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viernes, 11 de diciembre de 2009

El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida

Is. 48, 17-19
Sal. 1
Mt. 11, 16-19


Hay quienes no saben ser felices con los que son felices, ni saben compartir el dolor o el sufrimiento con los que sufren. Parece que siempre caminaran a la contra de los demás, aunque esto podría también indicar otras actitudes negativas en su corazón. Están todos, por ejemplo, reunidos tratando de ser felices pasando un rato agradable compartiendo la alegría y cosas buenos, y ellos están con cara de circunstancias queriendo ver todo negro, sacando a flote calamidades y tristezas, o bien detrás de eso bueno que se comparte sólo ven dobles intenciones o doble fondo.
Esto pasa en muchas aspectos de la vida. Jesús nos está dando a entender o diciéndonos con lo que hoy hemos escuchado en el evangelio que igual que a Juan le ponían pegas por su austeridad y penitencia , ahora a El tampoco le quieren aceptar criticando incluso porque se acerca a la oveja perdida para encontrarla y traerla de nuevo al redil. ‘Los hechos darán la razón a la sabiduría de Dios’, termina sentenciando Jesús.
Jesús quiere mostrarnos el rostro misericordioso y compasivo de Dios que a todos ama y a todos busca; lo que Dios quiere es que andemos por buen camino y realmente seamos felices con la felicidad más honda que para eso nos ha creado.
‘El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida’, hemos repetido en el salmo una y otra vez como para mejor convencernos de que sólo siguiendo el camino que El nos traza alcanzaremos la mayor plenitud y la más honda felicidad.
De eso nos ha hablado también el profeta Isaías. ‘Yo, el Señor, tu Dios, te enseño para tu bien, te guío por el camino que sigues…’ Nos cuesta entenderlo a veces. Queremos ser tan autónomos que nos cuesta aceptar la verdad de Dios, y la verdad de la vida que el Señor que nos creó quiere trasmitirnos y enseñarnos.
No es que tengamos que hacer las cosas como autómatas, como si nos guiara un destino ciego o no pudiéramos actuar con raciocinio y libertad. Dios no merma nuestra libertad. El nos ha dotado de esa grandeza y dignidad. Y desde esa libertad nosotros damos nuestro sí razonable a ese proyecto de Dios que lo que quiere es el bien para nuestra vida.
‘Si hubieras atendido a mis mandatos, nos dice el Señor hoy con el profeta, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar; tu progenie sería como arena, como sus granos los vástagos de tus entrañas…’ Pero queriendo escoger nuestro camino a nuestra manera tomamos la senda del mal que nos lleva a la muerte y a la perdición.
‘El que sigue buen camino, tendrá la luz de la vida… no sigue el camino de los impíos… no entra por la senda de los pecadores ni se sienta en la reunión de los cínicos… su gozo es la ley del Señor y medita su ley día y noche’.
Que esa sea nuestra manera de seguir al Señor. Este camino de Adviento que estamos viviendo nos ayude a reflexionar sobre ello. ‘El Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal’. Ya sabemos el camino que hemos de escoger.

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