia y de su vida.
Y nos dice también que ‘ungían con aceite a los enfermos y los curaban…’ Ungir con aceite es un signo del amor y de la compasión; es el bálsamo que cura y que sana; es el bálsamo del amor que viene a sanarnos desde lo más hondo de nosotros; es la expresión de la misericordia. Diríamos que el aceite era como una medicina que se empleaba para calmar los dolores o curar de la enfermedad. Podemos recordar cómo el buen samaritano unge con aceite al hombre malherido que está tirado junto al camino y lo lleva a donde lo puedan curar.
Es la expresión de lo que la Iglesia misericordiosa y compasiva, que quiere reflejar el rostro misericordioso y compasivo de Dios, ha realizado también a través de todos los tiempos. Ahí están tantas obras de misericordia y de amor; ahí están tantas obras de la Iglesia en todos los tiempos para la atención y cuidado de enfermos, ancianos, de todo el que se siente abandonado en su pobreza. Ha realizado y sigue realizando en tantas y tantas instituciones de la Iglesia, en tantos religiosos y religiosas que tienen el carisma de la misericordia y del amor para con los más necesitados, enfermos, ancianos, marginados de la sociedad; en tantos cristianos comprometidos que atienden a los pobres, visitan a los enfermos, se comprometen en voluntariados generosos de atención al prójimo.
Pero estos signos. de los que nos habla el evangelio hoy que realizaban los apóstoles enviados por Jesús, pueden indicarnos algo más de esa salvación de la que la Iglesia es portadora. Son los sacramentos por los que nos llega la gracia y la salvación de Jesús. Signos sagrados que significan y son la gracia del Señor, según la definición tradicional. Cuando se nos anuncia el Reino de Dios al que hemos de convertirnos, al aceptarlo nos unimos a Jesús para vivir su misma vida, para hacernos partícipes de su salvación. ¿Cómo realizamos esa unión con Cristo y esa participación en su vida salvadora? A través de los sacramentos nos llenamos de la gracia de Jesús.
Ese ungir con aceite a los enfermos nos recuerda precisamente uno de los sacramentos, en concreto el sacramento de la Unción de los Enfermos. Ese, como todos sabemos, es el signo del sacramento, la imposición de manos y la unción con el óleo santo, para hacernos presente a Jesús que nos sana y nos salva con su gracia.
La Iglesia, enviada como los Apóstoles, sigue realizando el mismo mandato de Cristo, sigue realizando la misma salvación de Cristo. Es la obra del amor, de la misericordia, de la compasión que nosotros hemos de realizar también con los demás.

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