Alejémonos de oropeles y vanidades que nos llenan de superficialidad, pongamos congruencia entre nuestras palabras y el testimonio de nuestra vida, seamos testigos de luz y vida
Tesalonicenses 2, 1-8; Sal 138;Marcos 6, 17-29
En nuestra tierra hay un dicho en que se dice de alguien que no es capaz de callarse, que dice la verdad duela a quien le duela, que no se anda con rodeos sino que es capaz de decirle a quien sea lo que piensa, que 'no tiene papas en la boca'.
Es lo que escuchamos hoy de Juan Bautista; incluso aquel que más podría odiarle, o que le resultara incomodo, era capaz de reconocer que era un hombre honrado y santo; es lo que le sucedía con Herodes; Juan no se callaba, la vida del rey era un vida de vicios y de pasión, una vida llena de inmoralidad como se refleja luego en su manera de actuar y además vivía una relación incestuosa con la mujer de su hermano, y Juan no podía callar, denunciaba esa inmoralidad del rey. Por eso instigado por aquella que era la causa de una de sus inmoralidades Herodes metió en la cárcel a Juan, que buscaba además la forma de quitarle de en medio.
Escuchamos en el relato del evangelio cómo se desarrollan aquellos fatídicos hechos. Herodes cegado por sus vicios y su afán de poder cayó por la pendiente peor de su vida. La vanidad de su vida por una parte, el vacío y la superficialidad de su corazón le hacían perder la congruencia de sus actos. Quería defender a Juan, pero su corazón se había cegado y así es fácil resbalar por la pendiente en la que se había envuelto. El prestigio de su palabra y la vanidad de su vida le impidieron la congruencia que debería de esperarse de él. Hizo promesas difíciles de cumplir si se vive de acuerdo con unos principios, y al verse rodeado de los que lo halagaban prefirió la vanidad de su vida y las apariencias fastuosas a la vida de hombre que decía que respetaba. Cuando tras sus promesas llenas de locura y arrebatadas por la pasión, le piden la cabeza del bautista no duda en entregarla.
¿Queremos en la vida mantener el brillo lleno de vanidad de la vida cueste lo que cueste? Es una tentación a la que nos vemos sometidos muchas veces, cuando nos dejamos arrastrar por la superficialidad y la vanidad. Los principios nos fallan, los valores se olvidan, nuestro yo egoísta es el que quiere prevalecer con esos brillos de vanidad. Necesitamos aprender a ser más congruentes en la vida entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que realmente hacemos. Ponemos demasiadas distancias entre una cosa y otra. Parece como si quisiéramos dejar espacio para esos oropeles que bien sabemos que nada valen. Los verdaderos tesoros para que los ocultamos, los dejamos de lado, cayendo por esa espiral que nos lleva a una pobreza cada vez mayor.
Juan dio su vida por fidelidad y por la congruencia de su vida. La verdad no se puede acallar por muchos que sean los intentos, su boca se cerraría pero su sangre derramada sería testimonio permanente. No temamos en la vida ser fieles a nuestros valores y principios y no tratemos de andar con acomodaciones y arreglos, con sincretismos que lo que hacen es ocultar el brillo de la luz verdadera. Por aquello del diálogo cedemos y la verdad queda oculta, pero su luz no tendrá nunca que dejar de brillar, la voz de Juan bautista quieren acallarla, pero su testimonio sería proclamado implacable a lo largo de los siglos, con lo que la luz de la verdad brillará cada vez más con más fuerte resplandor.
¿Hasta dónde seremos capaces de llegar en la congruencia de nuestra vida y de nuestra fe? ¿Cuáles son las cosas a las que le daremos prioridad en la vida? ¿Nos dejaremos arrastrar por la superficialidad y la vanidad?
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