Qué importante la fe de Pedro, qué importante que nosotros sigamos fundamentándose sobre esa misma fe, que nosotros seamos capaces de escuchar la voz de Dios que se nos revela en el corazón
Isaías 22, 19-23; Sal 137; Romanos 11, 33-36; Mateo 16, 13-20
No todos los encuentros que tengamos con los demás dejan huella en nuestra vida. Hay encuentros que son muy significativos, que nos impactan y no nos dejan indiferentes. Es encontrar ese amigo que nos comprende y nos entiende, es encontrar esa persona cuya personalidad nos llama la atención, es encontrar a alguien que se convierte en un punto de referencia para nuestra vida, por su sabiduría, por los planteamientos que nos hace y que nos calan hondo dentro de nosotros, por su manera de ser y de actuar donde nos llama la atención su sencillez y su humildad, su cercanía y su capacidad de escucha y comprensión, por esas palabras sabias que nos dice que nos llegan al corazón y marcan nuevas actitudes en nosotros. Nos sentimos cautivados, lo convertimos en modelo y en ejemplo, son para nosotros referencia para nuestro actuar y para los criterios que vamos adoptando como sentido de nuestra vida.
Así y mucho más habían encontrado los discípulos en Jesús aunque no siempre supieran expresarlo y en su debilidad unas veces y otras por las ambiciones que seguían teniendo en sus corazones no siempre luego supieran actuar conforme a aquellos criterios que Jesús les había ido inculcando. Pero son cosas difíciles muchas veces de expresar y muchas veces se podían sentir ciertamente limitados en su manera de expresarse o de manifestar lo que realmente sentían por Jesus.
Es lo que les sucede en aquel momento, cuando de pronto Jesús les lanza la pregunta. '¿Quien dice la gente que es el Hijo del Hombre?' Ellos, es cierto, se sienten entusiasmados por Jesús; le han seguido y permanecido con Él porque sienten esas palabras de sabiduría sobre sus vidas, pero además se han visto comprendidos y escuchados, se sienten valorados cuando así han podido acompañar a su Maestro por todos aquellos caminos de Palestina, desde su encuentro con Él sienten que algo nuevo va a suceder y han renacido sus esperanzas.
Se limitan ahora, sin embargo, a farfullar generalidades de lo que habían ido escuchando a la gente cuando entusiasmados se ponían a alabar las actuaciones y las palabras de Jesús cuando quizás ellos podrían decir muchas cosas de Jesús. Que es un profeta, que es como Juan Bautista – al que todos habían conocido y que recientemente Herodes había mandado degollar en la cárcel y la presencia de jesús se convertía ahora como una reencarnación o una nueva aparición milagrosa del precursor -, que si era como uno de aquellos grandes profetas de la antigüedad. Qué difícil era expresarlo, aunque todos tuvieran una idea o un pensamiento de lo que opinaban de Jesús. Nos habrá pasado a nosotros más de una vez cuando nos pidan que nos definamos sobre algo o sobre una persona, parece como si nos acortara nuestro pensamiento.
Pero la pregunta de Jesús no quiere quedarse en esas generalidades. Ahora la pregunta es directa, ¿qué es lo que ellos pensaban del hijo del Hombre? 'Vosotros, ¿quién decís que soy yo?' La respuesta ahora se vuelve comprometida porque tienen que mojarse, como solemos decir. Y es ahora cuando todo se queda en murmullos por lo bajo sin atreverse ninguna a dar el paso adelante para responder y entre todos llegar como a un acuerdo sobre el pensamiento de quien era Jesús.
Solamente Pedro se atreve a dar el paso al frente. ¿Era más inteligente que los demás? ¿Tenía algunos conocimientos que otros no tuvieran? Es cierto que tendría algunos momentos muy especiales en que manifestará cosas maravillosas sobre Jesús y esta respuesta lo está siendo ya. 'Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo?', responde Pedro.
Pero esto no serán palabras salidas de su propio razonamiento, no son conocimientos que él hubiera adquirido por sí mismo o por su cercanía de Jesús. Jesus se lo dirá. 'Esto no lo dices por ti mismo, es el Padre del cielo quien te lo ha revelado'. Es una revelación que Dios ha dejado en su corazón. Es señal de un claro designio de Dios que para Pedro tendrá un gran oficio. '¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. hora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará'
Siempre decimos que Dios no se queda atrás en su generosidad cuando quiere regalarnos. Si Pedro ha sido capaz de hacer esa hermosa profesión de Jesús, porque se ha dejado conducir por Dios que se le revelaba en su corazón, ahora Jesús le va a decir que su fe es importante y será importante para la Iglesia naciente. Lo llama dichoso, bienaventurado, pero le va a decir que eso que él ha proclamado ahora va a ser piedra de apoyo, piedra fundamental para la construcción de su Iglesia. 'Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia'. Qué importante la fe de Pedro, qué importante que nosotros sigamos fundamentando nuestra vida sobre esa misma fe. Qué importante que nosotros seamos capaces de escuchar esa voz de Dios que se nos revela en nuestro corazón.
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