El
seguimiento de Jesús no lo podemos realizar desde la superficialidad,
necesitamos de lleno meternos en el evangelio para descubrir su camino
Romanos 13, 8-10; Sal 111; Lucas 14,
25-33
Si no nos queremos tomar la vida a
broma, las cosas tiene uno que pensárselas muy bien. No nos valen
superficialidades, aunque desgraciadamente veamos mucho de eso en nuestro
entorno en el mundo en que vivimos; todo lo queremos fácil, con el menor
esfuerzo, que lo logremos de inmediato, y así nos va. La vida es un proyecto
muy hermoso y que necesita mucha dedicación.
Normalmente si estamos proyectando
algo, en lo que quizás nos jugamos nuestro futuro, algo que quizás como
profesional quiere ser algo importante y en lo que de alguna manera queremos
vernos reflejados nosotros y lo que somos, nuestros conocimientos y nuestras
posibilidades, tendremos que dedicarle mucho tiempo para prepararlo, para
estudiarlo, para poder diseñarlo bien, para tener en cuenta todas las
posibilidades pero también las dificultades con las que nos vamos a encontrar,
y cuando tengamos todos los estudios necesarios hechos podremos proyectarlo,
podemos presentar sus planos, sus objetivos, el como lo vamos a realizar, los
medios con los que vamos a contar, las previsiones de futuro.
Muy complicado me dirán algunos, pero
sean unas cosas o sean otras, cuando nos lo tomamos en serio, en serio tenemos
que planificarlo, programarlo para poderlo realizar. ¿Quieres hacer una casa?
No son cuatro rayas más o menos bien o mal trazadas con lo que vamos a contar.
Será necesario contar con muchas cosas, será necesario contar también con los
técnicos que pueda proyectar esos planos y luego realizar la edificación.
No estoy complicando las cosas, no lo
pienses así. Es lo que nos está diciendo hoy Jesús en el evangelio de lo que
significa ser su discípulo, seguirle. Le seguía mucha gente, nos dice el
evangelista. Allí cerca estaban los que ya eran sus discípulos, aquellos que le
seguían más cerca, aquellos a los que había escogido y llamado de manera
especial, pero también estaba la muchedumbre que se entusiasmaba con Jesús, con
sus milagros, con las palabras que escuchaba, con lo que iba despertando en su corazón.
Muchos le seguían de una forma muy permanente, caminando tras Jesús por todos
aquellos lugares, otros le seguían ocasionalmente porque pronto tendrían que
volver a sus casas y familias y a sus ocupaciones más habituales.
Y es a esos, a todos aquellos que de
una forma u otra querían ir tras El, a los que ahora les plantea la seriedad de
lo que ha de ser su seguimiento. No es cuestión de ratos, no es cuestión de
entusiasmo un día que vemos algo extraordinario, no es cuestión de ahora sí
pero ahora que se ponen las cosas más difíciles me echo a un lado. Si nos
planteamos una opción por Jesús tiene que ser algo muy decisivo, muy en serio,
tenemos que tener claro que es lo que significa seguirle y ser su discípulo.
Como terminará explicando, es como el que va a levantar una torre y tiene que
ver en qué va a consistir esa torre y los medios que va a necesitar para terminarla
y no se quede a medias. ¿Nos estaremos quedando a medias muchas veces nosotros
en el seguimiento de Jesús?
Por eso habla Jesús de que será
necesario renunciar a cosas, será muy importante el lugar en que nos pongamos a
nosotros mismos porque la opción por Jesús significa que Jesús va a ser el
primero en mi vida. No voy a construir mi vida solo en torno a mi mismo, sino
que voy a construir mi vida en torno a Jesús. Y Jesús tendrá que ser el centro
de todo. Y han de ser los valores de Jesús por los que voy a optar, los que voy
a ir copiando en mi vida para hacerme uno con ellos. Tendré que estar dispuesto
a copiar la vida de Jesús en mi vida, de manera que ya no sea yo sino Cristo el
que vive en mí.
Es un camino nuevo de entrega y de amor
hasta el final; es un camino donde tenemos que aprender a hacernos los últimos
porque el amor que se hace servicio me hará primero que nada ver a los demás,
en lugar de estarme mirando a mi mismo; por eso nos habla de negación de
nosotros mismos y nos habla de cargar la cruz. Es lo que hizo Jesús; es lo que
nos enseñó que nos hará verdaderamente grandes. Es la disponibilidad de
vaciarme de mi mismo, para llenarme solo del amor de Dios.
Y esto no son cosas que nos podemos
tomar a la ligera; esto no son cosas en que solamente nos dejemos llevar por
las emociones momentáneas o los entusiasmos pasajeros que pronto se va a llevar
el viento; esto no es cuestión de decisiones que tomamos según sea el viento
que nos toque a la manera de una veleta; esto son opciones serias que tenemos
que tomar en la vida.
¿Queremos en verdad ser sus discípulos?
Lejos de nosotros la superficialidad y ahondemos en el camino del evangelio.
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