Con
tu forma especial de vivir el amor te puedes convertir en un río de agua
cristalina que transformará el inhóspito desierto de la vida en un precioso
vergel de amor
1Reyes 21, 17-29; Salmo 50; Mateo 5, 43-48
Ya de antemano os digo lo que me vais a
decir, que es una utopía, un sueño que no es realizable. Pero aún así os lo
planteo. Imaginemos el más inhóspito desierto, con calores insoportable, con
vientos que todo lo arrasan, donde parece que ha desaparecido cualquier vena de
agua que pudiera quedar en las entrañas de la tierra, donde parece que no puede
haber ningún tipo de vida, ni vegetal ni animal; pero en medio de ese lugar tan
inhabitable, en un rincón cualquiera bajo una roca aparece una fuente de agua
cristalina que intenta abrirse paso entre rocas y piedras frente a todo ese
sequedal y esos vientos calientes que parece que todo lo evaporan, con
dificultad el riachuelo se va abriendo paso y parece que todo lo intenta
transformar aflorando las primeras hierbas que intentan cubrir y transformar
con su manto aquel lugar tan inhóspito. ¿Podremos ver que algún día aquel
desierto se transformará en un vergel?
Pues, mirad, es lo que nos está
pidiendo Jesús hoy en el evangelio. Sí, pensémoslo bien. En lo que parece ser
ese desierto de la vida donde parece imposible que aflore el amor, Jesús nos
está diciendo que hagamos aflorar ese riachuelo de amor, que nos puede parecer tímido
frente a tanta inclemencia para que nuestro mundo se transforme.
¿Qué nos está diciendo Jesús? En un
mundo que pudiera parecer que el amor solo es para unos pocos y que se va
quedar reducido a un amarse solo los que se aman entre sí, Jesús viene a romper
moldes y nos dice que no solo hemos de amar a los que nos aman sino que nuestro
amor tiene que ser más universal, porque nuestro amor tiene que abarcar a
aquellos que se llaman nuestros enemigos y nunca nos han amado.
Sí, puede parecer una paradoja y una
utopía, como aquel chorro de agua en medio del sediento desierto. Tenemos que
ser ese chorro, tenemos que romper esas espirales de desamor en que nos quiere
envolver la vida, tenemos que hacer de nuestro mundo algo distinto, no podemos
dejarlo en la sequedad del desamor y del odio. No podemos esperar a que nos
amen para nosotros comenzar a amar, sino que nosotros somos los que tenemos que
tomar la iniciativa aunque no nos amen o aunque nos odien y nos hagan daño.
Es cierto que es difícil lo que nos
pide Jesús, porque bien sabemos cuales son las primeras reacciones espontáneas
que pueden surgir de nuestro corazón. Pero Jesús nos está diciendo que
cambiemos esas reacciones para que no sean de desamor sino todo lo contrario.
Algo que nos sigue costando entender y realizar, algo en lo que nos seguimos
dejando llevar por la tendencia que parece más natural de amar solo a los que
nos aman.
Aquí tendríamos que recordar aquello que nos dirá san Juan en sus cartas. El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios y por eso Dios nos ama; tajantemente nos dice Juan que Dios nos amó primero, y eso es lo que nosotros tenemos que hacer.
Cuando Jesús nos deja el mandamiento
del amor nos dice que amemos a los demás como El nos ama. Es el modelo, es el
ideal, es el prototipo, es el camino que nosotros hemos de seguir, es el amor
con que nosotros hemos de amar.
Y es que como nos dice Jesús a continuación,
¿en que nos vamos a diferenciar de los gentiles, en que nos vamos a diferenciar
de los demás? Si ayudamos solo a los que nos ayudan, nos dice Jesús que eso lo
hace cualquiera; si saludamos a los que nos saludan, eso es lo que
habitualmente hace todo el mundo. En algo tenemos que diferenciarnos, en algo
tenemos que mostrar lo que es la sublimidad del amor cristiano.
Te voy a proponer una cosa, sal a la
calle y comienza a darle los buenos días a todo el mundo, lo conozcas o no lo
conozcas, te responda o no te responda. Sigue haciéndolo un día y otro aunque
sigas encontrando la callada por respuesta; verás que un día alguien comenzará
a responderte, alguien comenzará a hacer lo mismo con los demás, comenzarán a
aparecer sonrisas en los rostros, te darás cuenta que la gente comienza a ser
más feliz; sigue con tu tarea, eres el río de agua cristalina en medio de ese
desierto, pero pronto la humedad de tu amor hará brotar las primeras plantas e
irán apareciendo las primeras flores, y ese desierto de la vida poco a poco se
irá pareciendo a un bello vergel. No te desanimes que lo lograrás.
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