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martes, 1 de octubre de 2024

 


En un mundo que quizá no entienda o nos rechace por nuestra manera de ver las cosas, nuestra decisión tiene que ser firme de seguir los pasos de la pascua de Jesús

Job 3,1-3.11-17.20-23; Salmo 87; Lucas 9,51-56

Hay momentos en que tenemos que tomar decisiones; la vida realmente está llena de esos momentos, porque tenemos que ir aclarando lo que buscamos o lo que queremos, pueden ser muchas las cosas distintas que se nos ofrezcan y nos encontramos en la alternativa de decidir; y hay cosas y momentos en que no lo podemos dejar en manos de otros, porque son cosas que realmente nos atañen a nosotros, nuestro futuro, la realización de nosotros mismos, nuestra felicidad; y nos cuesta porque tememos equivocarnos, porque algunas veces no sabemos realmente a donde nos lleva y sus consecuencias el camino elegido, porque son muchas las bifurcaciones.

Pero ahí iremos demostrando nuestra madurez, la seguridad con que caminamos en la vida, el fondo que hay en nosotros que nos hace pensar en nuestras metas, la fortaleza para afrontar quizás caminos difíciles, escabrosos, que pueden traernos incluso problemas. ¿Seguiremos dando vaivenes de una lado para otro sin aclararnos? ¿Permanecerá la paz y serenidad en el corazón a pesar de lo difícil que pueda ser tomar una decisión?

Hoy nos dice el evangelista que Jesús tomó la determinación de subir a Jerusalén. Y lo hizo con firme decisión consciente del camino que estaba emprendiendo. Ya lo había venido anunciando a los discípulos que no habían sabido o querido entender las palabras de Jesús que eran bastante claras. Jesús sabe que es el camino de su Pascua. No es solo que suba como todos los judíos a celebrar la Pascua en Jerusalén, sino que iba a ser su Pascua, una Pascua que iba a tener una característica muy especial y que como en su momento dirá Jesús será definitiva y eterna.

En algún momento mas adelante el evangelista nos dirá que Jesús iba deprisa, como que le faltaba tiempo para llegar a Jerusalén. Ahora le vemos en una decisión firme, teniendo claro cuanto iba a suceder. Y ya desde unos primeros momentos, porque en esta ocasión van atravesando Samaría, van a aparecer las primeras dificultades. Ha enviado por delante a algunos de los discípulos buscando alojamiento, pero no lo encuentran; nadie quiere darles alojamiento porque subían a Jerusalén. Ya conocemos sus rivalidades y como los samaritanos decían que el monte santo no era Jerusalén, sino Garizin.

Pero podríamos recordar aquí con la falta de alojamiento aquello que un día había dicho, que el Hijo del hombre no tenía donde reclinar su cabeza. La pobreza de Jesús, la pobreza del seguidor de Jesús que no tiene tantas veces esos apoyos materiales que todos en el fondo buscamos. También les había dicho a los apóstoles que no llevaran ni bastón ni alforjas para el camino, que en la casa donde entraren allí permanecieran si eran bien recibidos, pero si eran rechazados marcharan a otra parte. ¿Será lo que ahora hace Jesús? Ante la reacción de los discípulos que poco menos que pedían que bajara fuego del cielo para castigarlos, Jesús les dice que han de marchar a otra parte. Jesús no perdió la paz. Siempre en camino. ¿Tomamos ejemplo para las reacciones que tengamos ante la oposición que encontremos?

No podemos perder la paz, perder los nervios como decimos habitualmente cuando tenemos que enfrentarnos a momentos o decisiones difíciles. Reconocemos que no es fácil. Parece que el espíritu del mundo nos envuelve o nos ciega. Soñamos quizás con tiempos de cristiandad, allí cuando parecía que todos tenían la misma fe y el mismo entusiasmo. Parece hoy como si todo hubiera cambiado. ¿Dónde está aquellos que llenaban nuestros templos o hacía multitudinarias procesiones? ¿Qué dejaron de todo aquello a sus hijos que hoy pasan de todo y en nada que sepa a religioso quieren participar? ¿Qué hondura le dimos a la fe que no supimos transmitir o es que nos habíamos quedado solo en lo externo?  

Pero cuando queremos seguir los pasos de Jesús en su espíritu tenemos que sentirnos fortalecidos, aunque el camino sea duro y difícil o nos encontremos a tantos indiferentes a nuestro lado que quizás siguen aprovechando lo religioso pero solo como base de sus actividades sociales. Yo miro, por ejemplo, en lo que se han quedado las fiestas de nuestros pueblos, las fiestas del Cristo, de la Virgen o del santo patrono del pueblo; ¿siguen siendo una expresión de fe comprometida o se queda solo en un motivo para otras actividades con lo que hacemos la fiesta? Lo pienso cuando en estos momentos a nuestro alrededor tantas fiestas se están celebrando, pero que tenemos que ver en qué se quedan.

Claro que no nos podemos cruzar de brazos y tenemos que tomar la decisión con Jesús de subir a Jerusalén. ¿Dónde estará hoy esa subida a Jerusalén en mi vida de cristiano para celebrar la Pascua con Jesús? No será fácil nadar a contra corriente de lo que hace el mundo, pero ahí tenemos que estar los cristianos aunque la decisión que tengamos que tomar sea costosa y difícil.

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