Aprendamos
a saborear la sabiduría del Espíritu que encontramos en la vivencia del
evangelio y que nos dará una nueva plenitud a nuestra vida
Proverbios 2, 1-9; Salmo 33; Mateo 19, 27-29
Todos sentimos la tentación de hacer
las cosas buscando una retribución o una ganancia por aquello que hacemos. Así
nos hemos construido la vida comercialmente, todo parece que tiene que ser a
partir de un intercambio; trabajamos porque queremos conseguir unos
rendimientos, es el que emprende una empresa con la que quiere obtener unos
beneficios, es el que trabajo el campo porque quiere obtener unos frutos, es el
que realiza una tarea laboral en cualquier aspecto de la vida de la que espera
una retribución porque va a ser la base de su sustento y de su familia.
Nos quedamos muchas veces en la
retribución y nos podemos olvidar de la creatividad, de la realización de
nosotros mismos como personas, de lo que es nuestra contribución al desarrollo
de nuestro mundo y de nuestra sociedad. Desde el trabajo a través de todos los
tiempos hemos ido logrando ese desarrollo que hoy vivimos, lo que hemos
conseguido para poder tener una mejor vida hoy. Ese camino que hemos hecho nos
ha dado también una sabiduría de la vida para encontrar también lo que nos hace
alcanzar una mayor plenitud como personas. No siempre, entonces, está en una
ganancia material, pero es una tentación que nos envuelve.
¿Nos pararemos alguna vez a pensar
donde está la verdadera riqueza de nuestra vida? ¿Aprendemos a saborear lo que
hacemos, no siempre porque obtengamos unos beneficios materiales o pecuniarios
sino por la satisfacción de lo que hacemos, por ese crecimiento personal, por
lo que verdaderamente nos hace ricos como personas? Son preguntas que tendríamos
que hacernos para llegar a encontrar ese verdadero sentido de la vida.
Siempre tenemos dudas e interrogantes
en nuestro interior, siempre nos pueden aparecer esas ambiciones que al final
en lugar de hacernos más grandes, lo que hacen es empequeñecer nuestro espíritu;
siempre podemos estar mirando a nuestro alrededor y compararnos con lo que son
o lo que consiguen los demás por los medios que sea; siempre podemos sentir
tentaciones de cosas que nos limitan en lugar de engravecernos.
Y eso lo podemos sentir todos. Esa era también
la tentación que tenían aquellos discípulos que seguían a Jesús de cerca,
acostumbrados como estaban en la vida a esa lucha por las ganancias que muchas
veces podía ser también su supervivencia. Sin embargo un día Jesús los había
llamado y ellos lo habían dejado todo por seguirle. ¿Cómo se sentían en aquel
camino que estaban haciendo? ¿Estaba todo aquello respondiendo a las
aspiraciones que realmente ellos tenían dentro de sí? Si Jesús era el Mesías
esperado, ¿qué lugar iban ellos a ocupar en aquel Reino de Dios del que Jesús
tanto hablaba?
Ya sabemos cómo en ocasiones andaban también
en sus discusiones entre ellos por quien iba a ser el más importante. Por más
que Jesús les repetía y enseñaba una y otra vez no podían quitar de la cabeza
qué es lo que ellos iban a sacar de todo el sacrificio que ahora estaban
haciendo siguiendo a Jesús.
Fue la pregunta que le hicieron
recordándole a Jesús que ellos lo habían dejado todo un día para seguirle. ¿Qué
les iba a tocar? La respuesta de Jesús parece como muy espiritual y se queda
como muy enigmática para ellos. Eso de ser jueces para juzgar a las doce tribus
de Israel no estaba del todo claro. Pero Jesús les dice algo más, recibirán
hasta el ciento por uno de todo lo que han dejado. ¿Eso va en sentido material,
de ganancias materiales? Parece que las palabras de Jesús no van por ese
sentido.
Jesús habla de vida eterna, pero no es
solo en el sentido de la vida eterna más allá de esta vida, después de la
muerte. Claro que tienen sus palabras también ese sentido de trascendencia;
pero Jesús con vida eterna nos está hablando de una vida en plenitud, pero una
vida en plenitud que ya, porque creemos en Jesús, estamos o tenemos que estar
viviendo ahora.
¿Nos estará hablando de esa verdadera
sabiduría de la vida que nos hace encontrar verdadero sentido para todo? ¿Nos estará hablando de esa satisfacción
interior que tenemos que sentir por el bien que hacemos, por el amor que
repartimos, por las cosas buenas que buscamos, por esa libertad de espíritu que
sentimos cuando somos capaces de desprendernos de todo?
Es lo que tenemos que saber descubrir,
es de lo que tenemos que saber disfrutar, es lo que va a dar un hondo sentido a
nuestra vida, es lo que va a elevar nuestro espíritu, es lo que nos hará mirar
más allá de lo que podamos tener entre las manos para encontrar algo que no sea
caduco y perenne sino que nos de una plenitud de vida para siempre. Es lo que
tenemos que saber descubrir en el evangelio de Jesús.
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