Hay
otros valores mayores que simplemente cumplir rectamente con un trabajo; la
gratuidad eleva nuestro espíritu y nos hace tener una mirada distinta
Jueces 9,6-15; Sal 20; Mateo 20, 1-16a
Es cierto que
tenemos que cuidar las relaciones que mantenemos los unos con los otros para
saber actuar siempre con rectitud y justicia en todo lo que sea intercambio de
nuestros servicios y trabajos, como aquello que es fruto de nuestro trabajo.
Por eso decimos siempre que hemos de actuar en justicia y de alguna manera nos
hemos establecido como unas normas o unas pautas de comportamiento que
faciliten esa rectitud. Pero también es cierto que nuestras relaciones humanas
van mucho más allá de un mercantilismo en ese intercambio con unos beneficios
que consideramos justos pero también de la calidad de esas prestaciones que
nosotros realizamos.
Pero también
hemos de considerar que unas relaciones humanas, que nos ayuden a nuestro
crecimiento como personas y a un enriquecimiento de nuestro espíritu van más
allá de ese mercantilismo y hemos de entrar en unos parámetros de generosidad,
de altruismo, de desinterés material y de gratuidad. Cuando entramos en el
cultivo de valores así estaremos dándole más hondura a nuestra vida y podremos
sentir las mayores satisfacciones en nuestro corazón. Es la satisfacción y el
gozo interior por lo bien hecho que es lo que pondrá una verdadera alegría en
nuestro espíritu. Ya no estaremos usando medidas materiales e interesadas
porque lo que vamos logrando en nuestro interior es muy superior a todas las
ganancias materiales que podamos obtener en la vida.
Es cierto que
no todos lo entenderán porque muchas veces nos ciega el materialismo de la vida
y el poder tener contante y sonante en nuestras manos esas ganancias que
siempre en ese sentido se nos quedan en lo material y no llegarán nunca a
darnos ese gozo interior del que pone como eje de su vida la gratuidad y la
generosidad. No es fácil liberarnos de esos condicionamientos y necesitaremos
un esfuerzo grande para estar por encima de todo eso y no seguir con nuestros
apegos egoístas. Cuando andamos tras esos intereses terminaremos con un
desastroso vacío interior, que al final nos hará estar mano sobre mano sin
llegar a saber por donde emprendemos el camino.
De eso nos
está hablando Jesús en la parábola que nos ofrece. Un hombre que busca
jornaleros para su viña en la plaza en distintas horas del día, unos obreros
que en principio están mano sobre mano mientras encuentran a alguien que los
contrata. Una expectativas que se crean en su interior los que comenzaron la
jornada desde el principio del día olvidando por cuanto han sido contratados.
Finalmente aquella sorpresiva forma de actuar del dueño de la viña que a todos
paga por igual.
A todos los
surgen dudas; tomamos el relato demasiado al pie de la letra y queremos usar
nuestros parámetros humanos; pero la parábola nos está queriendo hablar de lo
que es la generosidad del corazón de Dios. No importan medidas ni tiempos,
porque los tiempos de Dios son otros, las medidas de Jesús son bien distintas porque
son nuevos los valores que nos quiere ofrecer. Hay otros valores más y mayores
que simplemente cumplir rectamente con un trabajo, aunque también es
importante; la gratuidad eleva nuestro espíritu, los regalos de Dios sí que nos
hacen sentirnos bien en el corazón.
Así está
actuando Jesús con unos nuevos valores y entrará en juego la generosidad del
corazón, entrará en juego la rectitud con que nosotros actuamos dejando a un
lado intereses demasiado materiales y mercantilistas, y tendrá que resplandecer
de manera especial la gratuidad, que tanto nos cuesta poner como medida de
nuestro corazón. Así tendrá que ser nuestra manera de actuar; no es el interés
por una recompensa, sino la generosidad del que se da y está siempre en actitud
de servicio. Es el camino que Jesús va haciendo delante de nosotros y que nos
enseña a recorrer nosotros también, aunque tantas veces nos resistamos. Con
Jesús algo nuevo tiene que brillar en nuestra vida.
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